TEXTOS ATEOS
The Portable Atheist. Essential Readings for the Non-Believer es una antología de textos contra la religión que ha recopilado Christopher Hitchens y que está estrechamente relacionada con el estupendo God Is Not Great (que publicará en castellano Debate esta primavera). Incluye obras de 47 autores, y abarca más de 2000 años, desde Lucrecio hasta Ayaan Hirsi Ali.
El propio Hitchens presenta algunas constantes de la religión en la introducción: es un invención primitiva de los hombres, que arrancaba del miedo y la ignorancia y presentaba como verdad revelada, inmóvil y obligatoria una explicación mítica de fenómenos que ahora entendemos mejor; es un mecanismo de control y represión. Las religiones prometen una vida futura maravillosa y desean, de una forma más o menos pública, que llegue el fin del mundo para alcanzar esa existencia futura; desprecian la vida en el más acá, se regodean en el sufrimiento, y engendran y legitiman la violencia, desde la Inquisición hasta el terrorismo islámico.
Hitchens define la religión como “el enemigo más viejo de la humanidad”, y los textos que incluye en su antología intentan atacarla por medio de la razón. Las diversas ramas de la filosofía y el sentido común han demostrado la incoherencia de los argumentos en favor de la existencia de Dios; la ciencia ha probado que la explicación que las religiones daban sobre el origen del mundo, la curación de las enfermedades o los desastres naturales no es cierta en absoluto; la filología encuentra el plagio, los préstamos de unas religiones a otras y las inconsistencias de los textos sagrados; la historia de las religiones muestra cómo los teólogos intentan reconciliar unos textos primitivos y míticos con una doctrina hipócrita y disparatada, y con las evidencias que pese a sus esfuerzos no han podido ocultar ante la gente; la historia enseña el papel fundamental que ha desempeñado la religión en las guerras, la persecución de minorías y los genocidios, la represión sexual y la discriminación de la mujer, la lucha contra la libertad de expresión y de pensamiento.
Contra la intolerancia
Los textos son muy variados: hay poemas, fragmentos de novelas y ensayos, artículos completos. A veces hay ciertas vacilaciones -el caso más claro es el de Daniel Dennet, porque hay obras de otros autores entre sus dos textos, mientras que en otros casos Hitchens ha optado por colocar seguidas las piezas de un mismo autor; el editor no siempre pone fechas en la introducción que escribe para cada uno de los escritores – pero la ordenación es cronológica. Es una buena elección, porque muestra la evolución de los argumentos: vemos la importancia decisiva de algunos textos, y también cómo ha cambiado la forma de decir las cosas, lo que está permitido y lo que no. Y también evidencia que The Portable Atheist es una defensa de la libertad y un homenaje a los que reivindicaron otra manera de pensar cuando eso estaba prohibido: muchos de los autores que aparecen fueron perseguidos. Desgraciadamente, la intolerancia no sólo recayó en pensadores del pasado como Spinoza: otros colaboradores, como Salman Rushdie y Ayaan Hirsi Ali, que aportan dos textos estupendos, sufren en nuestros días sus consecuencias.
El libro arranca con dos obras en verso: el de Lucrecio fue un texto perseguido, Khayyán se pregunta por qué crearía Alá la vid para prohibir el vino después. La antología reseña este tipo de contradicción con frecuencia: habla de la creencia, pero sobre todo analiza las religiones monoteístas, que adoran a un dios omnipotente, omnisciente, omnipresente y bondadoso que sin embargo castiga a los inocentes, que posibilita pero prohíbe el pecado, que escoge un solo pueblo entre todos los que ha creado, que a veces está celoso de otros dioses. Uno de los textos más elocuentes en ese sentido es “Questions to Ask Yourself”, de Charles Templeton.
Hobbes, Spinoza y Hume
En la primera parte de The Portable Atheist, las objeciones filosóficas son muy importantes. Hitchens incluye un texto de Hobbes: el autor de Leviatán escribió que la ignorancia y el miedo hicieron que los hombres inventasen a los dioses, estudió la religión como un fenómeno natural y no desde la fe, y separó la teología de los asuntos del estado. También hay un fragmento de Spinoza, que debilitó para siempre la noción de un Dios que intervendría en los asuntos humanos y que escribió que “la inconsistencia de la superstición ha sido causa de muchas guerras terribles y revoluciones”, ya que “la luz de la razón no es sólo despreciada, sino que puede incluso ser execrada como fuente de impiedad” y transforma los “comentarios humanos en documentos divinos”, y la “credulidad en fe”. Incluye varios textos de David Hume, que habla de las “malas influencias de las religiones populares” en la moralidad, y que analiza la naturaleza de los milagros (tienden a suceder en regiones lejanas, son mutuamente contradictorios). Hume concluye que debemos considerarlos falsos a menos que “la falsedad del testimonio fuera más extraordinaria y milagrosa que todos los milagros que relata”.
Son tres autores capitales, pero la crítica a la religión también aparece en dos pensadores decisivos para la modernidad: Marx creía que “la abolición de la religión como la ilusoria felicidad de la gente es necesaria para su felicidad real”. Ese elemento ilusorio fue también destacado por Freud (“El secreto de su fuerza reside en la fuerza de esos deseos”), que observó: “Cuando se trata de cuestiones de religión, la gente es culpable de toda suerte de deshonestidad y fechorías intelectuales”. Los textos de Bertrand Russell señalan muchas de esas fechorías: habla, por ejemplo, de las monjas que se desnudan ante un biombo para no ofender a un dios, que, según ellas mismas consideran, lo ve todo; Russell también emparenta la religión con el totalitarismo.
The Portable Atheist contiene muchos textos de filósofos y científicos de corrientes y especialidades distintas, pero también abundan los novelistas y poetas, como John Updike, George Orwell, Philip Larkin, Salman Rushdie, Thomas Hardy o James Boswell. P. B. Shelley afirma que “no hay ningún atributo de dios que no fuera tomado prestado de las pasiones y los poderes de la mente humana, o que no fuera una negación”, y que la universalidad de la creencia en dios no hace que dios sea verdadero. George Eliott escribe un ataque furibundo, Conrad rechaza una interpretación sobrenatural de La línea de sombra, Mark Twain estudia con humor ácido los motivos de dios para crear la mosca y la actuación de la religión frente a la esclavitud, Lovecraft vindica el deseo de saber y de ver las cosas por uno mismo frente a la verdad revelada, Anatole France escribe sobre los milagros, Ian McEwan habla de las pasiones apocalípticas (desde la Segunda Venida de Cristo y sus cambios de fecha hasta nuestros días), critica la falta de honestidad intelectual del clero y llama a la responsabilidad ante la evidencia de que, haya dios o no, éste no parece muy interesado en resolver nuestros problemas.
La ciencia y la historia
Bertrand Russell observa en uno de los textos: “En los últimos 400 años, el clero ha ido perdiendo una batalla contra la ciencia, en astronomía y en geología, en anatomía y en fisiología, en biología y sociología”. Las investigaciones de Darwin sobre el origen de las especies asestaron un golpe mortal a la credibilidad de las religiones, pero sólo confesó que sus descubrimientos lo habían alejado de la fe en su Autobiografía. Hay quien defiende que los fósiles fueron puestos por dios ahí para probarnos, o que considera verídica la historia de Noé, pese a la falta de evidencias geológicas y a lo difícil que resultaría meter en el Arca a todos los seres de la creación. Aunque a menudo intentan desacreditar la ciencia (desde Galileo al Creacionismo), a veces los defensores de la religión emplean a científicos, o vacíos en las explicaciones científicas. Así, se dice que Einstein creía en dios. Hitchens incluye varios textos en los que el científico niega explícitamente la idea de un dios antropomórfico; cuando habla de dios parece hablar del orden del universo, parece utilizar un concepto cercano a Spinoza.
Otros científicos están bien representados: es el caso de Carl Sagan, que compara la creencia religiosa con la creencia en OVNIS o en el Abominable Hombre de las Nieves. Richard Dawkins critica que las iglesias aprovechen los vacíos en la ciencia para respaldar sus tesis, una prevaricación intelectual que busca la certeza en la indeterminación; y explica la incompatibilidad entre la posibilidad de una primera causa y la teoría de la selección natural, y las diferencias de ésta última con el azar. Dawkins subraya que la ciencia vive de lo que no sabe, del afán por conocer, y se encuentra en continuo movimiento, mientras que las religiones se conforman con no investigar y proclamar una interpretación inamovible. Stenger presenta una serie de argumentos físicos sobre el Universo que “tienden a demostrar que Dios no existe”: va más lejos en ese sentido que casi ninguno de los autores del libro. Steven Weinberg considera que los “religiosos liberales no están ni siquiera equivocados” y propone que la ciencia, que ayudó a detener las cazas de brujas en el siglo XVIII, sirva para detener las nuevas oleadas de intolerancia religiosa. Shermer escribe una parodia sobre un Dios que habría creado el mundo en siete días respetando algunas de las conclusiones alcanzadas por la ciencia.
Otros textos explican la irracionalidad de las teorías religiosas y sus terribles consecuencias desde la historia. Mecken habla de un cementerio de los dioses muertos. Según Chapman Cohen (que relaciona el ateísmo con el monismo), la creencia en la virginidad de María es un vestigio de una visión ancestral, que era incapaz de entender la reproducción y consideraba todo nacimiento sobrenatural. Martin Gardner muestra cómo el mito del Judío Errante buscaba sostener una incoherencia del Cristianismo (el regreso de Cristo debía producirse mientras alguno de sus contemporáneos estuviera vivo), y ha tenido largas repercusiones literarias y pésimos efectos para los judíos. Su caso sería parecido al del fervor apocalítpico que analiza Ian McEwan. Carl Sagan escribe sobre la caza de brujas, que causó la muerte (y la ruina: los acusados pagaban el juicio) de miles de inocentes, y Sam Harris habla de la tortura que la Iglesia no rechazó hasta 1816, de la Inquisición y de las leyendas antisemitas que justificaron pogromos, persecuciones y asesinatos durante 2000 años, y que tuvieron su parte de responsabilidad en el Holocausto.
Hitchens también incluye un largo extracto de Ibn Warraq, autor de Por qué no soy musulmán, que explica muchas de las incoherencias del Corán, desde las contradicciones a las incorrecciones gramaticales y a la forma en que presenta a dios este libro, que según afirma la ortodoxia, habría sido dictado por el propio Alá, y continúa determinando la política y la moral de muchos lugares, mutilando la libertad de muchísimas personas .
Warraq cita pasajes que legitiman la conquista y el expolio del enemigo y la sumisión de la mujer y critica el rechazo del Islam a la ciencia: el Corán contiene todo lo que va a pasar en el futuro; “explicarlo todo en los términos de dios es precisamente no explicar nada, es cortar toda explicación”, asegura Warraq. Se pregunta por qué el monoteísmo es mejor que el politeísmo y recoge los tremendos castigos que prescribe este dios misericordioso en el Corán (crucifixión para los enemigos religiosos, emparedamiento de las mujeres por adulterio o fornicación...) o las penas de la sharia.
El argumento moralista
Una de las defensas más comunes a favor de la religión es el argumento moralista: sin Dios, todo estaría permitido; sin religión, nadie se comportaría como es debido. Quien dice esto parece insinuar que el miedo al castigo eterno es lo único que le impide hacer el mal: se trata, como afirma Ayaan Hirsi Ali, de “un chantaje espiritual”, que mantiene a la humanidad en su infancia, en la ausencia de responsabilidades. John Stuart Mill cuenta que su padre consideraba la religión “el mayor enemigo de la moralidad: en primer lugar, por establecer excelencias ficticias –adhesión a credos, sentimientos devocionales, y ceremonias que no tenían nada que ver con el bien de la humanidad- y hacer que fueran aceptadas como sustitutas de virtudes genuinas, y sobre todo, por viciar radicalmente el estándar de la moral, haciendo que consistiera en la voluntad de un ser, sobre el que vertían todas las frases de halago, pero que se mostraba como un ente evidentemente odioso”.
Según Hitchens, no hay ninguna acción admirable efectuada por un creyente que no pudiera haber llevado a cabo un ateo, a partir de valores éticos totalmente independientes de cualquier credo; por otro lado, la religión está estrechamente vinculada a actos de barbarie, como demuestra un ensayo estupendo de Elizabeth Anderson (“If God Is Dead, Is Everything Permitted?”), que recoge numerosas admoniciones al genocidio o al asesinato en la Biblia, así como abundante ejemplos de comportamiento profundamente injusto por parte de dios. “La autoridad moral no reside en dios sino en cada uno de nosotros”, asegura: ni la creencia ni el escepticismo son garantías de un comportamiento ético.
La mayoría de los textos de The Portable Atheist defienden una moralidad separada del sentimiento religioso: es el caso de Mackie, de Grayling (que se burla de la acusación de “fundamentalista ateo” y prefiere hablar de naturalistas frente a supernaturalistas, o sobrenaturalistas), o de Rushdie. El autor de Hijos de la medianoche critica la actitud de las religiones frente al sexo –rechazo a los anticonceptivos y los métodos de barrera, represión, discriminación de la mujer y de los homosexuales, etc.- y reprocha que las guerras religiosas se dirijan casi siempre contra gente indefensa que pertenece a su propia esfera de influencia. Frente a una verdad absoluta y revelada, defiende una posición “ética-secular”: “La libertad es ese espacio en el que puede reinar la contradicción; es un debate infinito. No es la respuesta a la cuestión de la moral sino la conversación sobre esa cuestión”.
En el lecho de muerte
En la antología hay muchos fragmentos teóricos de campos muy diversos, pero también hay extractos más íntimos, como el de Charles Darwin, el artículo previamente inédito de Ayaan Hirsi Ali o el de Penn Jillette. Y hay también un pequeño género: el último argumento de los defensores de la religión es afirmar que antes de morir todos los ateos se arrepienten y creen en dios. Hitchens ha incluido una visita de James Boswell al lecho de muerte de David Hume, que se muestra inflexible; así como dos textos de A. J. Ayer y el filósofo Daniel C. Dennett, que estuvieron al borde de la muerte. Los textos autobiográficos y los relatos de experiencias al borde de la muerte –el miedo a la desaparición y al futuro es una de las causas de la religión- son muy importantes, porque una de las ideas fundamentales de esta antología es la reivindicación de la vida en la tierra. Como escribe Hirsi Ali: “La única posición que no me deja ninguna disonancia cognitiva es el ateísmo. La muerte es segura, y remplazará tanto al canto de sirena del Paraíso como al terror del infierno. Por tanto, la vida en esta tierra, con toda su miseria y belleza y dolor, debe ser vivida con mucha más intensidad: tropezamos, nos levantamos, estamos tristes, confiados, inseguros, sentimos la soledad y la alegría y el amor. No hay nada más; pero yo no quiero nada más”.
The Portable Atheist es un gran libro, muy variado y muy coherente al mismo tiempo. Se le podrían reprochar algunas cosas -el énfasis en las religiones monoteístas, y a veces cierta indulgencia hacia creencias orientales, por ejemplo- pero son reparos menores. Contiene mucha información y puntos de vista, aporta muchos argumentos diferentes, muestra la evolución del pensamiento ateo a través de los siglos, y defiende la razón y la honestidad intelectual, la libertad y la responsabilidad.
15 comentarios
matilde mendoza -
Anperex -
Pablo -
d. -
milena -
No lo encuentro
alberto -
under -
Dos cosas... primero que lo que este tipo hace con la plata que gana vendiendo sus libros es problema de él y no tiene porque dar explicaciones, y segundo que el que lava cerebros estas siendo vos, porque si no le crees al escritor esta en vos, no la gente no necesita una institucion que le diga que hacer.
Ademas estas hablando de la plata que hace el escritor.. y te olvidas de las cosillas de oro que hay en el vaticano. y ¿Para qué las usan?, si las venden y le dan de comer a la gente ¿se enoja Dios?
lena -
y puedes hacerme otra??
¿como haces para mantenerte tan al día de todo y seguir siendo un poeta de la vida a la vez?
d. -
lena -
Podrías recomendarme alguna lectura sobre este tema???
vitor -
vitor -
Jesús Jiménez -
Genial, en mi infancia se me quiso hacer creer que "Dios creó al hombre a su imagen y semejanza".
d. -
Igual necesitan un análisis distinto, pero no son mejores. También tienen un largo historial de crímenes y barbarie, y exigen el suspenso de la razón. El budismo niega al ser humano, anula el pensamiento crítico... El propio Hitchens tiene un capítulo muy bueno en "God Is Not Great" sobre la supuesta "solución oriental".
Un abrazo.
Entrenómadas -
Me haré con el libro. Seguro.
Un abrazo
PD: Qué post más currado.