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Daniel Gascón

SEBRELI Y EL HUMANISMO

Escribe Juan José Sebreli casi al final de su magnífico ensayo El olvido de la razón (Debate, 2007):

“Los conceptos de ‘historia’, ‘sujeto’ y ‘universalidad’ se apagaron en el siglo XX tardío ante el avance del estructuralismo y el postestructuralismo, y también, aunque por otros motivos, del positivismo y el neopositivismo. El declive del paradigma estructuralista en el cambio de siglo abrió la posibilidad a nuevas alternativas, hasta entonces olvidadas; pero, al mismo tiempo, acechaban otros peligros. Los largos años de relativismo cultural dejaron desarmado al pensamiento racionalista y democrático para enfrentarse al auge actual del fanatismo y la violencia de los fundamentalismos religiosos, raciales y étnicos, que provienen tanto de Oriente como del propio interior de Occidente, coincidentes, todos ellos, en su odio a la modernidad y la secularización y, bajo el nombre nuevo de ‘multiculturalismo’, la defensa anacrónica de formas de vida arcaicas.

El pensamiento racional y crítico está hoy acorralado entre dos fuegos: contra los dogmatismos fundamentalistas debe reivindicar la libertad de expresión, el diálogo democrático, la pluralidad. A la vez, contra el relativismo debe admitir que no todas las opciones tienen idéntica validez; que hay algunos valores, como la libertad y la igualdad, por encima de otros. Si se niega, como hace el relativismo, todo criterio de valoración sobre los distintos sistemas éticos, se terminan aceptando, en nombre de la tolerancia ‘multiculturalista’, opresiones, estupideces y crímenes característicos de determinadas identidades culturales. Las libertades individuales y los derechos humanos, bajo la égida del relativismo, corren el peligro de dejar de ser inalienables, como ya lo admitiera el propio Lévi-Strauss.  

La fundamentación objetiva de los valores es un problema difícil de solucionar en una sociedad democrática y laica que desecha legitimarse por lo trascendente o por una esencia humana idiosincrásica prefijada y, a la vez, no acepta el relativismo esencial de los valores negadores de la universalidad de la razón y la objetividad de lo verdadero y lo justo.

En el combate contra el relativismo y el escepticismo es inevitable encontrarse con compañeros de ruta inquietantes: el neoconservadurismo inspirado en Leo Strauss , el elitismo culturalista de Allan Bloom , el fundamentalismo evangelista o la teología católica de Joseph Ratzinger.

Los relativistas que, apelando a estas coincidencias, desvalorizan el antirrelativismo racionalista incurren en una serie de falacias. Una de ellas, la falacia de composición, presupone que la coincidencia en una de las partes implicaría la coincidencia del todo. La otra falacia es la de la mala compañía, que cuestiona una idea si es sostenida por personajes o entidades desprestigiadas, eludiendo así tener que argumentar para refutarla.

El uso de estas falacias consigue reacciones emocionales, cierto impacto psicológico, pero carece de toda validez lógica. Del acuerdo en las conclusiones no puede inferirse que lo haya también en la premisa, se confunde una premisa posible con una necesaria y se ignoran otras opciones que, fuera de la tradición y la religión, nieguen el relativismo.”

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