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Daniel Gascón

ATEOS E ILUSTRADOS

The Economist reseña A Wicked Commpany: The Forgotten Radicalism of the European Enlightenment, de Philipp Blom.

“El ateísmo es un tema candente. En los últimos años escritores como Richard Dawkins, Daniel Dennett, Christopher Hitchens y Sam Harris han escrito libros populares para defender la causa de la impiedad. Pero, como la Biblia nos recuerda, no hay nada nuevo bajo el sol. El último libro de Philipp Blom cuenta la historia de un conjunto de individuos notables en los límites radicales de la Ilustración europea del siglo XVIII, cuyas filosofías decididamente ateas y materialistas negaban la existencia de Dios o el alma. Haciéndose eco de pensadores antiguos como Demócrito y Lucrecio, tenían ideas demasiado revolucionarias incluso para una época revolucionaria.

Es la historia de un escandaloso salón de París, dirigido por el barón Paul Thierry d'Holbach, un patio de recreo filosófico para muchos de los más grandes pensadores de la época. Sus miembros incluyen a Denis Diderot (conocido por ser el editor de la Enciclopedia, pero, argumenta Blom, pensador importante por derecho propio), Jean-Jacques Rousseau, el padre del romanticismo, y el propio barón; incluso David Hume, un empirista escocés famoso, visitaba ocasionalmente.

Alrededor de la mesa generosamente surtida del barón, creció una filosofía que negaba la revelación religiosa y evitaba la moral cristiana. Abrazaba en cambio las pasiones primarias (los motivos fundamentales, decían los philosophes, del comportamiento humano) y la fría razón (que podría dirigir las pasiones, pero no enfrentarse a ellas). Soñaban con una utopía basada en la búsqueda del placer, la racionalidad y la empatía. Su nación ideal no dejaría lugar a lo que veían como el retorcido código de ética del cristianismo, que según ellos premiaba el sufrimiento y la represión autodestructiva.

No sólo era su pensamiento radical, sino que expresarlo era peligroso. Diderot fue encarcelado por sus escritos, una experiencia, afirma Blom, que lo dejó demasiado asustado como para exponer claramente su filosofía y lo llevó a disfrazarla en numerosas obras de teatro, novelas y cartas. El barón d'Holbach publicó la mayor parte de sus obras con seudónimo, lo que lo ayudó a mantenerse a salvo, pero también lo condenó a siglos de oscuridad filosófica (excepto en la oficialmente atea Unión Soviética). Cuando llegó la revolución francesa, sus autodesignados guardianes no tenían sitio para la filosofía de los radicales de verdad. Para Maximilien Robespierre, arquitecto principal del reinado de terror que siguió a la revolución, Dios y la religión eran demasiado útiles para controlar a la población.

El libro de Blom es parte biografía y parte polémica. Esboza los primeros años de Diderot, Holbach, Rousseau y otros actores en el drama, y describe la filosofía que elaboraron. También es una réplica iconoclasta a lo que él describe como la historia ‘oficial’ de la Ilustración, el tipo de historia que se encuentra ‘grabada en piedra’ en una visita al Panteón de París. Allí los cuerpos de Voltaire y Rousseau están sepultados con la bendición del Estado francés. Ninguno lo merecía, sugiere Blom.

Voltaire, insiste, era un pusilánime arribista, demasiado preocupado por su propia reputación y su vida cómoda como para decir algo verdaderamente inquietante. Rousseau le parece aún peor. Al denigrar la razón, celebrar el impulso y defender la represión y la tiranía en nombre de una ‘voluntad general’ vagamente definida, el pensamiento de Rousseau, sostiene Blom, era activamente pernicioso (y, como era de esperar, venerado por Robespierre). Es una tragedia histórica, concluye el autor, que Voltaire y Rousseau ganaran la batalla de ideas, mientras Diderot quedaba reducido a la categoría de editor de la Enciclopedia y Holbach era olvidado por completo.

Incluso hoy en día, e incluso en la laica Europa occidental, el ateísmo atrevido y confiado de Diderot y Holbach resulta ligeramente impactante. Todavía nos aferramos obstinadamente a la idea de un alma que anima, un fantasma espiritual en la máquina biológica. Para Blom, el mundo moderno y supuestamente laico se ha limitado a vestir la ‘perversa’ moral del cristianismo de una manera nueva y mejor camuflada. Todavía odiamos nuestros cuerpos, dice, todavía veneramos el sufrimiento y desconfiamos del placer.

Este es el mensaje del libro de Blom, que no se desvela hasta los últimos capítulos. Cree que la Ilustración está incompleta, traicionada por sus guardianes autoproclamados. A pesar de todos los avances científicos de los últimos dos siglos, el pensamiento mágico y la herencia cultural del cristianismo siguen siendo endémicos”.

He tomado la imagen aquí.

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