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Daniel Gascón

HITCHENS SOBRE COREA DEL NORTE

HITCHENS SOBRE COREA DEL NORTE

Escribe Christopher Hitchens:

“Cuando visité Corea del Norte hace unos años, tuve la suerte de tener ‘cuidador’ bastante cordial, a quien voy a llamar Sr. Chae. Me guió pacientemente por todo el país arruinado y hambriento, explicando las cosas por medio de una especie de mecanismo de negación y sin que jamás pareciese que perdía el interés por los monumentos gigantescos líder sectario más histérico y operístico del mundo. Una tarde, mientras intentábamos comer unos trozos de pato cartilaginoso, mencionó otra razón por la que no debía retrasarse el día en que toda la península se unificara bajo el brillante gobierno del Querido Líder. El pueblo de Corea del Sur, señaló, se estaban haciendo mestizo. Se casaron con extranjeros –incluso soldados negros estadounidenses, o eso había oído, con evidente repugnancia- y estaban perdiendo su pureza y distinción. El Sr. Chae no estaba a favor del encanto del mosaico étnico, sino más bien una uniformidad rígida y sin mácula.

Me llamó la atención la naturalidad con la que dijo esto, como si diera por sentado que me parecería indiscutible. Y me pregunté brevemente si esta forma de totalitarismo, también (porque no hay nada más ‘total’ que el nacionalismo racista), formaba parte de lo que el estado de Corea del Norte vende a sus súbditos. Pero yo estaba preocupado, al igual que la mayoría de los pocos visitantes del país, por las formas más imponentes y exóticas del totalitarismo que se ofrecían: por los gigantescos mausoleos y desfiles que parecían fundir el estalinismo clásico con una forma retorcida del carácter reverencial y patriarcal del confucianismo.

En su Dieciocho Brumario, Karl Marx escribió que los que tratan de dominar un nuevo idioma siempre empiezan retraduciéndolo a la lengua que ya saben. Y me limitaba (y hacía un flaco favor a mis lectores) al uso de la imaginería preexistente del estalinismo y la deferencia oriental. Hace poco me he puesto los bifocales que presta BR Myers en su nuevo y electrizante libro The Cleanest Race: How North Koreans See Themselves and Why It Matters y entiendo ahora que vi la imagen al revés o de adentro hacia afuera. La idea del comunismo ha muerto en Corea del Norte, y su más reciente ‘Constitución’, ‘ratificada’ en abril pasado, ha desechado toda mención de la palabra. Las analogías con el confucianismo son simplistas, y los paralelos que se pueden establecer con él son elementos que el régimen destina solamente al consumo de los forasteros. Myers argumenta de forma convincente que deberíamos considerar el régimen de Kim Jong-il como un fenómeno de la derecha muy extrema y patológica. Se basa en la totalitaria movilización ‘lo militar primero’, se mantiene por el trabajo esclavista, e inculca una ideología de racismo y xenofobia.

Estas conclusiones, en un libro escrito y argüido con elegancia, llevan a la implicación preocupante de que la propaganda del régimen en realidad puede decir exactamente lo que dice, que a su vez significaría que la paz y las negociaciones de desarme con él son una pérdida de tiempo, y quizás incluso peligrosa.

Considera lo siguiente: incluso en la época del comunismo, había informes del bloque oriental y diplomáticos de Cuba sobre el carácter paranoico del régimen (que no tenía el concepto de la disuasión y decía a su propio pueblo que había firmado el Tratado de No Proliferación de mala fe) y también acerca de su intenso odio contra los extranjeros. Un diplomático cubano negro estuvo a punto de ser linchado cuando intentaba mostrar a su familia las vistas de Pyongyang. Las mujeres de Corea del Norte que regresan embarazadas de China -principal aliado y protector del régimen- son obligadas a someterse a abortos. Carteles en las paredes y banderas que representan a todos los japoneses como bárbaros sólo son igualados por la forma en que los estadounidenses aparecen caricaturizados como monstruos de nariz aguileña. (Las ilustraciones de este libro son una educación en sí mismas.) Los Estados Unidos y sus socios constituyen una ayuda para el enorme déficit en la producción alimentaria de Corea del Norte, pero no hay un atisbo de reconocimiento de eso por parte las autoridades, que cuentan a sus súbditos cautivos que las bolsas de grano con las Barras y Estrellas son un tributo pagado por una América asustada al Querido Líder.

Myers también señala que muchos de los lemas empleados por el estado de Corea del Norte son tomados directamente -realmente cuenta como una especie de ironía- de la ideología del imperialismo japonés kamikaze.  A cada niño se le habla todos los días de la maravillosa posibilidad de muerte por inmolación en el servicio de la patria y se le enseña a no temer la idea de la guerra, ni siquiera una nuclear.

El régimen no puede gobernar solo por el terror, y ahora lo único que queda es la ideología militar basada en la raza. No es de extrañar que cada ‘negociación’ sea más humillante que la anterior. Como señala Myers, al fin a cabo, no podemos esperar que la negociación lo saque de su propia razón de ser.

A todos los que estudiamos los asuntos de Corea del Norte nos preocupa una cuestión. ¿Estos esclavos realmente aman sus cadenas? El dilema tiene varios corolarios obscenos. El pueblo de ese pequeño Estado de pesadilla no puede, por supuesto, comparar con la vida de otros, y si se quejan u ofenden, son enviados a los campamentos que –a juzgar por el nivel de atención y nutrición en la sociedad más amplia- deben de ser un infierno excusable sólo por la brevedad de su duración. Pero la arrogancia racial y la histeria nacionalista son cementos poderosos para los sistemas más odiosos, como los europeos y los estadounidenses tienen buenas razones para recordar. Incluso en Corea del Sur hay quienes sienten que el régimen de Kim Jong-il, bajo el que ellos mismos no podría vivir un solo día, es de alguna manera más ‘auténticamente’ coreano.

Éstos son los dos hechos más sorpendentes sobre Corea del Norte. En primer lugar, cuando se ve la fotografía por satélite de noche, es una zona de oscuridad que no cesa. Apenas una chispa de luz es visible en la capital. En segundo lugar, un norcoreano es unos 15 centímetros de media más bajo que surcoreano. Puede que te apetezca imaginar cuánta plusvalía se ha eliminado de dicho esclavo, y durante cuánto tiempo, para alimentar y sostener a la militarizada familia criminal que posee por completo el país y su gente.

Pero eso es lo que da la razón a Myers. A diferencia de anteriores dictaduras racistas, la de Corea del Norte ha logrado producir una nueva especie. Enanos hambrientos, desnutridos, que viven en la oscuridad, encerrados en la ignorancia y el miedo permanente, con el cerebro lavado en el odio a los demás, reglamentados y coaccionados e instruidos con un culto a la muerte: Este espectáculo horroroso se encuentra en nuestro futuro, y es tan horrible que nuestros queridos propios líderes no se atreven a afrontarlo y sólo pueden ver lo que viene cuando roban una mirada mientras se tapan los ojos con las manos”.

 

He tomado aquí la fotografía de Corea por satélite.

2 comentarios

MANUEL -

El libro no esta nada mal!

Raúl -

Este Hitchens me está gustando (me topo con él por aquí de cuando en cuando).

El artículo da mucho miedo... Igual me compro el libro... Siempre me ha interesado el totalitarismo y hoy Corea del Norte parece haberlo llevado a la "perfección".