EL ACTOR Y EL DISIDENTE
El actor español Willy Toledo, en unas declaraciones que no tienen desperdicio, ha dicho que los “presuntos” disidentes cubanos “son gente que ha cometido actos terroristas contra el Gobierno cubano, actos de traición a la patria y un montón de delitos”. Siguiendo la prensa oficial de la dictadura, Toledo ha añadido que, por otra parte, Orlando Zapata no era ni siquiera un terrorista, sino un “delincuente común”. Y que la Unión Europea le tiene manía a Cuba; al parecer, hay “una especie de persecución obsesiva y paranoide contra el Gobierno cubano”.
Creo que posturas como la de Willy Toledo son cada vez menos comunes, aunque estos días he escuchado versiones algo más suaves de la misma explicación, que suelen alternar la calumnia personal de la víctima con la acusación falsa contra los regímenes democráticos: es decir, una estrategia que consiste en impedir cualquier argumentación seria, en distorsionar permanentemente la realidad, y en emplear unos tropos que uno casi espera: la OTAN, el embargo (“el bloqueo”), las cárceles españolas, y Guantánamo... Pero voy a centrarme en algo más concreto.
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