LA RELIGIÓN CONTRA EL INDIVIDUO
1.
Un editorial de The Economist sobre la delirante y peligrosa resolución del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que señala que difamar la religión supone un atentado contra la dignidad humana.
“Hay una insidiosa confusión de categorías aquí, que resulta clara cuando comparas esta resolución con el lenguaje más riguroso de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada en 1948 con un espíritu de repulsión ante el fascismo. Ésta afirma el derecho de los seres humanos, actualmente afianzado por la teoría y (la mayor parte) de la práctica de las democracias liberales. Mantiene el derecho de la gente a vivir libre de la persecución y el arresto arbitrario; a tener cualquier fe o ninguna; a cambiar de religión; y a disfrutar de la libertad de expresión, que según cualquier definición justa incluye el derecho a estar de acuerdo o en desacuerdo con los principios de cualquier religión.
En otras palabras, protege a los individuos: no a las religiones ni a ninguna otra colección de creencias. Y ésta es una distinción vital. Porque no es posible sistemáticamente proteger a las religiones o a sus seguidores de la ofensa sin infringir los derechos de los individuos.
¿Qué intentan poner fuera de la ley los borradores de la resolución del congreso? A juzgar por lo que ocurre en los países que presionaron a favor del voto –como Arabia Saudí, Egipto y Pakistán-, utilizan la palabra ‘difamación’ para designar algo cercano al delito de blasfemia, que se define como manifestar desacuerdo con la lectura oficial del islam. En muchos de los 56 países de la Organización de la Conferencia Islámica, que ha impulsado la prohibición de la “difamación”, tanto los no musulmanes como los musulmanes que manifiestan su desacuerdo (incluso en cuestiones técnicas de la interpretación del Corán) son frecuente sujetos a la persecución que la declaración de 1948 intentaba evitar. Ése es un verdadero problema de derechos humanos”.
2.
Nick Cohen añade:
“La revista cita de pasada que el ataque a la libertad de pensamiento fue liderado por ‘la poco sagrada Trinidad de Pakistán, Belarús y Pakistán’. Yo habría pasado un poco más de tiempo en ese trío. Pakistán es un país musulmán, obviamente. Pero Belarús es una decaída reliquia Brezhneviana, ‘la última dictadura en Europa’. Venezuela está dirigida por un populista carismático que quiere ser presidente vitalicio. Ninguno de ellos es un país musulmán ni nada parecido. De hecho, la doctrina de los viejos comunistas de Belarús era un ateísmo militante, y Chávez dice que es socialista. Pero apoyan una ley contra la blasfemia universal impulsada por los países islámicos. Lo que vemos es una alianza de fuerzas antidemocráticas contra la democracia y el liberalismo. No importa que las medidas teocráticas contradigan todo lo que una vez creyeron los dirigentes de Venezuela y Belarús. Son antioccidentales y eso es bastante”.
3.
Una reseña de From Fatwa to Jihad, de Kenan Malik.
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