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Daniel Gascón

LA FAMILIA, LA BELLEZA Y EL CAMPUS

LA FAMILIA, LA BELLEZA Y EL CAMPUS

“Sobre la belleza” (Salamandra, 2006) es la tercera novela de Zadie Smith (Londres, 1975). “Dientes blancos” (Salamandra, 2001), que contaba la historia de dos familias a lo largo de varias décadas y que ofrecía un retrato del Londres contemporáneo, supuso una auténtica revelación: su fuerza narrativa y sus temas hacen que ahora parezca aún mejor que cuando apareció. Tras la decepcionante “El cazador de autógrafos” (Salamandra, 2003), “Sobre la belleza” –que ha ganado el Premio Orange- es una novela de campus que habla de la familia y el amor, de las contradicciones íntimas y de la influencia que la belleza ejerce en nuestras vidas. El libro nace de un ensayo de Elaine Scarry, rinde un homenaje explícito a “Regreso a Howards End” (Alianza, 2005) de E. M. Forster, y retoma algunos de los elementos más atractivos de “Dientes blancos”.

“Sobre la belleza” está protagonizada por dos familias, enfrentadas por desavenencias ideológicas y sentimentales, vinculadas por la amistad y el sexo. Por una parte están los Belsey: Howard, inglés, progresista y blanco, es un profesor de la Universidad de Wellington, junto a Boston, que trabaja desde hace años en un libro que pretende deconstruir a Rembrandt y “la falacia de lo humano”; su esposa Kiki es negra, americana y uno de los personajes más conmovedores del libro; sus hijos son Jerome (que se ha vuelto cristiano), Zora (una aplicada estudiante universitaria, de quien se dice que “su especialidad no era la poesía sino la perseverancia”) y Levi (que escucha hip hop y se inicia en el activismo político). Howard Belsey es uno de los personajes centrales y tiene problemas: no termina su libro, su mujer descubre que le es infiel con una amiga y su gran rival, Montagu Kipps, es profesor invitado en su universidad. Kipps, que es jamaicano, defensor de Rembrandt y contrario a la homosexualidad y la discriminación positiva, forma parte, junto a sus hijos Michael y Victoria, y su esposa Carlene, de la otra gran familia del libro. Alrededor de estos dos clanes pululan numerosos personajes secundarios, como Carl Thomas, un chico de la calle muy guapo y con un don para la poesía; Erskine, el decano Jack French o la poetisa y profesora Claire Malcolm.

“Sobre la belleza” tiene mucho humor y un componente de enredo y es, en parte, una sátira de la vida académica que recuerda en algunos momentos a las novelas de David Lodge. Pero también habla de las ideas: Zadie Smith parodia las posiciones más extremas de Kipps y las teorías postmodernas que sostiene Howard, que sólo aprueba el arte conceptual y se burla de la música melódica y de la narración. Para Howard, “Rembrandt es parte del movimiento europeo del siglo diecisiete hacia… en fin, dicho sea taquigráficamente, hacia la invención de lo humano. Y, desde luego, el corolario de todo ello es la falacia de que nosotros, como seres humanos, somos el centro de todo y que nuestro sentido estético, de alguna manera, hace de nosotros el centro de todo”. Kipps y Belsey están llenos de contradicciones que minan sus teorías y los humanizan como personajes: el mejor amigo de Kipps es homosexual, mientras que Belsey se emociona inesperadamente al escuchar el “Réquiem” de Mozart, y al final, identifica a su mujer con la protagonista de un cuadro de Rembrandt.

“Sobre la belleza” es también una defensa de lo humano, que Zadie Smith articula literariamente, contando a la manera clásica una historia que se mueve gracias a los impulsos de los personajes. Uno de sus grandes aciertos es el retrato del funcionamiento de una familia: el matrimonio entre Howard y Belsey va a desmoronarse, y, como en “Dientes blancos”, cada uno de los miembros de la familia tiene aspiraciones distintas. Eso produce malentendidos e incomprensiones entre los hermanos y las hermanas, entre los hijos y los padres, pero también traiciones, como las infidelidades de Howards o la relación que mantienen Kiki Belsey y Carlene Kipps, que termina con una herencia, al igual que la complicidad que la señora Wilcox y Margaret Schlegel desarrollaban en “Regreso a Howards End”. La amistad aparece en numerosas ocasiones: Erskine y Belsey se ríen en las reuniones del departamento y leen en la biblioteca los sábados antes de marcharse juntos; Levi busca la experiencia de Choo. Otras veces, los personajes persiguen el sexo, mejorar su estatus y su nivel cultural, o sentirse mejor consigo mismos, desde el punto de vista de la identidad racial o desde la mala conciencia.

El mundo de Zadie Smith da una impresión de riqueza y de comprensión: parece que en sus novelas, como en “La regla del juego” de Jean Renoir, “todo el mundo tiene sus razones”. Aunque “Sobre la belleza” presenta algunos defectos –la novela está construida con habilidad, pero hay pasajes que funcionan mejor que otros, y algunos movimientos de la trama resultan un poco forzados, casi teatrales-, es una novela potente sobre las relaciones humanas, que está llena de pasión por la vida y el arte.

“Sobre la belleza”. Zadie Smith. Traducción de Ana María de la Fuente. Salamandra. Barcelona, 2006. 476 páginas.

Esta reseña apareció en Artes & Letras en octubre de 2006. Aquí hay un texto de Zadie Smith sobre Forster.

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