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Daniel Gascón

PSEUDOCIENCIA Y LIBELO

 

Escribe Nick Cohen:

“Hace un año, fui a un pub de Londres para hablar en una reunión por la causa de la reforma, aparentemente condenada al fracaso, de la ley del libelo. Simon Singh había escrito un artículo que era cierto e importante acerca de los peligros de la terapia charlatana de curación quiropráctica. Luego, como tantos autores y editores antes que él, se enteró de la ley inglesa no protegía sino que perseguía el argumento honesto, y que estaba en problemas.

La Asociación Quiropráctica Británica lo demandaba por decir que no había ‘ni un ápice de evidencia’ de que sus miembros pudieran ayudar a niños enfermos mediante la manipulación de la columna vertebral de los bebés, como decían las enseñanzas de un curandero estadounidense más chalado de lo normal.

Las sociedades bien gestionadas no defienden a hombres que ganan dinero de los padres preocupados y, más gravemente, engatusan a sus hijos con falsas ‘curas’. En su sabiduría, sin embargo, el juez Eady decidió que la ley iba a intervenir para acallar un debate sobre salud pública y dictaminó que no sería suficiente para Singh mostrar que no hay prueba fiable de que los supuestos tratamientos funcionaran, lo que de entrada a Singh le resultaría difícil porque no la había. Puesto que Singh había escrito que la asociación quiropráctica ‘promueve alegremente tratamientos falsos’, el juez dijo que tenía que saltar la barrera infranqueable de demostrar que los terapeutas estaban mintiendo y no sólo engañados, y afrontar costes de 500.000 libras o más, si no lo conseguía

Yo esperaba un asunto sombrío y no esperaba que mi contribución elevara la moral. Describí cómo el poder judicial había permitido a Robert Maxwell, Roman Polanski, Khalid bin Mahfouz y a muchos criminales reales o sospechosos utilizar una ley partidista y prohibitivamente cara para silenciar a sus críticos. Lejos de deprimirse, el público se convirtió en una masa palpitante de frikis furiosos, que rugía de ira y juró que no descansaría hasta derribar el sistema podrido El movimiento ‘escéptico’  había acudido en ayuda de Singh. Ahora estaba bajo la custodia de protección de los hombres y mujeres, que, con caras serias, se presentaban con los títulos de sus blogs: ‘Hola, soy el Rengo’.

‘Jack de Kent, encantado de conocerte, me encanta lo que escribes. Este es el Vigilange de Holford , Zenón, Jago, y creo Charlatanómetro ha ido a pedir una ronda.’
Desconcertado por su determinación, le dije a Ben Goldacre, demoledor de la pseudociencia en todas sus fraudulentas formas: ‘Los nerds están en marcha. No me gustaría entrometerme en su camino.’ Una mirada extrañamente mística pasó por el rostro del gran desmitificador. ‘Sí’, dijo. ‘Aplástanos, llegaremos a ser más poderosos de lo que puedes imaginar’.

Sólo más tarde me di cuenta de que eso es lo que Obi-Wan Kenobi le dice a Darth Vader en Star Wars y que el punto de referencia cultural más elevado del movimiento escéptico era una película B de los 70. No debería haberme burlado. Y tampoco debería haberlo hecho el establishment inglés.

Un año después, el caso de Singh ha hecho que el Tribunal de Apelación expida la defensa de la libertad de exprexión más resonante de los últimos tiempos. Los jueces de alto nivel, que antes no parecían distinguir entre John Milton y Milton Keynes, han citado ‘Areopagitica’  y han limitado de forma considerable la capacidad de los abogados para censurar el debate científico. La AQB se ha dado cuenta de que no podía esperar para ganar y ha retirado la demanda. Los liberales, los laboristas y los conservadores han respondido a una protesta que se estaba convirtiendo en un movimiento popular y han incluido compromisos para reformar la ley del libelo en sus programas electorales. No estamos allí todavía, pero una causa perdida se ha convertido en una cuestión nacional.

El crédito por momentos como éste siempre debe repartirse. Singh es el que más lo merece. Miles de personas que se han enfrentado a la posibilidad de una demanda por difamación se han autocensurado o han dado marcha atrás.

Singh decidió mantener firmemente su posición y defender la tradición de la libertad británica, que en general no ha sido hecha por revoluciones y cartas de derechos sino por hombres y mujeres que, al enfrentarse a una injusticia, se han negado a bajar la cabeza ante ella. Su abogado, Robert Dougans, produjo un alegato brillante que convenció a los jueces de alto nivel de mirar hacia el espíritu libre de la ley estadounidense en lugar de las tradiciones más autoritarias de Europa. Sense About Science, Index on Censorship y Pen han organizado una campaña de reforma de libros de texto que ejerció presión en el Parlamento y ha movilizado a académicos preocupados. Y después de ver a Dara O Briain, Robin Ince y Dave Gorman dedicar su tiempo a la causa desinteresadamente y sin queja, me juré a mí mismo  que nunca volvería a meterme con los actores que se meten en política.

Sin embargo, la energía y la novedad de la campaña provenían de los escépticos conectados por la red. Un día después de que los quiroprácticos presentaran al juez su argumento de que podían ayudar a los niños enfermos, los científicos lo habían desmontado piedra a piedra en internet hasta reducirlo a un montón de escombros.

Mientras tanto, sus aliados rastreaban las páginas web de cada quiropráctico en Gran Bretaña que afirmaba que podían tratar a los niños asmáticos e informaban al funcionario local encargado. Cada audiencia y reunión pública estaba llena de gente con una férrea convicción en la importancia del método científico y la actuación basada en la evidencia. Los escépticos están menos interesados en lo que se piensa que en cómo piensan.

Hay una superposición con el ateísmo más firme que siguió 11S. Al igual que los ateos, los escépticos tratan como condescendiente y despreciable la cínica creencia moderna que postula que no se debería examinar la religión o las medicinas alternativas, porque los ingenuos y los desinformados hallan consuelo en ellas. Pero uno no necesita ser ateo para ser escéptico, se limita a comprometerse con el libre examen de las pruebas. Esta modesta ambición es sorprendentemente potente.

Los políticos que apoyaron la reforma de la ley del libelo tienen una red inteligente y comprometida detrás de ellos. Sospecho que los políticos que todavía quieren defender nuestras irracionales leyes sobre medicinas o tratamientos alternativos en el sistema de seguridad social descubrirán que se enfrentan al implacable escrutinio de oponentes igualmente inteligentes y comprometidos. Mi esperanza después de la victoria de Singh es que sólo los temerarios quieran recibir la paliza que se han llevado los quiroprácticos.”

Aquí otro texto de Nick Cohen sobre el tema. En la imagen, Singh.

 

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