Blogia
Daniel Gascón

DOROTHY PARKER Y LILLIAN HELLMAN

DOROTHY PARKER Y LILLIAN HELLMAN

 

Escribe Marion Meade, la biógrafa de Dorothy Parker:

“Poco después, se leyó el testamento de Parker. No fue una sorpresa que nombrara a Lillian Hellman albacea literaria: una mujer de negocios enérgica y perspicaz, era la elección obvia para vigilar las obras. Quizás imaginando que Hellman no necesitaba el dinero, pero más probablemente porque creía en la igualdad racial, Parker decidió poner sus huevos de gorrión donde pudieran hacer algún bien. Dejó todas sus propiedades, incluidos los derechos de autor de sus obras, al reverendo Martin Luther King, Jr., un hombre al que nunca había conocido. Si King moría, irían a la Asociación Nacional por el Avance de la Gente de Color (NAACP).

Cuando le notificaron esa noticia inesperada, que sumaba unos veinte mil dólares sin contar las facturas sin pagar y los gastos del funeral, King estaba perplejo. No tenía ni idea de quién era Parker. Y en lo que respecta a los otros interesados, sus reaccionse pueden describirse mejor como escepticismo, si no shock. En Brockport, Nueva York, a veinte millas al oeste de Rochester, la sobrina de Dottie y su sobrino expresaron su desilusión. Su abogado escribió a Bernstein para ver si podían convencer a King de compartir las propiedades. Al enterarse, Hellman explotó. Y cuando los chicos pidieron por un libro o una pintura firmada como recuerdo personal y quisieron saber dónde estaba enterrada su tía Dottie, no obtuvieron respuesta. (Hellman también desdeñó a una residente de Volney que decía que Parker le había ofrecido su viejo abrigo de piel.) Aparentemente, Hellman estaba contenta con King, en público aplaudía ‘los fuertes sentimientos de Parker sobre las libertades civiles y los derechos de los negros’, y decía que estaba ‘muy impresionada’ por una decisión tan noble. Pero en privado, humeaba. King la irritaba. Aparentemente le recordaba a los predicadores sureños de su infancia. Pero lo que más la indignaba era la traición de su amiga. Habiendo adquirido el control del patrimonio literario de Hammett, Hellman esperaba heredar también el de Parker; de hecho, creía que tenía derecho a él. Como albacea, podía tomar todas las decisiones pero no beneficiarse financieramente; las ganancias de las ventas de la obra irían a King, el nuevo dueño de los derechos de autor. Un año después de la muerte de Parker, el líder de la lucha por los derechos civiles fue asesinado y el patrimonio pasó a ser propiedad de la NAACP, una organización por la que Hellman no tenía ningún respecto porque le parecía tímida e ineficiente. Ignorando el hecho de que King era un vigoroso hombre de 36 años cuando murió Parker, Hellman siguió reprochándole a su amiga el destino de sus derechos de de autor. Sin pelos en la lengua, no se ahorró palabras cuando habló con el dramaturgo Howard Teichmann: ‘Esa maldita zorra de Dorothy Parker. . . No te vas a creer lo que he hecho. Pagué su hotel en el Volney durante años, le pagué los tragos, sus intentos de suicidio… Todo por la promesa de que cuando muriera, me daría los derechos de sus textos… Pero, ¿qué hizo? Se los dejó directamente a la NAACP. Maldita sea’.

Que esas frases no sean ciertas no es relevante: Hellman pensaba que Parker –y Hammett también- le debía algo.

Aunque Hellman siguió lamentando la pérdida de los derechos de Parker, todavía tenía autoridad como albacea, una posición vitalicia. En los meses inmediatamente posteriores a la muerte de Parker, tenía que tomar tantas decisiones que a veces buscaba la ayuda de sus abogados, Bernstien and Paul O’Dwyer. En una carta a Bernstein desde su casa en Vineyard Haven, preguntó, por ejemplo, por el apartamento del voney, que tenía que quedar vacío a finales de Julio. ¿No tenía derecho a disponer de las pertenencias de Parker? ¿Por qué debería decírselo a Ferncliff, dado que no ‘tenía ningún conocimiento de lo que se hacen con los restos incinerados’?
Al mismo tiempo, Hellman tenía las manos llenas de propuestas de negocios. Tanto la Biblioteca del Congreso como la Universidad de Siracusa le pedían que donara los papeles de Parker. Los editores interesados en encargar una biografía incluían At the G. P. Putnam’s Sons, Charles Scribner’s Sons, Random House, Harper & Row, y Viking Press. Algunos individuos próximos a Parker recibieron propuestas. Entre ellos se encontraban el ex editor de George Oppenheim, los escritores William Zinsser y Wyatt Cooper, y la propia Hellman.

La correspondencia entre Hellman y sus abogados demuestra lo rígidamente que guardaba los derechos de la obra de Parker. Su respuesta a prácticamente todas las peticiones era no. Negó el permiso para A Dorothy Parker Portfolio, una producción de Broadway con Julie Harris y Cole Porter, aunque es difícil entender sus objeciones. En el caso de sus biógrafos, dijo que Parker estaba completamente en contra del género. Era una tontería, por supuesto, porque Parker casi nunca rechazaba una entrevista y había hecho varias largas historias orales, entre ellas una breve autobiografía para Paris Review. De hecho, la que despreciaba a los biógrafos y las biografías era Hellman, que decía que eran ‘plumillas de revista contratados por editores avariciosos para alimentar el salaz apetito de los lectores, que producían resultados que no revelaban nada interesante sobre el tema de su obra’. Determinada a ahuyentarlos, Hellman se negó a cooperar, y negó el acceso a fuentes originales y permiso para citar”.

He tomado la imagen de Dorothy Parker aquí.

0 comentarios