LA VISITA DEL PAPA
-Los católicos tienen derecho a manifestarse. Probablemente se puede justificar la visita con la idea de la promoción de la ciudad y los ingresos para los comerciantes. Al mismo tiempo, ha habido una complacencia casi obscena: algunas rebajas han sido excesivas y los actos podrían haber sido menos invasivos. Tampoco me gusta que cargos electos se postren ante líderes religiosos.
-El argumento que vincula la Iglesia Católica con el desarrollo democrático y la libertad solo tiene interés para quien prepare una ampliación de la Antología del humor negro. En España, la Iglesia Católica ha sido siempre un obstáculo a la razón, a la circulación de las ideas, a la Ilustración y a la libertad. Su monopolio durante siglos sobre la vida mental y religiosa es una de nuestras grandes tragedias históricas. Cuando le preguntaron si había que conceder al cristianismo el crédito de haber sido la única religión que propició la separación entre Iglesia y Estado, Mark Lilla respondió:
¡En absoluto! La separación de poderes se produjo en contra del cristianismo o, mejor dicho, de la teología política cristiana. Sobre todo porque era un desastre que no producía más que caos y guerras de religión. Cuando Hobbes escribió Leviatán, lo que hizo fue, en contra de la tradición, dejar de tratar de interpretar las órdenes de Dios y aplicarlas a la vida política para prestar atención exclusivamente al hombre y sus creencias. Lo que hizo fue, por así decirlo, cambiar de tema. Y eso no lo hizo gracias al cristianismo. Atribuirle el mérito al cristianismo sería como superar un cáncer y creer que estás vivo gracias a él.
Lo que dice Lilla del cristianismo en general es todavía más intenso en un país como España, donde una versión ultramontana de esa religión ha gozado de un poder extraordinario durante buena parte de nuestra historia.
-La Iglesia Católica goza de una posición privilegiada en España, siempre declara que somos un país católico, que es la Iglesia de todos, y al mismo tiempo se presenta como una minoría perseguida. En eso se parece a otros movimientos e instituciones, desde el 15-M al Real Madrid. Como ha escrito Félix Romeo, ninguno de los gobiernos de nuestra democracia ha puesto en peligro esa posición privilegiada; Zapatero ha conseguido conjugar lo peor de los dos mundos: enfrentamiento mediático y mayores concesiones. La separación entre Iglesia y Estado debe avanzar mucho más: no debería enseñarse ninguna religión en la escuela pública, el modelo de la concertación es un trato de favor injusto, al igual que la financiación a través de los impuestos, y no debería haber símbolos religiosos en los espacios que son de todos.
-Ratzinger apenas ha hablado de política española, lo que está bien. Otras veces, los representantes del Vaticano, un régimen teocrático basado en la segregación de sexos, han criticado las leyes de un país mucho más democrático que el suyo: para encontrar una paradoja semejante, habría que pensar en los reproches de Irán a David Cameron por la dureza de la policía inglesa contra los saqueadores de Tottenham. Durante los años de Zapatero en el gobierno, la Conferencia Episcopal ha actuado de forma irresponsable y demagógica. Sin embargo, quizá haya que acostumbrarse a que, de vez en cuando, los obispos digan burradas. Sus exabruptos no deberían ser noticia, ni habría que dar demasiada importancia a las posiciones morales de una organización privada.
-Hay muchas razones para atacar el comportamiento de la Iglesia y las ideas de los creyentes. Si los católicos tienen derecho a manifestarse, los que no lo somos también. Un millón de adolescentes sueltos no es exactamente una compañía agradable. Ver a muchos jóvenes con distintos uniformes, gritando mensajes bovinos de exaltación divina no es, ni de lejos, mi espectáculo preferido. Pero increpar a los católicos es una equivocación. Al margen de los excesos policiales que deben ser investigados y purgados, esa actitud no solo es un grave error cívico, sino que es un fallo estratégico: la Iglesia rentabiliza los enfrentamientos. Muchas veces, los católicos acusan de intolerancia a quienes los critican legítimamente, y presenta la menor pega a su comportamiento como un ejemplo de persecución. Es una estupidez darles argumentos.
-En las críticas a las posiciones del Papa hay algo que me molesta profundamente. Se ataca a la jerarquía católica por ser reaccionaria, homófoba, por su obsesión patológica con la sexualidad, por su hipocresía, por su presunto alejamiento del supuesto mensaje del Evangelio, por los zapatos del Benedicto XVI, etc. Es todas esas cosas y muchas otras peores (un caso más grave es la ocultación de los abusos a menores). Pero, a veces, uno tiene la impresión de que, según algunos de sus críticos, si la Iglesia Católica fuera partidaria del matrimonio gay, de la libertad sexual y del derecho a decidir de las mujeres, entonces podríamos hacerle caso. No habría ningún problema si la Iglesia fuera más enrollada. Evidentemente, pueden cambiar cosas: sabemos que, pese a su extremado conservadurismo sexual, la Iglesia Católica busca en primer lugar su propia preservación y es una experta en el reciclaje. Hay multitudes de ejemplos; el más reciente es el downgrade del aborto en las JMJ. Pero, en muchos aspectos, es una distinción irrelevante: las posiciones de la Iglesia Católica podrían ser más progresistas, pero la justificación última no sería empírica ni racional, sino divina. El asunto principal, en el que debemos avanzar, y no ceder un milímetro, no es lograr que las religiones sean más o menos modernas. Lo esencial es evitar que las creencias religiosas gobiernen la vida civil; impedir que las reivindicaciones, más o menos simpáticas, de la verdad revelada regulen nuestras leyes, y conseguir que el Estado sea neutral con respecto a las opciones religiosas.
5 comentarios
ferrancab -
muchas gracias, pero el enlace sigue sin funcionar. Creo que he encontrado la entrevista en Letras Libres, en este enlace: http://www.letraslibres.com/index.php?art=13640
Un abrazo,
Cantábrico Express -
Simpatizo a menudo con lo que expresa en sus escritos. En este caso, también estoy en tèrminos generales de acuerdo con lo que dice, sobre todo en la última mitad del último párrafo.
No obstante me parece que no está muy afortunado con aquello de que "increpar a los católicos es una equivocación". No hay por qué increpar a los católicos, ni condenarlos. Simplemente ser firmes en la defensa de que la aconfesionalidad del Estado no sea una simple declaración de intenciones. Por ejemplo no han de darse clases de religión en los centros públicos.
En cuanto a la actitud de una franja de "antipapistas" me desagrada el exceso, la afectación anticlerical, la pura y simple grosería y una cierta (y desconcertante) brutalidad. No debemos frivolizar el enfrentamiento "religioso". Compruebo con incomodidad un cierto integrismo entre aquellos que se se reclaman del "laicismo".
Un saludo cordial.
d. -
tienes razón, no es el tono característico de Lilla. El enlace no estaba bien (creo que ahora debería funcionar). Lo dijo en una entrevista en Letras Libres: http://www.letraslibres.com/admin.php?opcion=articulos&art=13640
Muchas gracias y un abrazo,
d.
ferrancab -
he leído la cita de Lilla con cierta sorpresa. Me ha parecido poco de su estilo, por así decirlo. ¿De dónde sale? No la he encontrado en el enlace.
Muchas gracias y un abrazo,
Ferran
Jorge Navarro -
El Polemista: http://elpolemista.blogspot.com/