CULTURA
“Los grandes logros sociales de este Gobierno se venden mal porque la prensa no es del Gobierno. Todos van a favor de la oposición. Afortunadamente, cada vez se venden menos periódicos”, ha declarado Rosa Regàs, directora de la Biblioteca Nacional. Regàs, que publicó siete libros en el año 2006 y hace unos meses señaló que en España se publican demasiados libros, parece olvidar que hay algunos medios y grupos de comunicación próximos al Gobierno, y despreciar la cantidad de canales de información (impresos, digitales, radiofónicos o televisivos) que cuentan lo que pasa en el mundo. Parte de premisas falsas, pero eso sería lo de menos: más pendiente de la ideología que de los hechos o el bien común, se alegra de que se consuman menos periódicos, cuando la prensa es uno de los instrumentos esenciales de la democracia y de la cultura, y una condición necesaria de las sociedades libres.
Regàs dirige una institución que defiende la lectura, la información y la cultura. Resulta paradójico que prefiera que no se lea en absoluto a que se lea a quienes atacan al Gobierno, y que se muestre partidaria de poner freno a la libertad de expresión. La directora de la Biblioteca Nacional, que dice en una línea que quienes la atacan lo hacen porque odian a Zapatero y a continuación explica que se meten con ella "por ser mujer", lamenta que la derecha pretenda crear “clientes” y no “ciudadanos”, es decir “personas que tienen criterio, que piensan”.
Rosa Regàs afirma que la cultura “es lo único que puede cambiar la sociedad”. Sin embargo, es difícil de entender cuál es su idea de cultura. No parece que tenga mucho que ver con la hermosa definición de la RAE (“conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico”) cuando asegura: “hace dos meses que no leo la prensa, ni veo la tele, ni escucho la radio. Porque me inquieta tanto la crispación que no me deja trabajar. Sé a quién voto, ya sé los insultos y las mentiras por dónde van, y no soy masoquista”.
10 comentarios
Alex Daniel Gazcón -
a. -
Javier López Clemente -
Regás y los periódicos
POR JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
DE la mala situación de la profesión periodística -incrédula en su misión, en sus compromisos y responsabilidades- y de la dispersión del sector de la comunicación en general -de la que los editores son directamente responsables- habla a las claras la impunidad con la que Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional, se ha congratulado de que se vendan menos periódicos, jactándose, a mayor abundamiento, de no oír la radio ni ver la televisión. Para la eximia escritora -por cierto, articulista habitual en más de un diario de los que cobra por sus colaboraciones- los periódicos -ahora ha puntualizado que se refería a los de «extrema derecha» (?) en un intento de salvar los muebles- critican en demasía al Gobierno, aunque «afortunadamente se venden menos».
A este desahogo nadie ha respondido, a salvo de alguna queja sofocada por los calores de la canícula. Y me pregunto si la desatención a la mentecatez de la directora de la primera biblioteca pública de España se debe a su irrelevancia intelectual y literaria, o a que, siendo como es Rosa Regás un paradigma del progresismo ideológico, se da por bueno un exabrupto que no se le hubiese consentido a ningún otro intelectual o autor sospechoso de connivencia con el conservadurismo liberal.
Preferiría suponer que la quietud ante sus palabras se debe más a un acto de caridad hacia la provecta madurez de Regás, aconsejado también por las fechas estivales, que a la concesión de una patente de corso para el inveterado progresismo de la catalana. Sin embargo, no dejo de dar vueltas a la idea de que su afirmación justifica que el nuevo ministro de Cultura -escritor de periódicos, entre otros menesteres-, César Antonio Molina, se cuestione la procedencia de mantener en su equipo de colaboradores a una señora que, por muy progresista que se proclame, se comporta de una manera tan burdamente sectaria. Y si lo que le traiciona a la interesada es su alterado estado nervioso por la reinante «crispación» -hipótesis igualmente verosímil-, el motivo alternativo para despedirla sería igualmente sólido y procedente.
De cualquier forma, y responda la vomitona verbal de Regás a esta o a aquella causa, lo cierto es que un cargo público no puede seguir siéndolo después de congratularse -con equivocación en los datos, lo que a la improcedencia añade la ignorancia inexcusable- de que un sector económico, social y de gran incidencia cultural esté de capa caída. De la directora de la Biblioteca Nacional se esperaría todo lo contrario: el fomento de la lectura de libros y diarios como variable de medición del bienestar social de España. ¿Cómo puede cumplir con su misión institucional una señora que, estando al frente de la Biblioteca Nacional, dice no leer la prensa, ni oír la radio, ni ver la televisión? ¿Qué concepción de la libertad, de la democracia, del derecho a la crítica, del debate social, de la confrontación de ideas y discursos tiene una responsable pública que se jacta -aunque de forma errónea, tan habitual en ella- de la decadencia de los periódicos? ¿Sabe Rosa Regás la relación entre diarios libres y democracia auténtica?
La directora de la Biblioteca Nacional ha dado acabadas muestras de histerismo en los últimos meses. Eso sí, se trata de un histerismo «progresista»: defiende los más radicales logros sociales del Gobierno, apoya con pasión el régimen cubano de Fidel Castro, loa a tiempo y a destiempo a la fenecida República -que echa de menos casi llorosamente pese a haberse comprometido con la Constitución de 1978- y forma parte de ese tropel inevitable de «abajo firmantes» que da calor y color a las pautas de lo políticamente correcto.
Así que es fácil que a Regás le salga gratis su satisfacción publicada por la menor venta de periódicos. No sé qué pensarán los sindicatos de los trabajadores de los rotativos; tampoco lo que tengan en el caletre los editores; ignoro, asimismo, si las asociaciones y colegios de periodistas reaccionarán con coherencia después de las vacaciones, y me resulta un misterio de qué modo puede encajar la afirmación de la novelista en la comunidad literaria, buena parte de la cual tiene en los periódicos, no sólo un soporte para la expansión de su creación intelectual, sino una fuente de ingresos, en muchos casos sustanciosos.
En definitiva, España es tan diferente a cualquier otro país democrático que aquí es perfectamente posible que la directora de la Biblioteca Nacional celebre que la ciudadanía lea menos sin que ni el ministro del ramo -el de Cultura-, ni los representantes empresariales del sector -la AEDE-, ni de los periodistas -la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España y los colegios profesionales, tal que el catalán, tan activo habitualmente- digan «esta boca es mía». Y si me apuran, bastante será con que no le rían la gracia a la guionista de «Abuela de verano» -horrenda serie televisiva-, por aquello de su acendrada entrega a la causa del progresismo.
Fernando Savater ha escrito un artículo -«Regreso al progreso»- en el que fulmina los apriorismos conceptuales que vinculan lo progresista a la izquierda y lo retardatario a la derecha. Ciertamente, existen dos fenómenos que son, por sí y en su efecto político y social, regresivos: los nacionalismos disgregadores étnicos y excluyentes -y la izquierda hace gobiernos con formaciones de esa catadura denominándolos «de progreso»-, y el clericalismo integrista, tantas veces jaleado por la derecha política y que otras tantas le ha condicionado en sus posibilidades democráticas.
A partir de ahí, el filósofo destruye la simetría falaz y maniquea que atribuye la bondad de lo progresista al discurso izquierdista y se lo niega a la derecha, siendo así que hay que estar a lo que una y otra hacen y dicen para determinar la naturaleza positiva o negativa de su acción y de su discurso.
Desde esta perspectiva, la afirmación de Rosa Regás es cavernícola e irresponsable, y combatirla y denunciarla es, precisamente, progresista. Siempre lo será celebrar una sociedad con periódicos críticos y responsables; siempre lo será que los ciudadanos dispongan de información y opinión plural; siempre lo será que los cargos públicos -y entre ellos la dirección de la Biblioteca Nacional-se sientan vigilados, seguidos y hasta escrutados desde una dialéctica periodística que -aunque dura- se abstenga del insulto, la denigración o la humillación pero sí se atenga a la crítica en términos contundentes. Si Rosa Regás no es capaz ni de entender ni de asumir que éste es el juego democrático -su esencia- debe dedicarse a otra cosa o, alternativamente, quien puede hacerlo ha de separarla de la gestión de responsabilidades para las que carece de la más mínima idoneidad.
El progresismo nominalista no es un escudo protector frente al despropósito, la estupidez o el exabrupto y, mucho menos, transforma una afirmación propia de un propalador totalitario y de una política sectaria en una proposición democrática y ecuánime.
Vuelvo al principio porque este asunto concierne al Gobierno y, específicamente, al ministro de Cultura; concierne también al propio sistema por lo que tiene de afrenta a la libertad de expresión y de crítica, pero concierne, sobre todo, a la profesión periodística y a los editores, que deberían ser capaces de ponerse de acuerdo en defender juntos, al menos, la función social, política y democrática de los medios de comunicación. Que son, legítimamente, un negocio mercantil, pero antes, un proyecto intelectual y social al servicio de la libertad. Una novelista trastabillada metida a directora de la Biblioteca Nacional -ni ella a más, ni el cargo a menos- no tiene derecho a poner en almoneda este acervo de legitimidad moral de la Prensa en democracia.
JOSE ANTONIO ZARZALEJOS
Director de ABC
Javier López Clemente -
El miembro de la RAE dedica su Canela Fina a la directora de la Biblioteca Nacional
Luis María Ansón insiste en 'tatuarle' la crítica a Rosa Regàs
10/08/2007 11:28:39
Rosa Regàs intento excusarse por sus críticas a los medios, explicando que los diarios habían malinterpretado sus palabras y que ella sólo se refería a los miembros 'de extrema derecha'. Sin dejar pasar la oportunidad, Luis María Ansón, se emplea a fondo hoy en su 'Canela Fina'. Con el título, 'Rosa tatuada', el periodista ironiza como sólo él sabe hacerlo, sobre la 'alta sabiduría' de la directora de la Biblioteca Nacional y la cataloga como 'inconmensurable novelista' representante de la 'izquierdona'.
Rosa Regás comenzaba la semana recibiendo las reprimendas del sector periodístico, por decir que 'afortunadamente cada vez se venden menos periódicos' en España. A continuación, pretendió corregir sus declaraciones, como explicaban las lineas de El Mundo el pasado jueves, que la directora de la Biblioteca Nacional quiso matizar que se refería a los de extrema derecha.
Sin embargo, lejos de ser aceptadas sus disculpas, se han encajado mal, bastante mal. El rotativo de Pedrojota, calificaba dichas explicaciones de ser una nueva tropelía, lo único que añade es un nuevo insulto. ¿A quién incluye ella en semejante grupo?. Otros medios digitales también recogen el asunto y se refieren a la escritora con frases como estaría más guapa callada, como expresan en Periodista Digital.
De modo que, el académico Luis María Ansón que ya publicó en noviembre un artículo protagonizado por la escritora en El Cultural, debido a su gestión de la Biblioteca del Estado, no ha desperdiciado la oportunidad de reiterar su opinión sobre dicha gestión, así como sobre sus últimos méritos mediáticos.
El artículo comienza refiriéndose al gran sacrificio que hizo al aceptar la dirección del templo de los libros español, honrándonos con su alta sabiduría como inconmensurable novelista. Para pasar más adelante a enumerar sus decisiones, como el destierro de la estatua de Marcelino Menéndez Pelayo entonces situada en la Institución cultural. Y concluye que el cargo al frente de ésta 'le sobrepasa en méritos y capacidades'.
No se detiene el periodista y académico en ese punto, sino que profundiza con la mordacidad y la brillantez que le caracteriza, sobre el carácter de las palabras de Rosa Regàs, en lo que juzga una salida de la izquierdona. La sitúa de esta manera, más allá de la izquierda seria, y aún de la extrema izquierda, para coronoar la izquierdona. Es este calificativo, lo mismo a la izquierda, que lo es señorona a una señora, sentencia Ansón.
Finalmente, las palabras del articulista se centran en el perfil de escritora, recuerda, que antes del actual Gobierno, Regàs había asegurado que 'se exiliaría debido a la ausencia de libertad de expresión', por lo que las mordaces lindezas de Ansón insinúan que espera que el aluvión de críticas y cachondeo surgido contra ella, no la obliguen a exiliarse ahora, ¿pues que sería de la inteligencia española sin la sabiduría de Rosa Regàs?, concluye.
Fernando -
Ángela -
Ver en el Satiricón (http://www.elsatiricon.com/) el artículo "Rosa Regás: la bibliotecaria nacional"
d. -
Jesús -
Nacho -
Javier López Clemente -
No he leído ninguno de sus libros y entró a su actual cargo con muchas ganas de renovar la Biblioteca Nacional. Al parecer si que ha conseguid abrir más la institución de puertas afuera con conciertos, jornadas y conferencias, y digo al parecer porque ha sido el run run que he escuchado desde hace un tiempo, no lo he comprobado "fetén".
Así que tal vez deberíamos juzgarla, además de por sus declaraciones, que muchas veces, quizás demasiada, suenan ruidosas, por su gestión en los asuntos públicos.
Salu2 Córneos y gracias por tus entradas, siempre interesantes.