LA PAZ MUNDIAL, ETCÉTERA
La Expo de Zaragoza ha tenido muchas cosas buenas: la recuperación de las riberas, los nuevos edificios, los visitantes de todo el mundo, actuaciones musicales, propuestas, la creación de un nuevo barrio para la ciudad y la sensación de fiesta y de alegría que ha durado todo el verano. Ha habido muchas intervenciones interesantes, y también bastante demagogia supuestamente ecologista que sólo pretende culpabilizar a Occidente de todos los males que sufre la tierra y no aporta ninguna solución coherente.
Esta semana, por ejemplo, El Pabellón de Iniciativas Ciudadanas ha planteado la siguiente pregunta de Domund en un programa de televisión: "¿Aceptaría sustituir el gasto mensual medio occidental en agua mineral para dar agua potable a 1.200 millones de personas?" (Otra versión dice: "¿Dejarías de consumir agua mineral para mejorar el acceso al agua potable de los desfavorecidos?"). Según la lógica de esa pregunta, los consumidores de agua mineral son responsables de que otras personas no tengan agua potable. La carencia no tiene nada que ver con las guerras, la corrupción o la negligencia de los gobiernos (los romanos o los fenicios depuraban el agua, pero supongo que en esa época era más fácil, porque no existía el agua mineral). La culpa es de quien compra un botellín de agua mineral en España, Italia o Estados Unidos; a veces, en sitios en los que el agua del grifo se encuentra en el límite de potabilidad. Esa pregunta, que desgraciadamente funciona como sinécdoque de una manera de pensar, no sólo es ilógica: es profundamente inmoral.
Las frases de ese tipo sirven para perjudicar la causa que quieren defender. A veces en la Expo ha faltado un buen debate, y han sobrado declaraciones vacías que se movían entre lo apocalíptico, lo místico y lo poético. Al parecer, el agua es importante en todas las formas de superstición del mundo. Pero en nuestras supersticiones locales ya era bastante importante –bautismo, diluvio universal, romerías para la lluvia-, y eso no ha servido para que utilicemos el agua de manera más racional. En una reunión de líderes religiosos en el Faro, aprendimos que el cristianismo recomienda que “hay que vivir la importancia del agua”; que el budismo aconseja que nos demos cuenta de que “los torrentes y nosotros somos lo mismo”; que según el hinduísmo, “todos buscamos la felicidad, todos los seres, la naturaleza…. el problema es que los seres humanos buscamos la felicidad de supermercado” (esos seres humanos: que paciencia hay que tener con ellos); que, de acuerdo con el taoísmo, “conocer la naturaleza del agua es entender la naturaleza de la vida”.
El Faro también decidió esparcir arena de un mandala budista por el Ebro para purificar su agua: espero que las empresas de productos químicos no sigan su ejemplo depurativo. Y en otros momentos de la Expo también se ha hablado con gran simpatía de las culturas primitivas. Esta tendencia es frecuente, se manifiesta en el propio aspecto exterior del Pabellón de Iniciativas Ciudadanas y tiene mucho que ver con el mito del buen salvaje. Aunque excluyéramos de la naturaleza a los compañeros de tribus, las etnias rivales, las mujeres sometidas o los enemigos vencidos, la relación de las culturas “primitivas” con la naturaleza no es más armónica que la occidental. Generalmente, un menor desarrollo tecnológico les impide destruirla tan rápido como quisieran. La fuerza y lo incontrolable de los fenómenos naturales incitan a veces a una divinización temerosa, que a menudo se idealiza románticamente. Estamos acostumbrados a ver el medio ambiente como un espacio idílico y sólo sometido a la agresión de hombres con zapatos, aunque la agricultura de hombres descalzos y los bosques y los animales son grandes fuentes de contaminación: es decir, la naturaleza no es una postal ni un jardín del Edén. Los seres humanos podemos destruirla, pero ella también puede destruirse a sí misma: hay terremotos y huracanes, y al parecer los había antes del capitalismo y la globalización. Creo que hay que averiguar la forma de administrar los recursos naturales con previsión, justicia moral y sensatez científica. Para eso es esencial utilizar la razón, y quitarse a Dios y el pensamiento mítico de la cabeza.
El papel de los escritores en la Expo ha resultado especialmente desolador. La nómina ha sido decepcionante, inferior a la de muchos cursos de las universidades de verano. Aunque ha habido biólogos, físicos y geólogos, entre los escritores no ha venido ningún ensayista importante que haya analizado problemas relacionados con el agua (como Arundhati Roy o Frank Westerman), que haya escrito de verdad sobre los ríos (como Claudio Magris) o que sea un intelectual que trate los asuntos centrales de nuestro tiempo. Me habría gustado ver en Zaragoza a Al Gore, a Ayaan Hirsi Ali, a Seymour Hersh, a Thomas L. Friedman, a Yasmina Reza, a Noam Chomsky, a Alan Finkielkraut, a Fernando Savater, a Amos Oz, a Anne Applebaum, a Doris Lessing, a Christopher Hitchens, a Marjane Satrapi, a Mario Vargas Llosa (hablando, no de visita), a Alessandro Baricco, a Janet Malcolm, a Salman Rushdie, a Amartya Sen, a Steven Pinker, a Richard Dawkins o Bjørn Lomborg...
Han venido varios escritores de mucho éxito y algunos novelistas que me gustan, como Ana María Matute y Alfredo Bryce Echenique, que se encuentra en el momento más bajo de su prestigio literario. Me encantó Un mundo para Julius, donde sale una piscina, y creo que en La vida exagerada de Martín Romaña hay un baúl lleno de libros que se cae al agua. También han venido escritores de novela negra e histórica relativamente importantes. Me parece bien. Pero también han faltado autores de primera línea en cualquier género, intelectuales de referencia o escritores que hablen de los problemas del mundo. Curiosamente, en medio de las admoniciones contra el consumismo y a favor del respecto a la naturaleza –aunque menos en defensa de los derechos humanos, ya que eso podría ofender a gran parte de los países presentes en la muestra-, se ha invitado a autores que no están muy preocupados por el mundo –hay excepciones: Zoé Valdés sería una de ellas-, y, que, desde luego, no preocupan ni aportan casi nada al mundo. El equivalente sería organizar una Expo muy ambiciosa en 1947, en la que no habrían estado presentes George Orwell, T. S. Eliot, Hannah Arendt, William Faulkner, Hemingway, Albert Camus o Jean-Paul Satre, pero a la que habrían acudido dos de los diez o doce mejores seguidores de Agatha Christie, una amiga suya, y a lo mejor Lloyd C. Douglas.
En cualquier caso, muchos de esos autores podrían haber venido sin que existiera una relación con el agua. Podrían haber defendido la libertad, la tolerancia o la innovación tecnológica. Podrían haber explicado sus ideas sobre la novela o la poesía. Podrían albergar ideas muy distintas pero consistentes. Podrían haber tenido algo que decir. Y en ese caso, no habría sido necesario pronunciar palabras vacías, a veces grandilocuentes, a menudo tópicas y con frecuencia delirantes, sobre el medio ambiente o el agua. Sin embargo, la organización y algunos de los autores han intentado justificar la presencia de los escritores, y el dinero público que se les pagaba, como fuera. Sus frases me hacían pensar en las películas de misses donde las participantes de los concursos de belleza desean en voz alta la paz mundial. Antonio Gala vino porque ha escrito una novela que se llama Los papeles del agua. Ian Gibson, quizás para aportar algo nuevo tanto al tema de la Expo como a sus investigaciones sobre el autor de Poeta en Nueva York, declaró: "si Lorca viviera sería socio de Greenpeace, un activista a favor de la protección del medio ambiente". José Luis Sampedro también escribió "La balada del agua", y explicó que el móvil es un invento innecesario: él no tiene, deja que lo lleve su mujer. También vino Donna Leon, que dijo que el agua es un problema, y ella, “una talibán ecológica”. Donna Leon vive en Venecia, lo cual al parecer la vincula mucho con el agua.
En cambio, lo que te desvincula totalmente del agua es el Líbano, a juzgar por la estremecedora intervención de Maruja Torres el martes pasado. “Vivir en Beirut me ha hecho ahorrar agua”, dijo. Torres aconsejó a su público que abandonase el consumismo. Dijo ella había sido muy consumista –el vicio la obligó incluso a ganar un Premio Planeta-, pero se había curado. Torres confesó: “Me duele mucho ver un árbol morir, y tener ese sentimiento es importante”. Yo me alegro de que sepa que es importante. Pero lo que más me impresionó fue:
Cuando hago un pis cargado por la mañana no tiro de la cadena, espero varias horas con la ventana abierta. Yo no me ducho cada día, no soy tan guarra como para necesitar ducharme cada día. Yo me hago abluciones.
Es bastante curioso que la periodista brindase este consejo a los oyentes, para que imitaran su modelo. A mí me sorprende que se sintiera orgullosa de un mensaje tan demagógico: en algunas partes de España se pierde el 30 % del agua por malas canalizaciones; no sé cuánta agua utiliza Maruja Torres cuando se lava, pero diría que los regadíos ineficaces y las tuberías que pierden o se revientan son un problema todavía mayor que la gente que se ducha todos los días. Y ningún defensor del medio ambiente sensato reivindicaría con tanta alegría la abolición de la higiene. En cualquier caso, Maruja Torres tenía más cosas que contar a su público:
Me “abluciono” las partes contratantes y cada tres días me meto una ducha con cuidado.
Espero que la charla se celebrara en uno de esos diez días al mes.
La imagen es de aquí.
9 comentarios
Inde -
Jenny Jirones -
un placer intercambiar conversación y pasos en la noche turolense.
Sof
Larsson -
Os dejo (con vuestro permiso) un pequeño extracto y la dirección de mi blog blog.
...En una ciudad tan populosa y cosmopolita como Barcelona en cualquier lugar hay broncas, en cualquier momento se comenten asaltos o te topas con borrachos al volante. Y la noche es otro país con otro idioma, donde predomina la palabra gruesa, el gesto seco y donde campan a sus anchas los pirados que se dedican a incendiar coches y contenedores para divertirse. A esas horas el peligro y la violencia aumentan exponencialmente, sobre todo en el centro. Por algo Las Ramblas se encuentra en el ranking de las diez calles más peligrosas del mundo....
...Otra cosa era el resto de la Plaza y sus aledaños, donde se movía otro tipo de ambiente. Un batiburrillo de gente de la más baja extracción se daba cita también allí. Los bancos públicos y los suelos estaban ocupados por una variopinta hueste antisocial: gente sin patria ni techo, pedigüeños, camellos, borrachos, drogadictos, liendrosos, feos y los más guarros de Barcelona y otras ciudades europeas se congregaban cada noche entorno al sembrado de terrazas más caras de la Barcelona cosmopolita, una milicia que había renunciado al amansamiento impuesto por el sistema y había asumido el extremismo social como forma de vida...
Extractado de SIEMPRE QUISE BAILAR COMO EL NEGRO DE BONEY M...
http://minovelanegra.blogspot.com/
seleucus -
Chus -
Entrenomadas -
No sé la razón pero me he acordado de Groucho Marx cuando te leía, y no por lo que dices tú, más bien por lo que dicen algun@s.
Todo esto me ha dado sed.
M
Anónimo -
Modigliani -
Luisa -