EL BAILE DE LA VICTORIA
‘El baile de la Victoria’ es el regreso de Fernando Trueba a la ficción y también la película más libre del director: mezcla el relato de atracos, el aprendizaje sentimental, la intensidad del western, el humor y la tragedia con un tono romántico y casi ingenuo. Pero sobre todo es la historia de tres personajes desamparados, que interpretan tres actores estupendos: Ricardo Darín es un ladrón legendario, que recupera su libertad pero pierde a su mujer y su dinero; Abel Ayala es un golfillo que tiene una idea para un robo y se enamora de Miranda Bodenhöfer, una chica a la que los escuadrones de la muerte de Pinochet dejaron sin padres y sin habla y sueña con bailar en el Teatro Nacional.
La mecánica de la historia funciona con la naturalidad y la precisión del cine clásico, y te introduce en un mundo de fantasía y fatalidad, que juega con los arquetipos de varios géneros cinematográficos. Santiago de Chile –una ciudad gris y rodeada de montañas- es otra de los protagonistas.
Trueba ha dicho que busca “la emoción por elevación”: la sensación que nos produce ver la belleza, o la búsqueda de la alegría en lo cotidiano. Podemos pensar en la madre que canta en ‘Belle Époque’, o, en esta película, cuando dos personajes comen un bocadillo bajo la lluvia. ‘El baile de la Victoria’ tiene acción, comedia y momentos sórdidos y terribles. Pero también es la historia conmovedora de tres personajes que buscan un lugar en el mundo y elaboran una trama de afectos.
Este artículo apareció en Heraldo de Aragón. En la imagen, Miranda Bodenhöfer.
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