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Daniel Gascón

CUOTA

CUOTA

 

1.

Una entrevista con Richard Dawkins, que ha publicado The Greatest Show on Earth.

2.

En el Reino Unido, las librerías independientes han ganado cuota de mercado a pesar de los cierres del último año.

Según las cifras de Book Marketing Ltd (BML), los independientes han aumentado su cuota tanto en volumen como en valor. En valor, su cuota de mercado ha pasado del 10,3 % al 12,1% en las 28 primeras semanas del año (hasta el 19 de julio de 2009), comparado con un periodo equivalente de 2008. La cuota del sector en el volumen de libros vendidos ha pasado de 9,3 % al 9,7 %. Según Nielsen Bookscan, en el mismo periodo de tiempo el mercado total de consumo se ha reducido en un 1,6 % en valor y en un 1,1 % en volumen.

3.

Editoriales británicas están rechazando títulos de no ficción por miedo a los juicios por libelo, según el English PEN.

4.

Jaime Rosales escribe sobre el cine español:

“Una sola excepción admitiría la movilización colectiva de toda la industria del cine: el caso de una sociedad bajo una dictadura no democrática. En ese caso, y sólo en ése, la lucha contra el régimen se convierte en un deber moral ineludible.

Como ya no ocurre en nuestro país, pues gozamos de una sociedad democrática relativamente sana y respetuosa, opino que es igual de erróneo apoyar públicamente a una facción política que a otra. Por supuesto, cada individuo en democracia puede expresarse políticamente, faltaría más. Pero, desde mi punto de vista, la correcta expresión política del individuo en democracia reside en la facultad que le otorga el voto. Esa expresión y ese apoyo a un partido, ese derecho democrático irrenunciable e irrevocable, debería ejercerse siempre dentro de la esfera privada y no de la pública. La esfera pública de lo político debería permanecer dentro del ámbito exclusivo de los profesionales de la política, es decir, de los políticos y de los medios de comunicación. De lo contrario, todas las ramas de la actividad humana acabarán quedando contaminadas por la política partidista”.

O sea: si se prohíbe la expresión política (en una “dictadura no democrática”, supongo que para distinguir a ésta de las dictaduras democráticas), el sector del cine (al parecer una cosa homogénea y monolítica que se puede movilizar más o menos como un ejército de reservistas) debe expresarse políticamente. En cambio, si hay democracia debemos callarnos todos, ciudadanos y cineastas, para no alienar al público, y votar cuando nos toque.

Pero la expresión política del ciudadano en democracia es mucho más amplia, afortunadamente. Estados Unidos era una democracia cuando se produjo el movimiento de los Derechos Civiles, y muchos artistas y muchos que no lo eran apoyaron una causa justa. En muchas democracias no había sufragio universal: la agitación de las sufragistas impulsó el voto de las mujeres. En la España democrática tenemos también muchos ejemplos de manifestaciones de ciudadanos que han impulsado el aumento de los derechos de los homosexuales o que han contribuido al aislamiento de los terroristas. De hecho, creo que precisamente porque sabemos lo que ha costado ganar el derecho a tener opiniones políticas, y porque tenemos más poder y libertad que los que viven en otro tipo de sociedades, tenemos más responsabilidad política (aunque sólo fuera para pedir más democracia en los lugares donde no la tienen). Los artistas y los intelectuales han tenido episodios terroríficos. En el siglo XX hubo escritores que defendieron el fascismo, que sirvieron al nazismo, al estalinismo, al maoísmo, al castrismo... Pero también ha habido otros muchos que denunciaron sus atrocidades antes que nadie, o que han contribuido a defender la democracia y los derechos humanos de manera cotidiana: desde Émile Zola a Charles Chaplin, pasando por Dorothy Parker, Vargas Llosa o Antón Chéjov.

Rosales identifica las opiniones políticas con el apoyo invariable a unos partidos concretos, como si no se pudieran tener posiciones que no obedecieran necesariamente a ellos. Creo que eso es, desgraciadamente, algo demasiado habitual, que perjudica a la cultura, al pensamiento y a nuestra democracia. A veces, intelectuales, gente del cine y artistas han dado una impresión de seguidismo y fidelidad a los partidos, en vez intentar parecer ciudadanos independientes que piensan por sí mismos y de manera crítica. A algunos les ha ido bien así, a derecha y a izquierda. Para mí, pierden el valor esencial de la reflexión independiente.

Por alguna razón, parece pensar Rosales, en nuestro país no puede haber debate. Así que mejor que los demás no sepan lo que piensas. Eso, y dejar la política sólo en manos de medios de comunicación y partidos, me parece un panorama desolador: a menudo prefieren que hablemos de cosas que no son importantes. El debate político debería ser algo más sofisticado que una discusión sobre fútbol entre forofos de equipos distintos. Resulta improbable que eso suceda si lo dejamos todo en manos de periodistas y políticos.

Pero, en todo caso, prefiero participar en una discusión entre forofos a tener que quedarme callado.

5.

En 1958, John Cheever escribió a un amigo:

“Me alegra decir que he terminado una novela. Al menos parece una novela. No parece un cuento, en todo caso. Pesa más y los sellos son más caros”.

Había terminado Crónica de los Wapshot.

6.

La orden ministerial que desarrollará la ley del cine prevé la discriminación positiva para las películas hechas por mujeres. Esta medida contraproducente para directoras cuya valía quedará en entredicho ha sido defendida con varios argumentos. A menudo, por directoras que han hecho sus películas y han recibido ayudas gracias a su talento, pero parecen considerar que otras compañeras necesitan el favoritismo.  El argumento numérico, esgrimido por Inés París, era el más impactante: “En los últimos diez años solo un 7% de las películas españolas ha sido dirigida por una mujer”, aunque resultaba algo confuso (por ejemplo, seguía: “El 90% del audiovisual está en manos de los hombres y cada vez la presencia masculina va en aumento").

Hoy El País dice: “Según el Instituto Nacional de Estadística, el 91,7% de los inscritos en el Registro Central de Penados y Rebeldes en 2007 eran varones, y sólo el 8,3% mujeres”.

No sé si alguien va a tomar medidas.

En la imagen, la pionera del cine Alice Guy Blaché.

 

1 comentario

Pedro Navarro Serrano -

Estimado Daniel,

También me sorprendió por lo simplista el artìculo de Rosales, y eso de que una posición política significa necesariamente una filiación partidista. Rosales escribe estas cosas ya que en realidad no le preocupa mucho la nueva ley del cine. Esta propuesta, como todas las precedentes, no aborda otro asunto más que el de la financiación, y esto él lo tiene resuelto gracias a sus lazos familiares, no a la recaudación de sus películas.

Pero si algo es radicalmente falso en este artículo es pensar que el cine puede devincularse de la polìtica. Cualquier cine, el suyo incluído, es indisociable de un dicurso político. Y esta obviedad resulta aùn más evidente cuando se filma el discurrir diario de un terrorista jugando al esteticismo apolítico.

Atentamente,
Pedro Navarro