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Daniel Gascón

MEZQUITA



1.

Christopher Hitchens ha escrito dos artículos sobre la "mezquita de la Zona Cero". En el primero dice:

“La disputa por la construcción de un centro islámico en la ‘Zona Cero’ en el bajo Manhattan ya ha descendido a un nivel de estupidez que realmente insulta la memoria de las víctimas de aquel terrible día de septiembre de 2001. Uno podría pensar que se propone construir una mezquita o una madrasa en el lugar exacto de las torres caídas o sobre los atomizados ingredientes de lo que fue una fosa común. (En realidad, parece que lo mejor que hemos logrado hacer con el solar, después de casi una década, es crear un pozo enorme, ruidoso y sucio, casi sin avances arquitectónicos visibles. Tal vez el resentimiento ante la relativa velocidad de la propuesta Cordoba House sea una consecuencia subconsciente de nuestra vergüenza ante esta deshonra local y nacional.)

No hay nada que me guste mucho sobre Cordoba Initiative o las personas que la dirigen. El supuesto imán del lugar, Feisal Abdul Rauf, ha sido grabado diciendo cosas sombrías y escalofriantes sobre la atrocidad original. Poco después del 11-S, declaró a 60 Minutes: ‘Yo no diría que Estados Unidos merecía lo sucedido, pero las políticas de Estados Unidos fueron cómplices del crimen’. Y añadió: ‘En el sentido más directo, Osama Bin Laden es un producto estadounidense’. Más recientemente, se ha negado a designar a un partido racista y totalitario como Hamás culpable del cargo mucho menos severo de terrorista. A estas alturas, todos estamos familiarizados con los vendedores de estas distorsiones y eufemismos y evasivas, muchas de ellas repetidas por precipitados portavoces laicos y cristianos. Una obsequiosidad cultural generalizada impulsa a muchas personas a pensar que es mejor dar cabida a los ‘moderados’ como Rauf para diluir el desafío de la cosa real. Así que por el bien de la paz y tranquilidad, ¿qué hay de malo en que Comedy Central se autocensure, o en que toda la prensa de EEUU se niegue a publicar las caricaturas danesas?

Hay que luchar constantemente contra ese tipo de capitulación. Pero aquí vemos exactamente cómo no debe hacerse. Tomemos, por ejemplo, la opinión ampliamente publicitada de Abraham Foxman, director nacional de la Liga Anti-Difamación. Apoyando a los familiares de las víctimas del 11-S que se han opuesto a la Cordoba House, estableció una grosera analogía con la Solución Final y dijo que, como a los supervivientes del Holocausto, ‘su angustia les da derecho a tomar posiciones que otros clasificarían como irracionales o intolerantes’. Este tono delirante ha sido adoptado por Newt Gingrich y Sarah Palin, que, además, pretende ser la ventrílocua de las emociones de millones de personas que no perdieron a ningún ser querido. También ha infectado las páginas del normalmente duro Weekly Standard, que pidió al presidente Obama que denunciara Cordoba House a partir de la base de que, al parecer, una mayoría (de tres contra uno) de estadounidenses la encuentra ofensiva.

¿Por dónde coger este recurso parcialmente patético y parcialmente siniestro a la demagogia? Para empezar, parte directamente del manual del chantaje cultural musulmán. Di que algo es ‘ofensivo’, y es como si esa afirmación se hubiera convertido inmediatamente en un argumento. Hasta se puede admitir, como hace Foxman, que la razón de la ofensa es ‘irracional e intolerante’. Pero, eh, ¿por qué pensar cuando puedes limitarte a sentir? Los supuestos ‘sentimientos’ de los familiares del 11-S ya nos privaron a todos de la oportunidad de ver las imágenes en tiempo real de los ataques: una concesión enorme al embotamiento general de lo que debería ser un recuerdo sobrio y continuo de una indignación genuina. Ahora hay que conceder privilegios adicionales a la mayoría de una encuesta instantánea. No sólo eso, ¡se pide que el presidente use su cargo para decidir cuestiones de arquitectura religiosa!

Nada hay más ajeno al espíritu y la letra de la Primera Enmienda o el principio del ‘muro de separación’. En su incoherente declaración, Foxman sugirió que podría estar bien que la Cordoba House se construyera a ‘una milla de distancia.’ Parece ignorar que en el lugar, un viejo edificio recibe a la gente que no cabe en la cercana mezquita de Masjid al-Farah.

Me he dado cuenta de que incluso la elección del nombre de Córdoba ha ofendido a algunos opositores cristianos. Tras la conquista musulmana, esta maravillosa ciudad de Andalucía era uno de los centros del califato islámico que los jihadistas de hoy han jurado restaurar. Y después de la reconquista católica, también fue uno de los lugares purgados de toda influencia árabe y judía por los fundadores de la Inquisición. Pero en el intervalo entre esos dos imperialismos fue también el sitio de una asombrosa síntesis cultural, asociada a los nombres de Ibn Rusd, Averroes y Maimónides. (El mejor libro reciente sobre el tema es La joya del mundo, de María Rosa Menocal.) Allí se produjo un florecimiento de la filosofía y la medicina y la arquitectura que vio, entre otras cosas, la recuperación de las obras de Aristóteles. No tenemos que asumir automáticamente la buena fe de los que han echado mano de ese noble nombre para un proyecto en el bajo Manhattan. Uno querría garantías, también, acerca de la transparencia de su financiación y el contenido de sus programas educativos. Pero la manera de responder a esas propuestas es el examen crítico y el compromiso, no el recurso barato al provincianismo, la victimología y la sinrazón”.

2.

Hendrik Hertzberg ha escrito:

“Un par de semanas antes de las últimas elecciones, los candidatos republicanos a la presidencia y vicepresidencia concedieron una entrevista conjunta a Brian Williams, de la NBC. ‘Gobernador’, preguntó, dirigiéndose a la parte femenina, ‘¿qué es una élite? ¿Quién es un miembro de la élite?’. Sarah Palin respondió: ‘Cualquiera que piense que es, creo, mejor que otro. Esa es mi definición de elitismo’. ‘¿No es la geografía?’, prosiguió Williams. ‘Por supuesto que no’, dijo ella. La otra mitad de la pareja parpadeó y ofreció una sonrisa tensa. John McCain tenía algo que decir.

MCCAIN: Yo sé donde viven muchos de ellos.

WILLIAMS: ¿Dónde?

MCCAIN: Bueno, en la capital de nuestra nación y en Nueva York. Lo he visto. He vivido allí.

Estos elitistas, pasó a explicar, ‘piensan que pueden imponer lo que ellos creen a América en vez de dejar que los estadounidenses decidan por sí mismos’.

Fue muy amable de Palin no ponerse geográfica contra nosotros aquel día. Se ha olvidado de la advertencia de su patrón acerca de que los estadounidenses dejen que otros estadounidenses decidan por sí mismos, pero al menos ella dice por favor, o su equivalente en Twitter. Después de su rápidamente famoso y rápidamente eliminado ‘pls refudiate’ tuiteó: ‘ pacíficos neoyorquinos, pls refutad el plan de la mezquita de la Zona Cero si creéis que el dolor catastrófico que se produjo en las Torres Gemelas es demasiado crudo, demasiado real’. Sic sic sic sic.

¡Ah, ‘la mezquita de la Zona Cero’! Bueno, para empezar, no estará en la Zona Cero. Estará en Park Place, dos manzanas al norte del solar del World Trade Center (desde donde no será visible), en un barrio con restaurantes, tiendas (electrónica, porno, lo que sea), iglesias, oficinas, y el resto de la mezcolanza de Nueva York. Park51, como se va a llamar, tendrá una gran ‘sala de oración’ islámica, que presumiblemente contará como mezquita. Pero el resto del edificio se dedicará a aulas, un auditorio, una galería, un restaurante, un monumento a las víctimas del 11 de septiembre de 2001, y una piscina y un gimnasio. Sus patrocinadores imaginan algo así como la calle 92 Y -una YMIA, se podría decir, abierto a todos, incluidas las personas de las convicciones C y H.

Al igual que muchos neoyorquinos, los responsables de Park51, un matrimonio, son de otro lugar: él de Kuwait, ella de Cachemira. Feisal Abdul Rauf es un graduado de Columbia. Ha sido el imán de una mezquita en Tribeca durante casi treinta años. Es el autor de un libro titulado ‘What’s Right with Islam Is What’s Right with America’. Es vicepresidente del Centro Interreligioso de Nueva York. ‘Mis colegas y yo somos los anti-terroristas’, escribió recientemente en el Daily News, nada menos. Denuncia el terrorismo en general y los ataques del 11-S, en particular, a menudo y en profundidad. El F.B.I. recurrió a él para impartir ‘entrenamiento de la sensibilidad’ a los agentes y los policías. Su esposa, Daisy Khan, dirige la Sociedad Americana para el Avance de los Musulmanes, que fundó con él. Promueve la ‘armonía cultural y religiosa a través de la colaboración entre las religiones, los jóvenes y el empoderamiento de la mujer, y de las artes y el intercambio cultural.’

Da bastante miedo. A la cabeza de miedosos gatos, junto con Palin, estaba su compañero calificado como presidenciable Newt Gingrich, destacada figura intelectual del Partido Republicano. Según Gingrich, Park51 es ‘una afirmación de triunfalismo islamista,’ parte de ‘una ofensiva islamista cultural y política diseñada para minar y destruir nuestra civilización.’ Aquellos que piensan que está bien son ‘los apologistas de la hipocresía islamista radical’ que ‘sostienen que tenemos que permitir la construcción de esta mezquita a fin de demostrar el compromiso de Estados Unidos con la libertad religiosa’. Gingrich propone demostrar nuestra devoción por la libertad religiosa usándola como rehén: ‘No debería haber ninguna mezquita cerca de la Zona Cero de Nueva York mientras no haya iglesias o sinagogas en Arabia Saudí’.

No todos los opositores del proyecto han abrazado el apocalipsis Gingrichiano. La mayoría, como Palin, han apelado a los sentimientos heridos, ‘sobre todo la angustia de las familias y amigos de aquellos que fueron asesinados el 11 de septiembre de 2001’, en palabras de una declaración emitida por la Liga Anti-Difamación, la venerable organización judía de defensa de los derechos civiles, que (para su vergüenza, y en contra de organizaciones judías locales como el Centro Comunitario Judío en Manhattan y la UJA-Federation de Nueva York) toma la línea de Palin. Hay muchas familias del 11-S que opinan de forma distinta, y con la misma vehemencia. En defensa la posición de la ADL, su director nacional, Abraham H. Foxman, comparó a las familias —las contrarias a Park51, claro- con los sobrevivientes del Holocausto: ‘Su angustia les da derecho a las posiciones que otros caracterizarían como irracionales o intolerantes’. No hay duda. Pero, como guía para el orden público, la angustia no es mucho mejor que la intolerancia. Tampoco da derecho a abandonar la racionalidad misma.

En lo que se refiere a la ‘mezquita de la Zona Cero’, la oposición es aproximadamente proporcional a la distancia, incluso en Nueva York. Según una encuesta reciente, los habitantes de Manhattan son mayoritariamente partidarios, sobre todo frente a los residentes de Staten Island. La Junta Comunal N º 1 se mostró favorable, por veintinueve contra uno. Ese es el consejo que representa la parte de Manhattan que incluye tanto Park51 como el lugar del 11-S –y a nosotros también, en un futuro no muy lejano. The New Yorker se trasladará de Times Square 4 a World Trade Center 1, en cuanto se construya. Aquí la opinión se divide, en función de si el viaje en metro será más largo o más corto. Nadie tiene un problema con Park51.

El martes pasado, después de Comisión de Preservación de Monumentos de la ciudad, en una votación unánime, diera luz verde a Park51, el alcalde Michael Bloomberg celebró la ocasión con un discurso que, en su elocuencia áspera, será recordado como un punto culminante de su distinguido mandato. ‘Puede que no siempre estemos de acuerdo con cada uno de nuestros vecinos’, dijo.

Así es la vida. Y es parte de vivir en una ciudad tan diversa y densa. Pero también reconocemos que parte de ser un neoyorquino consiste en vivir con tus vecinos en el respeto mutuo y la tolerancia. Fue ese espíritu de apertura y aceptación lo que resultó atacado el 9 / 11.

Esto debería haber sido el final, pero no fue así. Las elecciones de mitad de legislatura acechan. A nivel local, el partidismo –el republicano, en concreto- juega la baza de la proximidad. Los dos principales candidatos republicanos a gobernador de Nueva York han hecho de la ‘mezquita de la Zona Cero’ un problema, urgidos por el ex alcalde Rudy Giuliani y por el ex gobernador George Pataki. A nivel nacional, la oposición a Park51 se está convirtiendo rápidamente en una cuestión de disciplina republicana y ortodoxia conservadora. A finales de la semana pasada, John McCain se había sumado al coro de su compañera. (‘Es evidente que mi opinión es que yo me opongo a ella.’)

En una famosa carta -la que sostiene que Estados Unidos no ‘da a la intolerancia ninguna autorización, a la persecución ninguna ayuda y sólo requiere que los que viven bajo su protección se comporten como buenos ciudadanos’- George Washington ofreció una bendición:

Que los hijos de la estirpe de Abraham, que habitan en esta tierra, siguen mereciendo y disfrutando de la buena voluntad de los demás habitantes, mientras todo el mundo se sienta en condiciones de seguridad bajo su propia vid e higuera y no hay nadie que le dé miedo.

El bajo Manhattan anda un poco escaso en vides e higueras hoy en día, aunque hay algunos bares de vinos muy buenos. La observación de Washington sigue siendo válida. Su carta estaba dirigida a los judíos de Newport, Rhode Island. Pero, como él sabía, los musulmanes también son hijos de Abraham. Según el criterio de McCain, George Washington fue un triple perdedor: como presidente, vivió en Nueva York; la capital del país lleva su nombre; e, incluso para los estándares de su época, era un elitista. Sin embargo: tenía razón”.

2.

Ayer escribía Hitchens:


“Hace dos semanas, escribí que los argumentos contra la construcción del centro de Cordoba Initiative en el bajo Manhattan eran tan estúpidos y demagógicos que ya no eran noticia. Las cosas han ido más hacia el sur desde entonces, con la comparación de Newt Gingrich con un signo nazi a las puertas del Museo del Holocausto de Estados Unidos o (coge lo que quieras de tu almacén histérico) un centro cultural japonés en Pearl Harbor. La primera de las pseudo-analogías es incorrecta de todas las formas posibles, ya que el museo del Holocausto contiene una de las guías más fríamente informativas sobre la teoría y la práctica del régimen nazi, con exposiciones especiales sobre la teoría racial y la ideología del partido, y estudios objetivos de las condiciones que llevaron a ese partido al poder. En cuanto a la segunda, existe desde hace tiempo una importante población de japoneses-estadounidenses en Hawai, y no encuentro ninguna razón por la que no pueda tener un centro cultural en cualquier lugar de las islas.

Desde el principio, sin embargo, he señalado que el imán Feisal Abdul Rauf no es ninguna ganga y que su Cordoba Initiative estaba llena de eufemismos sobre la yihad y la teocracia islámicas. He mencionado su creencia siniestra de que Estados Unidos fue en parte responsable del ataque a las Torres Gemelas y su negativa a tomar una posición sobre la dictadura racista de Hamás en Gaza. Cuantas más declaraciones lees, más alarmantes se vuelven. Por ejemplo, aquí está el editorial de Rauf sobre la agitación que siguió al brutal fraude de las elecciones iraníes en 2009. Aconsejaba  así al Presidente Obama:

Debería declarar que su administración respeta muchos de los principios rectores de la revolución de 1979: establecer un gobierno que expresa la voluntad del pueblo, un gobierno justo, basado en la idea de Vilayet-i-Faquih, que establece el imperio de la ley.

Tímidamente sin traducir (tal vez para ‘llegar a más gente’), la expresión Vilayet-i-Faquih es el término especial promulgado por el ayatolá Ruhollah Jomeini para describir la idea de que toda la sociedad iraní está bajo la permanente dirección (a veces traducida como tutela) de los mulás. En esta administración, ‘la voluntad del pueblo’ es una expresión carente de significado, porque ‘el pueblo’ son los guardas y los hijos de los clérigos. Es la justificación de un líder supremo y clerical, cuyo gobierno es impermeable a las elecciones, y que puede escoger y elegir a los candidatos y, si hace falta, los resultados. Es un concepto muy controvertido en el islam chií. (El gran ayatolá Sistani en Irak, por ejemplo, no lo comparte.) En cuanto a los numerosos iraníes que no son chiíes, les recuerda una vez más que no son considerados verdaderos ciudadanos de la República Islámica.

No me tranquiliza el hecho de que el Imam Rauf respalde públicamente la versión más extrema y represiva de la teocracia musulmana. El membrete de la declaración, por cierto, lo describe como ‘Fundador y visionario de Cordoba Initiative’. ¿Por qué eso tampoco me deleita?

Envalentonado por el carácter burdo de la oposición al centro, sus defensores han comenzado a hablar como si no representara ningún problema en absoluto y, como si se tratara únicamente de una cuestión de tolerancia religiosa. Sería bueno si fuera verdad. Pero la tolerancia es una de las primeras y más incómodas preguntas que suscita cualquier examen del islamismo. Nos equivocamos al hablar como si el único tema fuera el terrorismo. Como Europa Occidental ya ha descubierto, los líderes musulmanes locales tienen la costumbre, cuando se sienten lo suficientemente fuertes, de canalizar exigencias intolerantes. A veces se pide la censura de cualquier cosa ‘ofensiva’ hacia el Islam. A veces se exige la segregación sexual en las escuelas y piscinas. El guión se está haciendo bien conocido. Y los que hacen tales demandas, por supuesto, suelen tener mucho cuidado de evitar cualquier forma de asociación con la violencia. Se limitan a insinuar que, si no se toman en serio sus demandas, podría haber una diminuta chispa de violencia en algún lugar sin nombre…

En cuanto al magnífico mosaico del pluralismo religioso, es bastante fácil de encontrar páginas web y películas de mezquitas que venden los ataques más horribles sobre judíos, hindúes, cristianos, no creyentes y otros musulmanes, por no hablar de las locas diatribas contra las mujeres y los homosexuales. Por eso el falso término islamofobia es tan peligroso: insinúa que toda reserva ante el islam es inmediatamente ‘fóbica’. Una fobia es un miedo o un rechazo irracional. Las prédicas islámicas muchas veces manifiestan esta característica, por lo que la sospecha no es en absoluto irracional.

Desde mi ventana, puedo ver el hermoso minarete de la mezquita de de la Avenida Massachussets, en Washington. Está situada en el corazón del barrio diplomático de la ciudad, y es donde el presidente Bush se dirigió inmediatamente después del 11-S para hacer un gesto hacia ‘religión de la paz’. Hace poco, la esposa de un nuevo embajador me dijo que paseaba a su perro cuando un hombre barbudo la abordó y le ordenó bruscamente que no acercase el animal tan cerca de los recintos sagrados. Taxistas musulmanes en otras ciudades estadounidenses se han negado a llevar a los pasajeros con ‘impuros’ caninos.

Otra característica de mi mezquita local que no me gusta del todo es la exhibición de banderas, que presuntamente muestra a aquellas naciones que ya son musulmanas. Algunas de esas banderas son de países como Malasia, donde el islam apenas tiene una mayoría, o de Turquía, que aún tiene una constitución secular. En las Naciones Unidas, el bloque electoral de las naciones que forman parte de la Organización de la Conferencia Islámica ya está proponiendo una resolución que acota cualquier crítica de la religión en general y del islam en particular. Por lo tanto, antes de que sea utilizado por nuestro Departamento de Estado en nuevas misiones de buena voluntad en el exterior, me gustaría que se le hicieran al imán Rauf algunas preguntas sobre su apoyo a la dictadura clerical en Irán, de momento. Por todos los medios hagamos del debate sobre la ‘Zona Cero’ un examen de tolerancia. Pero será una calle de sentido único si no es también un examen de la tolerancia de los musulmanes”.

Feisal Abdul Rauf. Hertzberg.

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