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Daniel Gascón

RELIGIÓN

Como cada pocos días, El País publica hoy una página sobre los católicos progresistas. Están alarmados por la deriva integrista del Papa Benedicto XVI. Entre ellos hay algunos que han defendido los derechos humanos con valentía, y su concepción de la religión está más cerca del diálogo y parece levemente más compatible con el mundo que la de los creyentes más tradicionales. Pero resulta sorprendente que un medio teóricamente laico continúe usando a los católicos aceptables, que se enfrentan a las posiciones del Vaticano y a la intransigente Conferencia Episcopal española, como puntos de referencia moral. Es una estrategia contraria al laicismo y al progreso.

El periodista cita, como argumento de autoridad en apoyo de los protagonistas de su artículo, la evaluación que el Sínodo Extraordinario de Roma hacía del Concilio Vaticano II: “ha sido una gracia de Dios y un don del Espíritu Santo, del que se han derivado muchísimos frutos espirituales para la Iglesia universal y las Iglesias particulares, así como también para los hombres de nuestra época”. La apertura de la Iglesia, como la defensa de los oprimidos en algunos lugares de Latinoamérica –en el Salvador mejor que en Nicaragua-, el reconocimiento muy tardío de numerosas barbaries o la resistencia frente al comunismo en Polonia, coinciden con ese periodo, que también ha presenciado numerosas muestras de intolerancia y barbarie por parte de la Iglesia católica (y más todavía por parte de otras confesiones). No obstante, la frase está llena de falsedades y supersticiones: el Concilio lo acordaron personas y no una gracia ni un espíritu, “frutos espirituales” es un concepto resbaladizo.

Juan José Tamayo ha declarado: “Lo que sí se puede decir es que somos los perseguidos por la defensa de la justicia que brota de la fe”. Pero ni la justicia ni su defensa brotan de la fe: son valores humanos, universales y laicos. La aseveración juega con dos barajas –los efectos positivos de la religión derivan de la fe, pero los negativos son accidentes o perversiones-, y demuestra que los teólogos progresistas comparten muchas cosas con los conservadores: unos y otros nos piden que suspendamos nuestra capacidad de raciocinio.

1 comentario

ana -

gran misterio universal: hay o no hay católicos progresistas? pues no, hala.



(sabes q estoy condenada a chéjov este verano? me saqué un audiolibro de la biblio y fui a devolverlo ya cuando el edificio estaba en obras).

un beso