DOMESTICAR LA RELIGIÓN
Cristopher Hitchens ha escrito:
“Una reciente tormenta de artículos liberales ha enfocado el debate sobre el islam estadounidense como si solo fuera la etapa más reciente de la gloriosa historia de nuestra tolerancia religiosa. Esa formulación tiene el efecto (presumiblemente intencional) de marginar las dudas y mezclar a todos los que las sienten con los anticatólicos Know-Nothings, los antisemitas y otros fanáticos. Así que hago una pausa para realizar un experimento mental, y me pregunto: ¿Estoy a favor de un ‘libre ejercicio de la religión’?
No, no lo estoy. Tomemos un ejemplo que viene a mano, la absurdamente llamada Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Más conocida como iglesia mormona, puede presumir de contar con Glenn Beck entre sus fieles. Hace poco Beck ganó mucha publicidad barata por programar una manifestación en el aniversario de la Marcha sobre Washington de Martin Luther King Jr. Pero el día de 1963 en que se celebró la marcha original, la iglesia mormona todavía no reconocía a los negros como seres totalmente humanos, o capaces de ser miembros en su congregación. (Poco después, sus líderes tuvieron una ‘revelación’ que posibilitó un cambio al respecto, pero eso solo ocurrió tras la aprobación de la Ley de Derechos Civiles.) Este ejemplo de oportunismo seguía muy de cerca otro un ajuste anterior del dogma mormón: el abandono de su histórico y violento vínculo con la poligamia. Se le dijo al estado de Utah que, sin ese cambio doctrinal, no podía formar parte de la Unión. Más recientemente, el gobernador Mitt Romney tuvo que asegurar a los votantes que no consideraba que el profeta, o la cabeza de la iglesia mormona, tuvieran la máxima autoridad moral y espiritual sobre todos los asuntos. Nada, juró, podía estar por encima la Constitución de los EEUU. Así, consideramos aceptables a los santos de los últimos días, y acordamos pasar por alto el resto de sus creencias raras y pintorescas, precisamente porque hemos limitado decididamente el libre ejercicio de su religión.
Se podrían citar otros ejemplos, como las sectas cristianas que desaprueban la práctica de la medicina. Normalmente se permite que sus miembros adultos mueran mientras pronuncian conjuros religiosos y espantan al médico, pero, en muchos estados, si aplican esta fe a sus hijos –un elemento crucial en el ‘libre ejercicio’ de la religión-, pueden ir directamente a los tribunales. No sólo eso, pueden ser objeto de desaprobación y condena general.
Fue probablemente esta última consideración la que contribuyó a que la mayoría de los judíos ortodoxos estadounidenses abandonasen la práctica del b'peh metzitzah, una forma radical de circuncisión masculina que se descorcha, si me perdonas la expresión, con la succión del pene de los bebés por parte del rabino o mohel, para eliminar cualquier resto de sangre o residuos. Unas pocas sectas minúsculas siguen aferradas a este repugnante ritual, que hace unos años produjo en Nueva York un pequeño pero mortal brote de herpes en bebés recién circuncidados. En esa ocasión, pese a que muchos médicos judíos reclamaron que se prohibiera la práctica, el sobrevalorado alcalde Michael Bloomberg escogió un año electoral para decir que no hay que interferir en ese ‘libre ejercicio’.
Ahora hablamos como si fuera ridículo sospechar que a los católicos romanos pudiera impulsarlos cualquier cosa que no fuesen los motivos más elevados, pero cuando John F. Kennedy rompía el tabú tácito de la elección de un católico como presidente, el Vaticano acababa de empezar a considerar la posibilidad de emitir una disculpa pública por siglos de odio a los judíos y una simpatía más reciente hacia el fascismo. Incluso hoy en día, muchos católicos se sienten horrorizados por la protección que el Vaticano brinda a hombres a los que se busca para interrogar acerca de uno de los delitos más graves que existen: la violación organizada de los niños. En general se acepta que el comportamiento y la autonomía de la iglesia deben ser modificados para tener en cuenta la ley estadounidense y la indignación moral de América. Esto en cuanto a la invocación ingenua del ‘libre ejercicio’.
Uno podría seguir fácilmente. La Iglesia de la Cienciología, la Iglesia de la Unificación de Sun Myung Moon y el Ku Klux Klan son organizaciones basadas en la fe; todas tienen derecho a la protección de la Primera Enmienda. Pero también están sujetas a un conjunto de estatutos que rigen la exención de impuestos, el fraude, el racismo y la violencia, hasta el punto de que, en el tercer caso, el ‘libre ejercicio’ ha quedado reducido a un vestigio de lo que fue, gracias a la aplicación de la ley federal y la severa desaprobación pública.
Ahora pasemos al islam. Es, en primer lugar, una religión que hace reivindicaciones muy grandes: pretende ser la palabra última y definitiva de Dios y declara la ambición de convertirse en la única religión del mundo. Algunos de sus seguidores observan o defienden prácticas como la poligamia, los matrimonios forzados, la mutilación genital femenina, el velo obligatorio de las mujeres y la censura de revistas y medios de comunicación no-musulmanes. Generalmente, las enseñanzas del islam expresan una sospecha de la misma idea de separación entre Iglesia y Estado. Puede considerarse que otras enseñanzas, según el contexto, presentan un enorme desagrado hacia otras religiones, así como hacia las formas heréticas del Islam. Los musulmanes de Estados Unidos -incluyendo a miembros de las fuerzas armadas- ya se han encontrado dispuestos a responder a órdenes emitidas por organizaciones terroristas extranjeras. De manera más preocupante, ninguna autoridad dentro de la fe parece tener el poder de establecer de forma decisiva que esas prácticas, o esas enseñanzas o acciones, contradicen total y definitivamente los preceptos de la religión en sí.
Las reacciones de los musulmanes -incluso ‘moderados’- a las críticas no son uniformemente tranquilizadoras. ‘Hay algo en lo que dice la gente en la controversia de la mezquita que resulta muy similar a lo que decían los medios de comunicación alemanes sobre los judíos en los años 1920 y 1930’, dijo el imán Abdullah Antepli, capellán musulmán en la Universidad de Duke, al New York Times. Sí, todos recordamos a los terroristas suicidas judíos de ese período, a los judíos que llamaban a la guerra santa, a los judíos que exigían el velo para las mujeres y la lapidación para los homosexuales, y a los judíos que exigían la quema de los periódicos que publicaban caricaturas que no les gustaban. Lo que se necesita de los partidarios de esta fe cargada de confianza en sí misma es más autocrítica y menos autocompasión y fariseísmo.
Los que desean que no hubiera mezquitas en Estados Unidos ya han perdido la discusión: la globalización, y la promesa de la libertad americana, establecen que los Estados Unidos tendrán una población musulmana de cierta importancia. La única pregunta es, entonces, qué clase, o mejor dicho clases de islam va a adoptar esa población. Hay una excelente posibilidad de que haya un saludable resultado pluralista, pero es muy poco probable que esto ocurra a menos que, al igual que sus predecesores en estas costas, los musulmanes se vean obligados a abandonar ciertas presunciones que son exclusivas para ellos mismos. La doma y domesticación de la religión es una de las tareas incesantes de la civilización. Aquellos que pretenden que podemos saltarnos esta etapa en el presente caso se engañan a sí mismos y buscan problemas no sólo en el futuro, sino en el presente inmediato”.
1 comentario
Jorge -