LA FAMILIA, EL TERROR Y LA TRIBU
“Yo, señor Aramburu, por las razones que usted conoce, siendo niño, pasé nueve años con unos parientes míos de San Sebastián”. Así arranca ‘Años lentos’ (Tusquets, 2012), el libro con el que Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha obtenido el Premio Tusquets de Novela. Txiki Mendioroz se traslada al País Vasco a finales de los años sesenta y se adapta a una nueva vida y a sus familiares: a su tía Maripuy, una mujer de carácter; a su tío Vicente, pusilánime y aficionado al alcohol; a su prima Mari Nieves, a quien “la naturaleza tuvo la crueldad de imponerle un apetito sensual desapoderado”, y a su primo Julen, un personaje central borroso y enigmático. Ese narrador, que tiene sus raíces en la novela picaresca, traza un cuadro solo aparentemente costumbrista, donde se mezclan su punto de vista de la niñez con datos que ha conocido o intuido más tarde: es una historia de secretos de familia y el retrato una combinación siniestra de catolicismo, mitología nacionalista, silencios y represión franquista. Pero Aramburu recurre a otro artificio literario. Interrumpe ese relato con apuntes de un escritor, que busca cómo dar forma a esa narración y enriquecerla para construir una novela. Es como si encontráramos un libro a medio hacer: como si lo que nos ofreciera Aramburu fueran los materiales previos de una novela todavía no escrita. Es un procedimiento arriesgado pero eficaz, que da verosimilitud a la historia de Txiki y saca partido a las especulaciones y las elusiones de su relato.
En su estupendo libro de cuentos Los peces de la amargura (Tusquets, 2006) Aramburu muestra los efectos del terrorismo etarra; en Años lentos habla de sus consecuencias, pero también del momento en que nace. Al principio, Julen trata a Txiqui con un desprecio xenófobo, pero después le acaba tomando cariño. Un día promete que le mostrará la cosa “más sagrada del mundo”: una ikurriña que guarda debajo de la cama. Julen recibe el adoctrinamiento del cura de la parroquia, don Victoriano -“vasco es el que habla euskera. Los demás son medio vascos o directamente coreanos. A estos los manda el opresor para que nos roben el alma vasca”, le dice a su primo- y entra a formar parte de una ETA incipiente.
El escritor habla en sus apuntes de “aquella sensación de marasmo histórico”. Y, en un grado u otro, los personajes son víctimas –y a veces también verdugos- de un clima social. La fuerte personalidad de Maripuy no la libera de las convenciones. Cuando Mari Nieves se queda embarazada, intenta provocarle un aborto, antes de buscarle un marido que no quiere. Julen, que empieza siendo un héroe para su primo, se convierte en un tipo más bien digno de lástima y más tarde en un apestado. La familia se ve sometida al ostracismo cuando el héroe de la causa vasca se convierte en villano, como les ocurría a muchos personajes de ‘Los peces de la amargura’. Aramburu –un escritor con tendencia a lo esperpéntico que en ocasiones usa un lenguaje levemente arcaizante- tiene algún elemento simbólico discutible, pero consigue crear personajes contundentes y elaborar un relato poderoso. ‘Años lentos’ es un libro duro, pero no renuncia al sentido del humor (por ejemplo, el olor de los pies de Julen no solo incomoda a Txiki, sino también a un compañero etarra). En este libro, el humor aparece muchas veces en las anotaciones del escritor, y sirve para reflexionar sobre los códigos de la literatura realista: “Tratar de averiguar en qué portal vivía. Si no lo averiguo, omito el número, qué más da”; “Crepita de vez en cuando la cáscara de alguna de las castañas puestas a asar sobre la chapa del fogón. (Ojo con este detalle que me obliga a situar la acción en otoño)”. Otras veces adopta un tono más serio: “Si hay que apartarse del testimonio del informante, se hará. Primero la literatura; después, si queda sitio, la verdad”. Esa reflexión metaliteraria es una manera de preguntarse cómo se puede hablar del fenómeno más trágico de la historia española reciente. Aramburu encuentra una forma admirable, que juega con la ocultación y presenta un ambiente asfixiante. El miedo, el dolor, los gritos y los susurros contribuyen a crear una sociedad enferma, donde los individuos –con enormes fallos, pero casi siempre con un elemento de humanidad- son superiores al conjunto y a la mentalidad tribal. ‘Años lentos’ señala una turbia culpa colectiva y defiende la libertad y el criterio individual. El escritor anota: “Me han contagiado el odio que le profesa a él y a su familia mucha gente en el barrio por causa del hijo supuestamente colaborador de la policía. Me ve, me saluda. En lugar de corresponder a su saludo le clavo una mirada de fuego. Comprende. Sin decir nada vuelve la cara hacia otro lado. De entonces acá han transcurrido cuarenta años. Me gustaría pedirle perdón, pero no vive. Así y todo me gustaría pedírselo y además públicamente, y ya sólo por dicho motivo debería escribir la novela”.
‘Años lentos’. Fernando Aramburu. Tusquets, Barcelona, 2012. 219 páginas. Esta reseña salió en Artes & Letras de Heraldo de Aragón. He tomado la imagen aquí.
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