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Daniel Gascón

CORTE DE PELO (I)

CORTE DE PELO (I)

UN CORTE DE PELO

 

Han ocurrido ya tantas cosas

imposibles en esta vida. No se lo piensa

dos veces cuando ella le dice que se prepare:

le va a cortar el pelo.

 

Se sienta en una silla de la habitación de arriba,

la habitación a la que a veces, bromeando, llaman

biblioteca. Hay una ventana allí

por la que entra la luz. La nieve cae

afuera mientras ella coloca hojas de periódico

alrededor de sus pies. Le pone una gran

toalla sobre los hombros. Luego

coge sus tijeras, el peine y el cepillo.

 

Ésta es la primera vez que han estado

solos desde hace tiempo –sin que uno de los dos

tenga que ir a algún sitio o que hacer algo.

Sin contar el momento

de irse juntos a la cama. Esa intimidad.

O la hora del desayuno. Esa otra

intimidad. Permanecen en silencio

y pensativos mientras ella le corta el pelo,

le peina y corta un poco más.

Afuera sigue nevando.

En seguida la luz empieza a retirarse de

la ventana. Él mira hacia abajo, distraído,

intentando leer

algo del periódico. Ella le dice,

“Levanta la cabeza”. Y él lo hace.

Luego dice: “A ver qué te parece”.

Él se acerca al espejo y está bien.

Justo como a él le gusta,

y se lo dice.

 

Más tarde, cuando enciende la luz

del porche, sacude fuera la toalla

y ve los rizos y mechones

de pelo blanco y negro volar hacia

la nieve y quedarse allí,

comprende algo: se ha hecho

un hombre adulto de verdad, un hombre maduro,

de mediana edad. Cuando era crío,

iba con su padre al barbero

y más tarde, de adolescente, ¿cómo

iba a imaginar que su vida

le concedería alguna vez el privilegio de

contar con una mujer preciosa con la que viajar,

con la que dormir y con la que desayunar?

No sólo eso –una mujer que una tarde

le cortaría en silencio el pelo

en una ciudad oscura sepultada con la nieve

a 3000 millas del lugar en el que se puso en camino.

Una mujer que se le quedaría mirando

Desde el otro lado de la mesa y le diría:

“Va siendo hora de que te sientes en la silla

del barbero. Es hora de que alguien te haga

un corte de pelo”.

RAYMOND CARVER.

Traducción de Jaime Priede.

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