YASMINA REZA DEFIENDE A MILAN KUNDERA
1.
Yasmina Reza escribe sobre Milan Kundera:
“Es difícil perdonarle a un hombre que sea grande e ilustre. Y todavía menos, si reúne esas cualidades, que sea silencioso. En el imperio del ruido, el silencio es una ofensa. El que no consiente a la revelación, a alguna forma de contribución pública más allá de la obra, es una figura molesta y una diana por elección propia.
Milan Kundera se ha expresado plenamente en su obra. Ha hablado de sí mismo, de su vida, en piezas sueltas, pobladas de personajes inventados (los “egos experimentales”), que examinan la incomodidad del ser humano y le buscan una salida. Jamás ha cedido a al mandato tácito que quiere hacer del escritor un guía, un filósofo (sus ensayos son preguntas), un historiador o, de manera más perniciosa, un hombre que tendría cuentas que rendir.
El hombre Kundera se sostiene, en solitario, junto a su obra, huyendo de lo que él llama el acontecimiento: “¿Qué es el acontecimiento? Una actualidad tan importante que atrae la atención de los medios. Sin embargo, uno no escribe una novela para construir un acontecimiento sino algo duradero”. Y ahora un documento, un testimonio verbal que data de 1950, cuya autenticidad no puede corroborar ninguna persona, exhumado sesenta años después de los hechos que relata y comunicado a los cuatro rincones del mundo, viene a imponerse trágicamente en forma de acontecimiento.
“Me ha pillado completamente desprevenido esta cosa”, dice él, “que no me esperaba en absoluto, de la cual no sabía nada, y que no ha tenido lugar”. Me emociona infinitamente el sesgo torpe de esa frase que engloba en la palabra “cosa” la puesta al día de este informe policial y el hecho del que se le acusa. No obstante, hay algo que sí ha sucedido. Lo que ha tenido lugar es la inconsecuente estela de polvo mediático, la ambigüedad de ciertos titulares, el asqueroso condicional (“habría denunciado”...), más sinuoso y acusador que una afirmación; lo que ha tenido lugar es la introducción de la duda, la suciedad, la sombra súbita proyectada sobre una vida y una obra de excepción.
Y, por encima de todo, es la razón de estas líneas: la impotencia absoluta de un hombre frente a esa concatenación. No tiene a su disposición ninguna respuesta posible. Tras el desmentido original, cualquier toma de la palabra sólo serviría para alimentar el proceso acusatorio. En 30 segundos se puede barrer la vida de alguien que tiene buena conciencia de cumplir con su deber y con su oficio.
No ha habido ninguna investigación seria, y, lo que es más frecuente, ninguna precaución a la hora de difundir una información de poca confianza. Las palabras son parte activa de lo real. Pronunciadas o escritas, toman prestados caminos imprevistos que pueden resultar destructivos. Habría que detenerlas a tiempo.”
2.
Un nuevo testigo siembra dudas sobre el informe. También aquí y aquí.
En la imagen, Yasmina Reza.
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