LA IZQUIERDA, EL MULTICULTURALISMO Y LA FETUA
Veinte años después de la fetua –lanzada el 14 de febrero de 1989- a Salman Rushdie por Los versos satánicos, Kenan Malik publicará From Fatwa to Jihad. Aquí hay parte de una charla de Malik:
“Veinte años después, el caso Rushdie parece un conflicto de otra época –pero por otras razones. Los asuntos que destapó –la naturaleza del Islam, su relación con Occidente; el significado del multiculturalismo; los límites de la libertad de expresiones- se han convertido en algunos de los problemas que definen nuestro tiempo. Y la política de antes de Rushdie es la que parece anómala. (…)
Sólo tenemos que comparar la respuesta a Los versos satánicos con la de The Jewel of Medina. Escrito por una periodista estadounidense, Sherry Jones, The Jewel of Medina es un cuento romántico sobre la esposa más joven del profeta Mahoma. Random House lo compró por un anticipo de 100.000 dólares. Después una académica estadounidense, a la que le habían enviado el libro en busca de un elogio, condenó el libro como ‘ofensivo’. Random House lo retiró de inmediato. Ninguna otra editorial Americana importante quiso publicarlo.
En 1989 ni la sentencia del ayatolá pudo detener la publicación de Los versos satánicos. Rushdie se tuvo que ocultar durante casi diez años. Traductores y editors fueron asesinados, se pusieron bombas en librerías, y los trabajadores de Penguin tenían que llevar chalecos para protegerse. Pero Penguin nunca cejó en su compromiso y siguió publicándolo.”
Y:
“El primer mito es que la controversia por la novela de Rushdie fue un producto religioso. No lo fue. Era un conflicto político. Los versos satánicos se convirtieron en un asunto en la India porque había elecciones en noviembre de 1988, dos meses después de que se publicara la novela. Los grupos islamistas de la línea dura utilizaron la novea para obtener concesiones políticas. Después se convirtió en un asunto en Gran Bretaña, porque se transformó en un arma en las luchas entre varios grupos musulmanes.
Todavía era más importante la lucha entre Irán y Arabia Saudí por la supremacía en el mundo islámico. Desde la década de 1970 en adelante, Arabia Saudí había usado el dinero del petróleo para fundar organizaciones salafistas y mezquitas por todo el mundo, para consolidar su posición como portavoz de los musulmanes. Después llegó la revolución islámica que derribó al Sha, estableció una república islámica, hizo de Teherán la capital del radicalismo islámico, y del Ayatolá Jomeini su líder espiritual, y supuso un desafío directo a Riad.
El affaire Rushdie se convirtió en un elmento clave de ese conflicto. Los saudíes establecieron el UK Action Committee on Islamic Affairs, el principal grupo contra Rushdie en Gran Bretaña. Arabia Saudí proporcionó los fondos y su co-director era un diplomático saudí. (El otro era Iqbal Sacranie, que más tarde se convertiría en el secretario general del Muslim Council of Britain en 1997; Sacranie dijo que ‘la muerte es demasiado Buena para él’). La fetua fue un intento por parte de Irán para arrebatar la iniciativa a los saudíes, especialmente en un momento en el que Irán había perdido prestigio por su retirada en la guerra con Iraq y cuando los reformistas políticos ganaban terreno en Teherán.
El segundo mito es que Los versos satánicos ofendieron a todos los musulmanes. De hecho, la mayoría de los musulmanes se sentían poco preocupados por la novela. Hasta la fetua, la campaña estaba mayormente concentrada en el subcontinente y Gran Bretaña. Aparte de Arabia Saudí, hubo poco entusiasmo por la campaña en el mundo árabe o Turquía, o entre las comunidades musulmanas de Francia y Alemania. Cuando Arabia Saudí intentó a finales de 1988 que la novela se prohibiera en los países musulmanes de todo el mundo, pocos respondieron, salvo los que tenían grandes poblaciones del subcontinente, como Sudáfrica o Malasia. Incluso en Irán el libro estaba disponible y fue reseñado en muchos periódicos.
Hoy, radical en el contexto islámico significa fundamentalista religioso. Hace 20 años significaba militantemente secular. En Gran Bretaña, organizaciones como Asian Youth Movements tenían un apoyo considerable, y desafiaban tanto el racismo como el poder de las mezquitas. Para muchos musulmanes seculares, Rushdie no era un villano, sino un héroe: era el franco defensor del anti-racismo y el anti-clericalismo.
El tercer mito está en la percepción de los atacantes de Rushdie como hombres, de mediana edad, mal integrados, poco educados, devotos hasta la ceguera. El mismo tipo de imagen existe sobre los terroristas islámicos hoy en día. Muchos eran así. Pero muchos eran jóvenes, de izquierdas, elocuentes, integrados. Pocos eran religiosos o fundamentalistas. Muchos eran miembros del Asian Youth Movement, pertenecían a organizaciones izquierdistas, otros consideraban a Rushdie una figura importante en su lucha.
Así que, ¿por qué atacaba a Rushdie esa gente? En gran parte, por el desencanto con la izquierda secular; y también, por la institucionalización de las políticas del multiculturalismo. La desintegración de la izquierda en los años 80, el abandono de las ideas universales a favor del particularismo étnico, el paso de las políticas ideológicas a las identitarias empujaron a muchos jóvenes asiáticos seculares hacia el islamismo como una visión del mundo alternativo. Este proceso fue estimulado por el crecimiento del multiculturalismo como política cultural.
Cada sección de la ‘ciudad multirracial y multicultural’, declaraba un documento del ayuntamiento de Bradford, tenía ‘el mismo derecho a mantener su identidad, cultura, lenguaje, religión y costumbres’. Esas políticas multiculturales ayudaron a fomentar un sentido más fragmentario de la identidad. Al mismo tiempo, frente a la militancia secular en las calles, los impulsores de las políticas, tanto a nivel nacional como local, se volvieron hacia los líderes religiosos para que actuaran como parapetos conservadores. El Consejo de Mezquitas de Bradford, por ejemplo, que organizó la famosa manifestación en enero de 1989 en el que se quemó un ejemplar de Los versos satánicos, había sido establecido por el Ayuntamiento de Bradford para que fuera portavoz de las comunidades musulmanas. La nueva relación entre las administraciones locales y las mezquitas dio mayor credibilidad a los líderes religiosos conservadores, y marginó los movimientos seculares. Los musulmanes seculares empezaron a ser considerados traidores a su cultura (pertenecían a la ‘izquierda blanca’), y el islamismo radical no sólo se volvió más aceptable, sino, para muchos, más auténtico. El multiculturalismo no creó el Islam radical, pero ayudó a crear un espacio para él en las comunidades musulmanas británicas que no había existido antes de finales de los años 80. Las protestas contra el racismo pasaron de tratar asuntos políticos, como la inmigración y la policía, a temas culturales y religiosos: la petición de escuelas islámicas y de educación separada por sexos, una campaña para que la carne en las escuelas se sacrifique según las exigencias del Islam, y, de manera más explosiva, los ataques a Los versos satánicos.
Las protestas contra Rushdie no nacieron, por tanto, de la nada. Eran la expresión del cambio del paisaje político y social de las sociedades occidentales en la década de 1980. Pudo serlo porque los progresistas habían abandonado sus propios principios.
Hace 20 años, la mayoría de los progresistas defendían el derecho de Rushdie a publicar Los versos satánicos, aunque ofendiera a muchos musulmanes. Hoy, muchos arguyen que, aunque parezca correcto en principio, en la práctica uno debe apaciguar las sensibilidades religiosas y culturales porque estas sensibilidades son muy intensas. Evitar el ‘dolor cultural’ se considera más importante que lo que se ve como un derecho abstracto a la libertad de expresión.
Pero esa política crea los mismos problemas que supuestamente responde. Por ejemplo, el furor por The Jewel of Medina. Ni un solo musulmán había protestado antes de que Random House retirase el libro. Es bastante posible que ninguno lo hubiera hecho si el libro hubiese aparecido. Pero cuando Random House llamó la atención sobre la capacidad de ofender del libro, era inevitable que algunos musulmanes se sintieran ofendidos.
Después de que Random House descartara The Jewel of Medina, lo tomó la pequeña editorial independiente Gibson Square, cuyo director Martin Rynja es un firme abogado de la libertad de expresión. El 26 de septiembre –exactamente 20 años después de la publicación de Los versos satánicos- las oficinas de Gibson Square sufrieron un ataque. Martin Rynja sigue escondido.
Es difícil decir si el ataque se habría producido si Random House hubiera publicado el libro. Siempre habrá extremistas como los que atacaron Gibson Square. El problema real es que sus acciones reciben una legitimidad espuria de parte de progresistas que dicen que es inaceptable ofender, y a los que aterroriza que uno pueda o deba ofender de esta manera.
La lección nunca aprendida del caso Rushdie es que los progresistas han creado sus propios monstruos. Es el miedo progresista a causar una ofensa lo que ha ayudado a crear una cultura que se ofende con demasiada facilidad.
Hay una escena en Los versos satánicos en la que uno de los personajes, Saladin Chamcha, está en un centro de detención para inmigrantes. Todos los internos se han convertido en monstruos. ‘¿Cómo pueden hacerlo?’, quiere saber Saladin. ‘Nos describen’, le responden, ‘eso es todo. Tienen el poder de la descripción y nosotros sucumbimos a las imágenes que construyen.’
Rushdie escribía sobre el impacto del racismo. Pero también podía haber escrito sobre la respuesta al caso Rushdie. Al aceptar la ficción de que la teología conducía la hostilidad a Los versos satánicos, de que el libro ofendía a todos los musulmanes, y de que en una sociedad plural la libertad de expresión debía quedar restringida, los progresistas han ayudado a a crear una cultura de la queja en la que sentirse ofendido se ha convertido en una seña de identidad. Los mitos sobre el caso Rushdie han creado muchos de los monstruos de después de Rushdie. Si queremos matar esos monstruos, debemos liberarnos de esos mitos”.
La imagen de Rushdie es de The Guardian.
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Nacho Artero -