INVITACIÓN
‘Invitación a la lectura’ era una de las mejores iniciativas de la educación aragonesa en muchos años y su suspensión es lamentable. He conocido el ciclo como alumno y como escritor. La gestión pudo ser mucho mejor, pero era una gran idea, imitada en muchos lugares. Permitía que un estudiante de Cantavieja conociera a una escritora y su obra, o descubriera que un novelista puede estar obsesionado con el Zaragoza. Los alumnos veían que los libros también hablaban del mundo y de gente como ellos, y que los escribían personas reales y próximas. Era una forma de conocer la literatura y una profesión. Además de transmitir conocimientos, animaba a los alumnos a seguir con sus aspiraciones: alentaba a la libertad, al esfuerzo en la búsqueda de los propios sueños, a la creatividad y a la diferencia. Han participado autores aragoneses, españoles y extranjeros. El programa, donde colaboraba CAI, creaba un vínculo entre el público y los creadores. Los escritores cobraban por su trabajo, algo que algunos juzgan excéntrico o inmoral. Las ventas eran importantes para una librería o una pequeña editorial (que a partir de entonces los alumnos y sus padres conocían): eso es apoyar a la pequeña empresa y formar una sociedad más rica. Dependía del talento y la voluntad de los docentes, los autores y los alumnos. Como todo programa educativo, a veces se parecía a recoger nieve con las manos, pero contribuía a lo principal: animar a la lectura. La lectura ayuda a entender las razones de los demás y a pensar libremente, pero no solo eso: aunque sin duda existen otros factores –económicos, demográficos, estructurales- de la crisis, entre los países europeos donde más se lee están Suecia, Holanda y Alemania, mientras que los índices más bajos se registran en España, Grecia y Portugal.
Este artículo sale en Artes & Letras de Heraldo de Aragón.
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Jesús -