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Daniel Gascón

TÓPICOS

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La profesora y traductora Luz Gómez ha publicado Diccionario del islam y el islamismo. En una entrevista ha dicho cosas como éstas:

"Escribí mi tesis doctoral mientras trabajaba con islamistas. Es cierto que, en determinados momentos, me autolimitaba. Ahora bien, también te autolimitas en otras sociedades machistas, como la española, sin ir más lejos".

Sé que en España los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos. Pero no sé exactamente cuál es la sociedad de la comparación. No sé si se Luz Gómez se refiere al mundo islámico en general (donde, según decía el otro día la activista Zainab Salbi, el 40 % de las mujeres no trabaja y el 55 % no sabe leer) o los países musulmanes moderados o a los países donde se ha impuesto la ideología islamista; ni si se refiere a los países en los que impera la ley islámica la mujer es un ciudadano de segunda clase (como Irán, Pakistán o Arabia Saudí); a los estados en los que el testimonio de la mujer vale la mitad que el de un hombre; a los lugares en los que una mujer violada puede ser condenada por adúltera, en los que el adulterio se castiga con lapidación (como en Somalia, donde se ejecutó así a una chica de 13 años), en los que se azota a una mujer por pasear con un hombre que no es de su familia (como en el valle del Swat), en los que no pueden salir sin ser vigiladas (como en Arabia Saudí), en los que se producen matrimonios concertados de chicas menores de edad, en los que el crimen de honor es moneda corriente (como en Palestina, aunque también se han producido estos crímenes en comunidades inmigrantes en Europa), en los que se arroja ácido a la cara de las niñas que van a la escuela, a los países en los que el analfabetismo entre las mujeres alcanza el 71,5 % como en Pakistán o Yemen (frente a un 46,8 % y un 30,5 % entre los hombres) o el 21,5 %, como en Turquía (frente a un 5,6 % entre los hombres), según datos que publicó la ONU en 2005; o si se refiere a las áreas en las que se obliga a las mujeres (incluso a las corresponsales de los medios extranjeros, como en Irán) a llevar el velo islámico, a los lugares en los que la vida civil está dominada por los textos religiosos, como el Corán, que dice:

Los hombres son responsables de las mujeres, y DIOS los ha dotado de ciertas cualidades, y ha hecho que ganen el pan. Las mujeres justas aceptarán alegremente esto, puesto que es el mandato de DIOS, y honrarán a sus maridos en su ausencia. Si encuentras rebelión de la mujer, primero hablarás con ella, luego la abandonarás en la cama, después puedes pegarle. (4:34)

Tras esta equiparación irresponsable, que resulta algo insensible si pensamos en los millones de mujeres sojuzgadas por la religión y sus intérpretes, Luz Gómez añade unos cuantos muertos al 11-M (“un atentado como el que se produjo el 11 de marzo de 2004, con más de 200 muertos”), y tanto ella como el periodista a lo largo de todo el artículo practican una distorsión común: mezcla la crítica a la religión con el racismo (“yo no diría que exista una especial xenofobia contra los marroquíes emigrantes o contra los musulmanes en general”), el análisis de una ideología con el prejuicio hacia el que es diferente. Es una confusión peligrosa: prepara el terreno para que criticar los preceptos más repugnantes de la ideología islámica se convierta en un ataque racista a la identidad de unas personas, a las que se define antes por su religión –y por la versión de esa religión que algunos, muchas veces los más intransigentes, quieren imponer- que por su condición de seres humanos con derechos individuales.

El periodista, entretanto, aplaude: “esta profesora de la Universidad Autónoma de Madrid desmonta muchos tópicos sobre el islam”.

He tomado la imagen aquí.

 

 

1 comentario

Hans -

Supongo que quienes no tenemos trascendencia pública no tenemos la necesidad histérica de vender corrección política. Toda la alocución de esta persona es una perfecta sarta de insensateces (prefiero pensar que no hay trastienda de compensaciones económicas) absolutamente desconectada de la realidad. Das, como siempre, en el clavo: no es otra cosa que un argumentario para preparar el terreno con objeto de que "criticar los preceptos más repugnantes de la ideología islámica se convierta en un ataque racista a la identidad de unas personas". Y ojo, amigo: has empleado el término 'repugnante' para referirte a entresijos de su texto sacro. Cuida, no sea que te apliquen una Fatwa.
P.S.: Lo más patético es la idiocia de cierta progresía ilecta que sigue orgasmando cuando lee esta clase de textos.