FUERA DE CASA
Joseph Conrad (Berdichev, Ucrania, 1857- Bishopsbourne, Reino Unido, 1924) decía que había vivido tres vidas: como polaco, como marino y como escritor. En “Las vidas de Joseph Conrad” (Lumen, 2007) John Stape, que ha editado varios libros sobre el autor de “Nostromo” (Belaqva, 2007), habla de esas facetas, pero también de sus experiencias como inglés transplantado, como padre, amigo y marido. Stape ha escrito una biografía muy documentada que se ciñe a los hechos probados, y desmiente algunas versiones románticas alimentadas por el propio Conrad o por ensayistas fantasiosos.
Cuando Jòzef Teodor Konrad Korzeniwski nació, Polonia estaba bajo dominio ruso. Su padre era un nacionalista polaco que tradujo a Dickens, Shakespeare y Victor Hugo. La familia sufrió la persecución del zarismo; Conrad fue un niño enfermizo aficionado a la geografía. Se quedó huérfano y su tío Tadeusz se ocupó de su educación. A los 16 años viajó a Marsella y se embarcó: el mar, y los lugares lejanos que conocería gracias a él, ocuparían gran parte de su vida hasta 1894, y son fundamentales en muchos de sus textos, como “Lord Jim” (Mondadori, 2007) o “El negro del ‘Narcissus’” (Valdemar, 2007).
Se ha hablado de amores trágicos y contrabando de armas para los carlistas. Aunque Stape matiza muchas de estas leyendas, Conrad estaba lleno de deudas e intentó suicidarse en 1878 en Montecarlo; su tío lo socorrió y él se enroló en la marina británica. Se hizo capitán y cambió de nacionalidad: “Yo soy más británico que tú. Tú lo eres simplemente porque no podías ser otra cosa”, le dijo a un amigo. A Stape le resulta más fácil explicar la elección de su tercera lengua, el inglés, como vehículo de expresión literaria, que sus inicios como escritor a finales de la década de 1880: “el paso de la ensoñación a la escritura sigue siendo un misterio irresoluble”. Cuando viajó al Congo –una experiencia que serviría de base a “El corazón de las tinieblas” (Ediciones B, 2007)- en 1890, Conrad llevaba parte del manuscrito de “La locura de Almayer”, su primera novela, que publicaría cinco años después.
La vida sedentaria de Conrad es uno de los aspectos más interesantes del libro. Stape habla de su matrimonio con Jessie; de su frustrante regreso a Polonia, sus viajes a Francia y sus casas en Inglaterra; de sus encuentros y desencuentros con Henry James, Wells, André Gide –con el que discutió por una traducción-, Ford Madox Ford –con el que colaboró- o Edward Garnett, su primer editor, al que debía recordarle que él era polaco y no tenía nada de eslavo; y de la lealtad que le profesaban su agente Pinker o Galsworthy, que ayudó a que consiguiera un pensión del estado.
Hasta que le llegó el éxito en 1913 con “Azar”, Conrad vivió agobiado por las deudas; prefería escribir él mismo los prólogos de sus libros para cobrarlos. No sabía calcular sus gastos, la extensión de sus obras ni lo que le costaría escribirlas. Apoyó el sufragio femenino, disfrutaba con los coches aunque los conducía como si fueran barcos, y aparece como un hombre neurótico y trabajador, que no tenía suficientes lectores, padecía insomnio y gota, y lo pasaba mal escribiendo: “Invalidez constante y calamidad permanente”, “No puedo pensar en nada ni decidir sobre ningún tema”, “No he hecho nada, no puedo hacer nada. La vida es demasiado larga”, decía. Sobre el laborioso proceso de escritura de "Nostromo" declaró: "Mi viaje al continente de Latinoamérica, famoso por su hospitalidad, duró alrededor de dos años. A mi regreso descubrí (para hablar en cierto modo al estilo del capitán Gulliver) que mi familia se encontraba bien, que mi esposa estaba muy contenta de saber que todo el lío había terminado, y que nuestro pequeño hijo había crecido considerablemente durante mi ausencia". Su mala suerte es casi cómica: olvidó una maleta con la única copia de “La locura de Almayer”, retrasó la entrega de un cuento porque se le quemó el estudio y envió el manuscrito de “Karain” en las sacas postales del Titanic.
“Las vidas de Joseph Conrad” es una biografía rigurosa y útil. A veces tiene un aire notarial y no explica bien las opiniones políticas de un escritor que abordó en sus ficciones –a menudo de manera polémica- asuntos como el colonialismo, el terrorismo o la solidaridad, pero es un acierto que Stape no intente imaginar lo que no sabe, y que no interprete la vida del autor a partir de sus obras. Al final, lo que más apetece es leer los libros de Conrad.
John Stape. Las vidas de Joseph Conrad. Traducción de Ramon Vilà. Lumen. 544 páginas.
Esta reseña se publicó el 10 de enero en Artes & Letras. En la imagen, Joseph Conrad.
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