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Daniel Gascón

MARSÉ

MARSÉ

 

En 2008, Juan Marsé ganó el Premio Cervantes. La ministra de Cultura dijo: “ha logrado ser maestro a base de memoria, honestidad y coherencia”. Sin lugar a dudas, esa imagen es la mejor ficción de Juan Marsé.

Marsé, que ha escrito algunas buenas novelas, habla muchas veces con desprecio de sus adaptaciones, que, asegura, son malas por la falta de talento de los directores. Lo dijo por ejemplo de Aranda, que dirigió Si te dicen que caí y El amante bilingüe, y de Gonzalo Herralde, que dirigió Últimas tardes con Teresa.

Luego, el productor Andrés Vicente Gómez compró su novela El embrujo de Shanghai. Hubo un guión de Víctor Erice, que suprimía la parte de Shanghai y no llegó a rodarse (el guión se publicó después); finalmente, Fernando Trueba se encargó de la adaptación. Por entonces, Marsé dijo, por ejemplo: "No he colaborado para nada en el guión El embrujo de Shanghai pero lo he leído, y lo que más me sorprende es que las dos historias, tanto la que ocurre en Barcelona como la de Shanghai, en mi cabeza ocupan un lugar considerable, a pesar de lo cual Fernando ha logrado atraparlas las dos casi por completo". Trueba le encargó un guión. Tras leer la adaptación de la novela, acudir al rodaje en numerosas ocasiones y asistir al estreno, y sobre todo tras la mala acogida de crítica y público de El embrujo de Shanghai, Marsé criticó duramente la adaptación; más tarde, aderezó el reproche con calumnias. Convirtió el guión que le había encargado Trueba en una novela y la publicó con el título Canciones de amor en Lolita’s Club. Vendió a Andrés Vicente Gómez los derechos de la adaptación cinematográfica de la novela. La película fue dirigida por Vicente Aranda. Después, Juan Marsé dijo que Aranda y Trueba tienen “escaso talento” y que sus adaptaciones son malísimas. Por supuesto, la integridad de Marsé es indestructible, como él mismo explicaba el otro día en un artículo:

Pues se lo voy a aclarar de una vez, y de paso que tomen nota otros posibles interesados en el asunto, otros que incluso han ido más lejos al negarle al autor la libertad de opinar sobre la adaptación de su obra, y calificándole, si se atreve a hacerlo, de idiota público, ignorante y mala persona, o imbécil. Pues bien, la explicación no puede ser más sencilla: yo vendo los derechos, no mi silencio ni mi criterio.

No me había dado cuenta de que alguien persiguiera la libertad de opinión de Marsé. Pero, por supuesto, creo que puede decir y escribir lo que quiera. Lo que me extraña es que sea tan desmemoriado con respecto a su propio criterio: ¿no se acordaba de lo malo que era Vicente Aranda, por poner un ejemplo? La tercera vez que lo adaptaba, ¿esperaba, por fin, que le hiciera justicia?

Marsé afirma que la película que le gusta es la que no se hizo: la versión de Víctor Erice de El embrujo de Shanghai. Es una curiosa resurrección del argumento ontólogico: si no lo hubiera refutado Kant hace unos cuantos años, podríamos pensar que El embrujo de Shanghai de Erice es la mejor película de su director y desde luego la obra maestra más importante de la historia del cine español. La consideración de la que goza Erice aumenta con cada película que no dirige, como dice Barral en El cónsul de Sodoma hablando de Gil de Biedma, y como dijo Donoso de Rulfo; y aquí, por usar una expresión que le gusta, Marsé arrima el ascua a su sardina. Pero la popularidad y el prestigio de Marsé también han crecido gracias a las películas que se han hecho: algunas novelas han recibido un plus de calidad gracias a su crítica a unas películas que, por cierto, cometían el error de ser fieles incluso a los errores del libro original. Eso es fácil de comprobar: sólo hay que leer las novelas. Dejo para el final el beneficio más claro, que ha recaído en su cuenta corriente, aunque según él, eso es una tontería, porque las películas no han ido bien y no las echan en televisión.

En 2005, Marsé se retiró del jurado del Premio Planeta. "Me gustaría añadir lo que ya dije una vez en relación con la literatura de ficción, tal como hoy se nos vende, en tanto premios: que es una literatura que se asemeja cada vez más al mundo del prêt-à-porter, y que el verdadero reto para un escritor actual no es entrar en ese mundo, sino ser capaz de rechazarlo", dijo. Él había ganado el Planeta en 1978. Doce años más tarde, ganó el Premio Ateneo de Sevilla.

A Juan Marsé tampoco le ha gustado El cónsul de Sodoma, el biopic sobre Jaime Gil de Biedma que ha dirigido Sigfrid Monleón: en unas declaraciones Marsé definía la película (“engendro fílmico” ha dicho también): “grotesca, ridícula, falsa, inverosímil, sucia, pedante, dirigida por un fallero incompetente y desinformado, mal interpretada, con diálogos deplorables. Es una película desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos".

A mí la película me ha gustado, pero es posible que tenga razón en lo de la falta de escrúpulos: Andrés Vicente Gómez ha comprado varias de sus novelas, supongo que amenazándolo de muerte. Esta semana Marsé ha escrito:

no hay nada en esta burda parodia de los amores y desamores y de la gimnasia sexual (de la que por cierto abominaba hablar) del poeta Jaime Gil de Biedma, nada absolutamente, ni un solo plano, ni una sola frase, que tenga algo que ver con mi vida, ni privada ni pública. La razón es muy simple: a los guionistas y al director no les fue concedida la gracia de saber transmitir la verdad y la vida en una ficción.

Hoy escribe Arcadi Espada:

Hace algún tiempo, Marsé reaccionó contra los periodistas Guixá y Trallero, autores La invención de Carmen Broto, cuando le reprocharon haber manipulado la realidad en beneficio de sus intereses o posibilidades ficcionales. La respuesta de Marsé tuvo algo de despótica. (...)

No se entiende qué hace el escritor ahora en la casa del otro. ¿Que ese de la película no es JGB? ¿Y a él qué le importa? Entiéndaseme. Yo no niego a Marsé el derecho a convertirse en el albacea moral de JGB. Lo tiene. Fue su amigo. Tiene el mismo derecho que Guixà y Trallero a convertirse en albaceas de Carmen Broto. Pero es extraño que reclame para JGB el trato que no quiso darle a la señora. El estatuto de la ficción, si existe tal burocracia, rige para JGB y para Carmen Broto.

He tomado aquí la imagen de Marsé.

 

2 comentarios

d. -

Estimado Carlos:
No pretendía ser tan ácido como Erice. Ha hecho películas muy importantes. Pero creo que la escasez y exquisitez de su obra también son factores que incrementan su leyenda. De ahí que haya usado una frase sobre Rulfo, un escritor que me gusta, cuya obra le garantiza un lugar en la historia de la literatura y cuya escasa producción le añadió también una especie de mística.
Marsé puede decir lo que quiera, por supuesto, y ser leal con sus amigos. Pero yo también puedo decir que aplica a los demás reglas que no se aplica a sí mismo.

Carlos Gomez -

Lo que no termino de entender es a qué viene ese tirito tan ácido contra Víctor Erice, que no ha entrado para nada en esta discusión. Como usted mismo dice, su guión de "Shanghai" se publicó finalmente como libro: no tiene más que leerlo y comparar las dos adaptaciones. Por otra parte, muchos pensamos que al prestigio de Erice como director le bastan las películas que rueda para crecer como se merece.
Y que Marsé tiene derecho a defender sus recuerdos de JGB como le plazca, igual que, seguramente, usted defendería a sus amigos (veo a la derecha un enlace al blog de Jonás Trueba que tal vez sea un indicio de lealtad por su parte).