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Daniel Gascón

JOSÉ ANTONIO LABORDETA

José Antonio Labordeta no sonríe mucho en las fotos. Sin embargo, yo lo he visto sonreír muchas veces, y en esos momentos tiene la expresión de un niño que acaba de romper un escaparate.

Cantante, poeta, narrador, político y profesor, Labordeta es el aragonés más importante de las últimas décadas. Encarna como pocos los valores de una izquierda democrática, del amor hacia la cultura, Aragón y la libertad, de la memoria de Zaragoza y el mundo rural, de la atención a lo local y a lo universal, de la pasión por la poesía y la belleza y por las pequeñas cosas y la gente pequeña. Es un ilustrado y el  hombre con el que todos querrían tomar una caña. Pero además ha conservado siempre una rabiosa independencia, una gran curiosidad por el mundo y los jóvenes, y un sentido del humor salvaje. Esas virtudes también están en sus canciones. Tienen una ironía brassensiana, frases inolvidables, imágenes cinematográficas y una autenticidad excepcional: Labordeta es el único artista que conozco que no parece un impostor cuando emplea la primera persona del plural. Algunas de sus canciones más hermosas hablan de amor, y revelan otra característica esencial: una ternura pudorosa y emocionante. Otras canciones de Labordeta tienen un paisaje de perdedores: pueblos sin gente, banderas rotas y santos que se quedan sin cabeza. Pero –por usar sin impostura la primera persona del plural- sus palabras, su humanidad y su talento han hecho que ganemos todos.

Este texto es la solapa del libro Mar de amor, la antología de las canciones de Labordeta que ha editado Antón Castro en Olifante. En la imagen, Labordeta.

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