CORREDORES
1.
El domingo pasado El País publicaba un perfil de José Luis Rodríguez Zapatero. El titular se extraía de este párrafo:
He pasado alguna noche sin dormir. La noche del 9 al 10 de mayo la pasé en blanco, primero en contacto telefónico con la vicepresidenta, que estaba negociando en el Ecofin [consejo de ministros de Economía de la UE] nuestro compromiso de reducir el déficit un punto y medio más, que supuso un esfuerzo grande para nosotros. Luego estuve a la espera de ver cómo reaccionaban los mercados. Digamos que pasé la noche esperando al índice Nikkei.
Pero más que esas frases, e incluso más que otra desconcertante declaración (“Yo tengo una buena relación con la vida”), me sorprendió leer que Zapatero combate la ansiedad corriendo “unos diez kilómetros diarios campo a través”. Ahora es una costumbre de muchos políticos. Aznar le dijo a Bush que corría 10 kilómetros a un ritmo de 5 minutos 20 segundos por kilómetro. El verano pasado Sarkozy se mareó cuando llevaba corriendo 48 minutos. No quiero ser injusto con Zapatero, y pese a la fama atlética de Aznar, voy a suponer que corren a una velocidad parecida. Si es así, cada día Zapatero dedica a correr unos cincuenta y tres minutos. Además, supongo que tendrá que hacer algunos ejercicios de calentamiento, y que después relajará los músculos y se duchará. Es posible que incluso necesite un tiempo para dejar de sudar antes de ducharse. Como poco es una hora y media al día. Desde luego, sabe organizar su tiempo.
2.
Una entrevista con Mary Norris, correctora de The New Yorker, sobre su oficio y el método de trabajo de su revista.
3.
La Diputación de Málaga y la Asociación Europea de Cooperación con Palestina han convocado el premio Yasser Arafat. Dice la web de la diputación:
La Diputación de Málaga colaborará con la Asociación Europea de Cooperación con Palestina, ASECOP, en la edición del primer galardón Yasser Arafat, que premiará los mejores trabajos de literatura, periodismo y ensayo que versen sobre el problema palestino. El acuerdo fue sellado por diputado responsable del Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA), Miguel Esteban Martín, y por el presidente de ASECOP, Jehad Kamel Suleiman Rashid. […]
De este modo, la institución provincial continúa su labor de apoyo a esta causa, trabajando en la defensa de la paz y en la difusión de la difícil situación por la que atraviesa el pueblo palestino.
Hay ciertas vacilaciones, porque según ASECOP es la segunda edición del premio. Su objetivo, cuenta la asociación, “es difundir las difíciles condiciones de vida que sufre el pueblo palestino desde el 15 de mayo de 1948 en que se creó el Estado de Israel y se forzó el exilio de una gran parte del pueblo palestino y, por tanto, contribuir a la exigencia de una rápida y justa solución del conflicto”.
Dar el nombre de Yasser Arafat a un premio es hasta cierto punto sorprendente. Aunque consiguiera llamar la atención sobre la causa palestina y tuviera una intervención célebre en 1974, Arafat no es un personaje muy admirable. Comparándolo con Mandela, Hitchens escribió:
Arafat logró ser un asesino y un hombre que hacía concesiones (Mandela no era ninguna de las dos cosas); un artista de las cuentas en los bancos suizos y un demagogo populista (Mandela no era ninguna de las dos cosas); un defensor del “martirio” islámico y sus bombas y un oportunista servil, y un hombre que logró establecer una dictadura sobre su propio pueblo antes de tener un estado (aquí uno se niega a mencionar a Mandela en la misma frase).
Hitchens, que siempre ha sido crítico con Israel, y hace unos días reclamaba el fin de la ocupación, reprochaba a Arafat que apoyase a Sadam Husein en su invasión de Kuwait. Y añadía:
Las célebres condiciones “generosas” ofrecidas a Arafat por Clinton y Barak no eran tan generosas. Pero su respuesta fue todavía más despreciable de lo que normalmente se cuenta. Repentinamente anunció, primero, que representaba a los 1000 millones de musulmanes en el asunto de Jerusalén y, segundo, que su propia vida podría estar en peligro si firmaba el trato equivocado. Claramente, Arafat nunca ha tenido –y nunca podría haber recibido- un mandato general del mundo islámico acerca de Jerusalén o cualquier otra cosa. Y en lo que respecta a la amenaza a su vida: ¿no era éste el mismo hombre que usaba la palabra “mártir” en una de cada dos frases y anunciaba desde su complejo asediado que el martirio era su mayor deseo? ¿Dispuesto a morir en una refriega absurda pero incapaz de arriesgar nada por un acuerdo?
En 2003, un equipo de abogados contratados por el ministro de finanzas de Arafat examinó su patrimonio. Una carpeta secreta se acercaba a los 1.000 millones de dólares, con inversiones en coca cola, en una compañía telefónica tunecina, en fondos de inversiones de Estados Unidos y las islas Caimán. El líder de la investigación señaló que “aunque el dinero viene de fondos públicos, como los impuestos palestinos, prácticamente nada se empleó para el pueblo palestino; lo controlaba Arafat”. Aunque a veces era más generoso: Fuad Shubaki, antiguo asesor financiero de Arafat, contó al servicio de seguridad israelí que Arafat había usado varios millones de dólares de dinero de ayudas internacionales para comprar armas y apoyar a grupos violentos. También en otras ocasiones autorizó pagos a organizaciones terroristas.
No creo que Arafat fuera muy bueno para la causa palestina. Y, desde luego, no puede ser un ejemplo para una institución democrática.
En la nota de prensa de la Diputación no ponen el nombre completo del premio. Exagera, minimiza e insulta al mismo tiempo, y es posible que les dé apuro repetirlo. En cambio, en el texto de ASECOP se lee el nombre completo del galardón: “Premio Yasser Arafat. LXII años de Holocausto palestino”.
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