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Daniel Gascón

LA FAMA, EL AMOR Y LA MUERTE

LA FAMA, EL AMOR Y LA MUERTE

 

Annie Leibovitz (Waterbury, Conneticut, 1949) ha hecho muchas fotografías que se han convertido en iconos: la portada de “Rolling Stone” que muestra a John Lennon desnudo, enrollado sobre Yoko Ono, sólo unas horas antes de su muerte; la imagen de Demi Moore embarazada en la cubierta de “Vanity Fair” o Jack Nicholson en Mulholand Drive, con una bata y un palo de golf. La exposición “A Photographer’s Life” recoge su trabajo entre 1990 y 2005, y puede verse en la National Portrait Gallery de Londres hasta el 1 de febrero.

Leibovitz perdió en pocos meses a su amante, Susan Sontag (1933-2004), y a su padre, y esas dos muertes son, en cierto modo, el punto de partida de esta exposición. La fotógrafa quería hacer un libro para el funeral de Sontag, a la que había conocido a finales de los años 80. Empezó a buscar los retratos que le habían hecho otros fotógrafos, como Richard Avedon, Diane Arbus o Cartier-Bresson, y después buscó los suyos, en una especie de “excavación arqueológica”, que le permitió volver a descubrir las fotografías de su casa, de su familia o de sus viajes. Cuando preparó una antología de su trabajo en los últimos años, decidió incluir también esas imágenes: la exposición y el impresionante catálogo “A Photographer’s Life (1990-2005)” (Random House, Nueva York, 2006) recogen encargos de revistas como “Vanity Fair”, “Vogue” o “Condé Nast Traveler” y fotografías más íntimas. “No tengo dos vidas, sino una sola. Y tanto los retratos personales como los encargos forman parte de la misma”, escribe Leibovitz, que asegura que esta obra “es lo más cercano a mí que he hecho nunca”.

“A Photographer’s Life” es casi una película sobre el trabajo, el amor, la fama y la muerte. El libro está ordenado de manera cronológica, con algunos saltos. Aparecen muchos retratos que hemos visto en las revistas. Algunos tienen los colores intensos, casi de cómic, y las propuestas entre humorísticas y provocadoras típicas de Leibovitz: Jim Carrey aparece sin camiseta y gritando; Scarlett Johansson está semidesnuda en un sofá; Arnold Schwarzenegger esquiando; Kate Moss y Johny Depp sobre la cama de un hotel, The White Stripes se lanzan cuchillos y Jamie Fox se manosea la entrepierna disfrazado de gángster. Son fotos con luz muy fuerte; algunas tienen aspecto de anuncio publicitario y se basan en la complicidad entre Leibovitz y el retratado. Pero muchas otras tienen un aire más sereno.

Retratos

Hay retratos de actores y cineastas, como Nicole Kidman, Uma Thurman, Al Pacino, Michael Moore y su equipo, Brad Pitt; escritores como Eudora Welty, Joseph Brodsky o William Burroughs; imágenes estupendas de atletas –Leibovitz fue la fotógrafa oficial de los Juegos Olímpicos de Atlanta- como Michael Jordan, Carl Lewis, el equipo estadounidense de natación sincronizada, Martina Navratilova, Gwen Torrence, O. J. Simpson. Aparecen muchos músicos: Philip Glass con su piano; Mick Jagger sin camiseta; Keith Richards en su despacho; Bruce Springsteen revisando las letras de sus canciones; el perfil lleno de arrugas de Willie Nelson. Tres de las mejores fotos muestran a Patti Smith con sus hijos, sobre una cama; a Mikhail Baryshnikov y Rob Besserer en la playa, y a la familia Cash en el porche de casa. Hay retratos de estudio, pero son más poderosos los que muestran al personaje en su lugar de trabajo, como el que enseña a Bill Gates con un ordenador. Leibovitz hace un retrato bastante solemne de Richard Avedon, y otro de su cámara. “No me había dado cuenta hasta entonces de lo mucho que me había influido”, dice.

La historia y la política también aparecen en la exposición. Leibovitz fotografió a los Clinton durante la noche electoral de 2000, la primera victoria de Bush; retrató a Bill Clinton en su despacho, a Colin Powell y Norman Schwarzkopf, el general que dirigió la primera Guerra del Golfo; e hizo una foto inolvidable del primer gabinete de Bush, con Cheney, Rumsfeld, Powell y Rice. Estuvo durante la guerra de los Balcanes en Sarajevo, donde Susan Sontag montó “Esperando a Godot”. Las imágenes muestran a los actores con Sontag, los heridos en el hospital, y la redacción del “Oslobodjenje”, un periódico que se publicaba en la ciudad asediada por las bombas y los francotiradores. Otra instantánea muestra la bicicleta de un niño junto a una mancha de sangre: el dueño de la bici murió poco después. Leibovitz fotografió las columnas de humo tras el atentado del 11 de septiembre desde su casa de Nueva York, e hizo un reportaje estremecedor de la Zona Cero.

Los encargos de las revistas se alternan con las fotografías de la vida privada de Leibovitz. El orden resulta más claro en el libro que en la exposición, que recoge unas 150 fotografías. En el catálogo, hay imágenes de paisajes que sirven de transición. Son lugares célebres: el Monument Valley, Venecia, la Ópera de París. La gran mayoría de las fotografías personales de Leibotviz son en blanco y negro; en la exposición, muchas de ellas son de menor tamaño que las fotos para la revista. A menudo, son secuencias e incluyen imágenes desenfocadas. Muestran reuniones familiares, casas y escenas de la vida cotidiana. Marilyn, la madre de Leibovitz, es uno de los grandes personajes del libro: la vemos en la playa, haciendo ejercicios gimnásticos en bañador, descalza en la cocina, con su marido, en el 50 aniversario de boda, con los hermanos de Leibovitz, en la casa que la fotógrafa compró en el campo y en un retrato formal. Aparecen la muerte y la vida: Leibovitz muestra el cadáver de su padre, y el dolor de su madre y su hermana, y el nacimiento de sus hijas: Sarah, a la que tuvo a los 51 años, y las gemelas Susan y Samuelle, que nacieron de una madre de alquiler en 2005.

Susan Sontag

La familia es uno de los ejes que dan sentido al libro. Y otro es Susan Sontag. El catálogo se abre con una imagen de la escritora en Petra, Jordania: “Llegas hasta allí a través de una larga garganta que se abre de pronto a una vista de una enorme fachada clásica excavada en la roca. Es espectacular, con enormes columnas y frisos. Allí es donde está Susan. Le encantaban el arte, la arquitectura, la historia, viajar, las sorpresas. La fotografía encarna todo eso. El descubrimiento. Sabía muchas cosas, pero siempre quería descubrir algo que no conocía antes”, escribe Leibovitz. Después de acabar un libro, a Sontag le gustaba hacer un viaje. La vemos en Egipto, Bosnia, en México, en Venecia; mirando la casa de Leibovitz en París desde el otro lado del Sena; dormida en el sofá y en la cama; desnuda en la bañera; en la playa, con la hija de Leibovitz; fumando; disfrazada en Nochevieja. Vemos también las notas de “El amante de volcán” o su colección de piedras. La escritora es la autora de algunas de las fotografías de la exposición: por ejemplo, la que muestra a Annie Leboivitz embarazada, o las imágenes del nacimiento de Sarah.

Susan Sontag sufrió un cáncer de útero en 1998. Leibovitz registra su tratamiento: las sesiones de quimioterapia, el corte del pelo. En 2004 le diagnosticaron un síndrome mielodiplásico, un precursor de la leucemia, que la acabaría matando. En esa ocasión, Leibovitz no hizo fotos durante la enfermedad. Pero sí tomó imágenes de su traslado a Seattle, donde le hicieron un transplante de médula que salió mal, de sus últimos momentos –irreconocible, destrozada- en Nueva York, e incluso de su cadáver. Esas fotografías –que David Rieff, el hijo de Sontag, ha criticado en “Un mar de muerte” (Debate, 2008)- parecen un testamento traicionado y son las más perturbadoras de una exposición inolvidable.

Este artículo apareció en el suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón el 8 de enero de 2009.

En la foto de Leibovitz aparecen Patti Smith y sus hijos. La he tomado aquí.

 

2 comentarios

d. -

Muchas gracias, Raúl.

Raúl -

Así que has visto la exposición... Qué envidia!
Me ha gustado mucho el artículo.