DIOSES Y MUJERES
1.
Robert Wright escribe sobre los chamanes y las religiones primitivas:
“Dudo que los líderes espirituales y generosos fueran más comunes en la época dorada del chamanismo que ahora, o que la búsqueda espiritual estuviera algo menos corrompida por la manipulación y la charlatanería que ahora, o que hubiera una filosofía coherente del chamanismo que tuviera más sentido que la religión media de hoy.
Por supuesto, no hay manera de resucitar culturas muertas para descubrirlo, y por definición no hay un documento escrito de las sociedades prehistóricas. Pero tenemos lo siguiente mejor: informes de antropólogos que visitaron sociedades de cazadores-recolectores antes de que el contacto con la modernidad los hubiera corrompido. Esos antropólogos observaron a los chamanes haciendo lo que los chamanes hacen: profetizar, curar, mejorar el tiempo, conjurar a los malos espíritus, etcétera. Y los documentos antropológicos sugieren lo siguiente sobre la era del chamanismo:
1) Había mucho fingimiento. Se ha visto sangrar profusamente a chamanes esquimales al contacto de un arpón ceremonial, asombrando a un público ignorante de la vejiga llena de sangre bajo sus ropas. El truco con el que los chamanes ‘chupan’ un objeto maligno de un paciente enfermo y después lo muestran dramáticamente funciona tan bien que se ha observado en Tasmania, Norteamérica, y en tierras entre las dos. Abundan ejemplos.
2) Muchos chamanes estaban allí por el dinero. A cambio de tratar a un paciente, un chamán podría recibir ñames (en Micronesia), trineos y arreos (entre los esquimales orientales), abalorios y cocos (entre os Mentawai de Sumatra), tabaco (entre los ojibwas de Norteamérica) o esclavos (entre los Haida del Canadá occidental). En California, si un chamán Nomlaki decía ‘Estos abalorios son bastante ásperos’, significaba que necesitaría más si iba a curar algo ese día.
3) Los chamanes –al menos algunos- estaban allí por el sexo. En su estudio clásico La ley del hombre primitivo, E. Adamson Hoebel observó que ‘Un chamán poderoso de reputación establecida puede denunciar a un miembro de su grupo como culpable de un acto repulsivo hacia los animales o espíritus, y puede decretar una pena... Una expiación aparentemente común es decirle a una mujer que supuestamente ha errado que tenga relaciones sexuales con él (el poder sobrenatural del chamán equilibra los efectos del pecado de ella). Un buen trabajo si puedes conseguirlo. Otras veces el cambio de magia por sexo era más sutil. Los chamanes ojibwa recibían ‘remuneración mínima’, trabajaban por ‘prestigio, no paga’ Uno de los símbolos del prestigio del liderazgo religioso era la poligamia... Los líderes masculinos tenían más de una esposa’
4) Los chamanes –al menos algunos de ellos- dirigían chanchullos basados en la protección. Aquí habla el antropólogo sobre los chamanes de las islas Andamanese: ‘Se cree que pueden traer problemas, enfermedad y muerte a aquellos que no muestran su fe de forma sustancial; así, generalmente consiguen lo mejor de todo, porque se considera estúpido negarlos, y no tienen escrúpulos a la hora de pedir cualquier artículo del que se encaprichen’. Entre los ona de Tierra de Fuego, el pago por servicio era raro, pero, como observó un antropólogo, ‘Uno se abstiene de todo’ que pueda poner al chamán ‘de mal humor o irritarlo’.
En lo que respecta a la filosofía del chamanismo (la visión que, en palabras de Rutherford, nos muestra ‘como funciona realmente el mundo): bueno, en su mayor parte, la cosmovisión de los chamanes era parecida a la de los seguidores de la primera religión abrahámica, salvo que con más dioses, más espíritus malignos, y más cruda superstición (aunque hay más cruda superstición en la Biblia de lo que cree la mayoría de la gente).
Por supuesto, algunos chamanes tenían la ventaja, en comparación con las figuras bíblicas, de drogas psicodélicas’.”
2.
Ophelia Benson y Jeremy Stangroom han escrito en Does God Hate Women?:
Bueno, qué se puede decir. Las autoridades religiosas y los clérigos conservadores adoran a Dios que es un verdugo horrorosamente cruel, injusto y vengativo. Adoran a un Dios de niños de 10 años, un Dios de abusón de patio de recreo, un Dios de violadores, de bandas, de proxenetas. Adoran –pese a la retórica sobre la justicia y la compasión- a un Dios que se pone del lado del fuerte contra el débil, un Dios que elogia el privilegio y castiga el igualitarismo. Adoran a un Dios que es masculino y se une a otros hombres contra las mujeres. Adoran a un matón. Adoran a un Dios que cree que las niñas deben casarse con hombres adultos. Adoran a un Dios que mira con aprobación cuando un adulto viola a una niña porque está “casado” con ella. Adoran a un Dios que cree que una mujer debe recibir 80 latigazos porque su pelo no estaba completamente cubierto. Adoran a un Dios que se siente satisfecho cuando tres hermanos golpean a sus hermanas hasta la muerte con hachas porque una de ellas se casó sin el permiso paterno.”
3.
“La comparación con la ira internacional dirigida contra el apartheid es instructiva. La opresión de los negros fue una vez una afrenta a la conciencia del mundo. Cuando volvemos hacia la opresión a las mujeres, sin embargo, descubrimos que Naciones Unidas pierde su conciencia y anima las ideologías de sus opresores. En 1990, ministros de exteriores musulmanes desafiaron la primera línea de la Declaración de Derechos Humanos al reemplazar la sonora formulación de que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos’ con la Declaración de Derechos Humanos de El Cairo que anuncia que ‘todas las criaturas son siervos de Alá’. La declaración de la ONU dice que todo el mundo tiene derecho a sus derechos y libertades estipulados sin ‘distinción de ningún tipo’. La declaración de El Cairo dice que los derechos pueden restringirse por “mandato de la sharía”. Nada en ella prevé los matrimonios forzosos de niñas, o la pena de muerte por apostasía, homosexualidad y la traición del ‘honor’ familiar.
Lejos de luchar contra este asalto directo a los derechos de las mujeres, la ONU siguió adelanta y produjo la idea de que aquellos que critican la sharía son culpables del crimen de ‘difamar la religión’. En Occidente, la pregunta ‘¿Ha muerto el feminismo?’ es una de las preferidas de los clubes de debate, pero una mirada alrededor muestra que continúa con salud fuerte. No quiero infravalorar el sexismo presente, las diferencias salariales y las dificultades de las madres trabajadoras, pero donde las mujeres disfrutan de libertades esas causas avanzan. Para resumir el avance en una frase, es políticamente imposible, tanto en la izquierda como en la derecha, que un líder de un partido excluya a las mujeres del gabinete en un país avanzado.
Sin embargo, al mismo tiempo, el arzobispo de Canterbury puede llamar a que se imponga la sharía a las mujeres musulmanas británicas, seguro de que las mujeres de su iglesia asentirán aprobadoramente. De forma similar, el ex presidente del tribunal Lord Phillips puede pedir la sharía en la Mezquita East London y las abogadas no le recordarán que el templo es un centro de Jamaat-i-Islami, que insiste en la India en que los maridos que echan a sus mujeres no tienen obligación de pagarles nada.
La emancipación de las mujeres es necesaria y esencial para mujeres de piel blanca en Londres pero no para mujeres de piel oscura en Lahore. O, para movernos de lo global a lo local, la emancipación de las mujeres es esencial y necesaria para las mujeres blancas de Hampstead y Highgate pero no para las mujeres de piel oscura de Bethnal Green y Bow.
Cuando les presionan, la respuesta característica a las acusaciones de indiferencia de los occidentales hipócritas es decir que por supuesto, ellos no apoyan el encarcelamiento de las víctimas de violaciones. Cierto, pero tampoco se oponen. Su mala fe se evidencia en el uso de la equivalencia moral que rompe la baraja. Lo vi por primera vez, ondeado triunfalmente en 1993, cuando Germaine Greer declaró que los intentos para ilegalizar la circuncisión femenina eran ‘un ataque a la identidad cultural’. Según ella, no había diferencia entre obligar a una niña de ocho años a someterse a la amputación de su clítoris y labios, y una adolescente estadounidense que decide voluntariamente hacerse un piercing. ‘Si una punk de Ohio tiene derecho a operarse los genitales, ¿por qué no disfruta el mismo derecho una mujer somalí?’, preguntaba la autora de La mujer eunuco mientras disculpaba la castración del clítoris. En la época, pensé que Greer era una opositora estúpida que diría cualquier cosa para atraer atención. Debería haberla tomado más en serio. En los años siguientes, su casuística se convirtió en el modo dominante de argumento.”
4.
Una niña de 12 años casada a la fuerza muere al dar a luz en Yemen.
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