ESCRITORES
1.
Peter Matthiesen ha ganado el National Book Award en la categoría de ficción por Shadow Country. En no ficción ha ganado Annette Gordon-Reid por The Hemingses of Monticello: An American Family. En literatura juvenil, Judy Blundell, por What I Saw and How I Lied. Y en poesía, Mark Doty, por Fire to Fire: New and Collected Poems.
2.
El 15 de noviembre se celebró el día del escritor encarcelado. Desde enero, 124 escritores han sido encarcelados en todo el mundo, 2 han sido asesinados, 65 están siendo investigados, 203 se enfrentan a un proceso judicial, 45 han recibido amenazas de muerte, 45 han sido acosados, 65 acosados, y uno ha sido secuestrado. Aquí más.
3.
John Updike escribe sobre los retos y las satisfacciones de un escritor mayor:
“Recuerdos, impresiones y emociones de los primeros 20 años sobre la tierra son el principal material de la mayoría de los escritores; pocas de las cosas que llegan después son tan ricas y resonantes. A los 40, el escritor puede haber extraído las vetas más puras de este filón precioso; después de ese momento, la creatividad continuada es cosa de revolver las hojas.
Unas pocas imágenes, unos cuantos conocidos memorables, se entrelazan en torno a la cabeza del escritor que envejece, como mosquitos mientras pasea entre los bosques en verano. Se sienta ante la pantalla expectante, enfrentándose a la ponderosa posibilidad de haber expresado anteriormente lo que intenta expresar de nuevo.
Con siniestra frecuencia, no puedo pensar en la palabra justa. Sé que hay una palabra; puedo visualizar la forma exacta que ocupa en el puzzle del idioma inglés. Pero la palabra, con sus límites precisos y el matiz único de su significado, cuelga en el borroso borde de la conciencia”.
4.
John Queenan escribe sobre las reseñas demasiado buenas. También, de sus propios libros:
“Esto nos lleva al tema menos discutido en el mundo de las bellas letras: las reseñas que cualquier escritor que se precie sabe que son injustificadamente entusiastas. Los autores siempre se quejan de que los críticos no entendieron “Pocos lloran al caballero”, o que sacaron de contexto la cita sobre las felices bailarinas leprosas, que pasaron por alto las alusiones a Octave Mirbeau o no mencionaron que el autor dejó plantada a la reseñista después de suplicarle que fuera con él a una cita doble, disfrazados como las hermanas Bolena. Los autores se quejan de que los críticos citaron maliciosamente los pasajes menos incandescentes y pushkinianos del libro, o guardan rencor por algo que pasó entre ellos, o porque el autor fue a Exeter y el crítico se tuvo que conformar con Andover.
Lo que hace este dolor de tripas tan indecoroso es que la gran mayoría de las reseñas son favorables, aunque la gran mayoría de los libros merezcan pocos elogios. Los autores saben que incluso si un crítico detesta su libro, los diez siguientes rodarán como e insistirán en que no es sólo incandescente, sino también luminoso. Los críticos tienden a fallar por el lado de la cautela, temen futuras represalias. También, como generalmente reciben una miseria por sus esfuerzos, tienden a ver esos encargos como una lata y escriben reseñas que se leen como trabajos universitarios o notas de presa del departamento commercial reescritas. Esto es particularmente cierto del género de misterio, donde la última reseña negativa se escribió en 1943.
No hay nada poco ético o inmoral en sí mismo en una crítica innecesariamente efusiva, ni ninguna razón para sospechar que el reseñista es patéticamente servil porque quiere casarse con el autor, o espera un tratamiento similar cuando salga su libro “Habría sido sultán si no me hubiera levantado tarde”. Pero esas reseñas son injustas con el lector: le pueden convencer de que Philip Marlowe se quitaría el sombrero ante el autor, de que el novelista se ha peleado con Joseph Conrad y le ha dado una buena paliza. Los libros se describen como “apasionantes” cuando solo están “bien”; “pasmosamente buenos” cuando simplemente “no están mal”; “se leen de un tirón” cuando realmente sólo son “no mucho peores que los tres últimos”. A los autores se les describe como un cruce entre Authors Madame de Staëland y Arthur Conan Doyle, y se dice que escriben como Charlotte Brontë con ácido lisérgico, que son más dostoievskianos que Dovstoievski y le han hecho jaque mate a Eurípides, cuando son más bien un cruce entre Candace Bushnell y Ngaio Marsh, o escriben como Willa Cather con Robitussin-DM, o Mavis Gallart ha sido un poco más Mavis Gallart que ellos, y tienen suerte si pueden hacer tablas con Edna Ferber."
(…)
“Por ejemplo, yo nunca querría que se refiriesen a mis libros como “un gran plato de caviar de Beluga sobre “un brillante lecho de arroz, con una cucharada de madreperla”, como le sucedió a Alice Munro."
5.
Una campaña para salvar la casa de Chéjov en Yalta.
He tomado la imagen de The Guardian.
2 comentarios
d. -
Andrea -