JAVIER TOMEO
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Un talento en los márgenes, por Ismael Grasa. Tomeo, miles de Tomeos, por Ramón Acín. Y la visión de Patricia Esteban.
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Luis Alegre ha escrito en Javier T:
Javier Tomeo es único. Como escritor y, sobre todo, como ser humano. Tomeo es increíble, en el sentido literal del término: si no lo ves, no lo crees. Su gran literatura se hunde de lleno en el mundo del absurdo, en el humor surrealista y esperpéntico y en el retrato del poderío de los instintos cuando nada los detiene. Pero el Javier de cada día aún va mucho más allá.
Una tarde de 1998 viví con él algo asombroso. Javier pasaba unos días en mi piso de Conde de Aranda. En esa época nuestros temas de conversación favoritos eran las mujeres y el Real Zaragoza, por ese orden. Él es muy forofo del Zaragoza pero asegura que no ve sus partidos en directo porque ha comprobado que es gafe: si él lo está viendo, el Zaragoza pierde. Javier sostiene que el Zaragoza ganó la Recopa de 1995 porque él se metió en un cine durante el encuentro. Al salir escuchó los gritos de la gente: Nayim había marcado el gol milagroso en el último suspiro de la prórroga. Javier saltaba de alegría mientras veía la repetición del gol.
Esa tarde de 1998, me dijo: "Luisito, estoy triste. Ponme en el vídeo el gol de Nayim a ver si me animo". Así lo hice. Nos sentamos en el sofá y avancé el vídeo hasta que solo faltaban unos minutos para el gol. A medida que se acercaba el gran momento, Javier se iba excitando y animaba a los jugadores. En el minuto 113 del partido escuchamos a José Ángel de la Casa, el locutor, decir: "Cambio en el Zaragoza. Se va Nayim". Javier y yo nos miramos, perplejos. Por una décima de segundo me sentí un personaje de sus cuentos. Sin embargo, Javier, furioso, se levantó y comenzó a increpar a Nayim mientras se dirigía a la banda: "¡¡¡ Pero chico, no te vayas, que vas a marcar un gol!!!". Comprendí que Javier lo decía muy en serio y que él había dejado de encontrar nada extraño en el asunto. De inmediato, el locutor aclaró que el encargado de enseñar el dorsal se había equivocado y que, en realidad, quien tenía que ser sustituido era García Sanjuán. Javier se relajó y regresó al sofá. El partido en el vídeo siguió su curso y Javier volvió a animar al Zaragoza. Cuando Nayim marcó, nos abrazamos, eufóricos. Y Javier soltó esto: "Si no es por mí, este tío no mete el gol". Esta es una de esas historias de Tomeo que solo me creo porque yo estaba allí.
Otro día quiso ver en el vídeo Él, una película de Buñuel que él adoraba. Era un espectáculo verla con él: hacía observaciones inauditas sobre cada plano, cada diálogo. Pero, hacia mitad de la película, se vuelve hacia mí y dice: "Pero bueno, ¡este Buñuel es un canalla!". "¿Pero qué me dices, Javier?", le dije. "¡Buñuel me ha plagiado, esa escena la cuento en un relato!". Entonces, le dije: "Eso es imposible. Esta película es de 1952 y tú no publicaste hasta los años 60". Pero Javier insistió: "¡¡Me da igual, Buñuel me ha plagiado!!".
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Un viejo texto de Jorge Herralde: Tomeo non stop.
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Ismael Grasa escribe en la edición en papel de Heraldo:
Con Javier Tomeo muere un gran autor europeo. Europeo porque sus adaptaciones teatrales interesaron al público de los teatros franceses, suizos o alemanes, y porque fue traducido a la mayor parte de las lenguas europeas. Autor europeo, también, porque es muy difícil de clasificar dentro de una tradición o unas referencias netamente españolas. Y europeo porque, como es sabido, Javier Tomeo no tomaba aviones, de modo que redujo su presencia física, a través de las redes ferroviarias, a nuestro continente. Había en él una mezcla de hombre de gran mundo con el hombre del campo aragonés que también era; su apariencia, a veces brutal, se combinaba con una delicadeza en sus percepciones que lo convertían en un ser realmente valioso y singular. Él mismo no siempre fue su mejor aliado en su carrera literaria, vivió en Barcelona una vida prácticamente al margen de premios o reconocimientos oficiales y entre sus libros hay sin duda desniveles. Pero dio lugar a unas cuantas obras maestras de nuestra literatura, lo que de muy pocos escritores se puede decir.
La última vez que vino a Zaragoza fue para presentar su volumen ’Cuentos completos’. Estuvo en el Teatro Principal junto a su editor Juan Casamayor y Daniel Gascón. El mes pasado fue invitado por las bibliotecas municipales de Zaragoza, pero sus piernas y sus pulmones ya no daban más de sí y anuló el viaje. Fui a verle al hospital de Barcelona junto con Enric Cucurella, el editor de su último libro, ’Constructores de monstruos’. Casi sin poder hablar, pero lúcido aún, se despidió de nosotros. Sus últimas palabras en ese encuentro fueron un recuerdo al escritor Félix Romeo, nuestro amigo.
Con la muerte de José Antonio Labordeta en 2010, la de Félix Romeo en 2011 y la de Javier Tomeo, se puede decir que ha terminado un ciclo.
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En alemán. En Francia. Brasil.
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Una conversación. Y 2 y 3.
[En la imagen, Tomeo según Luis Grañena.]
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