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Daniel Gascón

JAN ZABRANA

Los padres de Jan Zabrana (1931-1984) eran socialdemócratas y fueron condenados a largas penas de cárcel cuando los comunistas alcanzaron el poder en Checoslovaquia. Las autoridades prohibieron que Zabrana estudiara en la universidad e impidieron que publicara muchos de sus textos: era hijo de unos “enemigos de clase”. Tras trabajar en una fábrica y un taller, se convirtió en traductor profesional: pasó al checo obras de Babel, Conrad o Pasternak. ‘Toda una vida’ (Melusina, 2010) recoge una selección de pasajes de su diario que alternan la narración y el aforismo. Zabrana sufre la constante amenaza de la delación. Recuerda las vidas destrozadas de sus padres y reflexiona sobre el paso del tiempo: “no puedo morir mientras siga viva una persona a la que no quisiera darle la satisfacción de haberme sobrevivido”. Señala cómo el sistema protege la mediocridad y la ortodoxia y acosa a los disidentes. Le indignan los escritores serviles y la reescritura del pasado. Cuando un exministro homenajea al poeta suicida Konstantin Biebl, escribe: “Un asesino pronunciando un discurso en honor de su víctima: he aquí uno de los rasgos característicos de la moral comunista”. O: “Basta que un régimen policial se mantenga en el poder durante veinte años para que convierta a todos en cómplices suyos. Incluidas sus víctimas”. Enumera escritores arrasados, denuncia la ingenuidad occidental y señala la estupidez totalitaria: cuando se construye un cementerio, anota las palabras del boletín informativo: “Con la edificación y el uso de estas dependencias, los habitantes de Humpolec hacen realidad la consigna de que no solo hay que ser progresista en la vida sino también en la muerte”. ‘Toda una vida’ es el testimonio angustioso y estremecedor de una existencia sitiada.

Este artículo apareció en Artes & Letras de Heraldo de Aragón. He tomado la imagen aquí.

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