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Daniel Gascón

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HIJOS ILEGÍTIMOS

HIJOS ILEGÍTIMOS

1.

La nueva cuestión alemana, por Timothy Garton Ash.

2.

Una entrevista con Adam Michnik sobre Europa, Polonia y el legado del comunismo: 1 y 2.

3.

Espada responde a CarrerasPericay sobre crisis y máscaras.

4.

Sobre la ley de galleguidad.

5.

Escribe Sebreli en El asedio a la modernidad:

Los nacionalistas personalizan la tierra, la transforman en un sujeto del cual los habitantes serían un mero atributo. Por eso los derechos individuales son subordinados a la soberanía nacional: “primero la tierra, después los hombres”, es una típica consigna nacionalista, pero la tierra no tiene ningún valor en sí sino por los hombres que la habitan y la trabajan. El Estado nacional no debería ser un fin en sí, sino un medio para defender los derechos de los ciudadanos. Por lo tanto, hay que desacralizar y relativizar el concepto de soberanía territorial, y absolutizar, en cambio, los derechos individuales y la vida humana como lo único verdaderamente sagrado e inalienable.

[…]

Las psicologías de los pueblos, las caracterologías nacionales, tienen dificultades en explicar cómo se transmite de generación en generación el “alma del pueblo”, a pesar de los cambios de tal magnitud que hacen peligrar la permanencia de la “unidad orgánica”. A comienzos del siglo xviii, los ingleses acababan de salir de una revolución y de una guerra civil, y pasaban por ser un pueblo de revoltosos frente a los franceses, que, bajo la monarquía absoluta, parecían pacíficos y conservadores. A finales del siglo xviii, estas diferencias se invirtieron y los ingleses, que habían logrado estabilizar su régimen político, aparecieron, entonces, como pacíficos y conservadores, frente a los turbulentos franceses de la Gran Revolución. Los desenfrenados ingleses de la época isabelina fueron los mismo reprimidos y gazmoños de la época victoriana y volvieron a ser los exuberantes y frenéticos de la swinging London en los años sesenta. Según el tópico, los franceses se caracterizan por su esprit de mesure, pero como recordaba Ernesto Sábato, son franceses Robespierre, Marat, Barba Azul, el marqués de Sade, el proceso Dreyfus, los surrealistas, Céline. Durante el siglo xviii y parte del xix, los alemanes fueron considerados un pueblo poco práctico, sólo inclinado a la música, a la poesía y a la filosofía, hasta que la industrialización y el desarrollo capitalista los mostraron bajo una fase distinta. Los escandinavos, desde sus orígenes vikingos, estaban entre los pueblos más belicosos, atemorizaban a los vecinos, desataban sangrientas guerras. Esa situación de guerra permanente duró hasta la era napoleónica. Hoy, por el contrario, se encuentran entre los pueblos más pacíficos del mundo.

6.

30 años de la muerte de Raymond Aron y un fragmento de sus memorias.

7.

Cómo el FBI hizo que me aficionara a los libros raros.

8.

Intelectuales en la máquina de guerra de las SS.

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MIENTRAS TANTO

MIENTRAS TANTO

1.

Cómo Egipto sacudirá el mundo, por Steve Coll.

2.

Escribe Manuel Arias Maldonado en la edición andaluza de El Mundo:

Mientras tanto era el memorable título de una revista de estudios marxistas que aludía al tiempo que resta hasta la llegada de la revolución. Sobre esta peculiar escatología también trataba La sconfitta, el cortometraje con el que debutara Nanni Moretti en 1973. Inquiría éste allí a otro amigo comunista sobre las fases del materialismo histórico y cuestionaba sus propios fundamentos: “Dices que hacemos política para las masas, pero, seamos serios, ¿qué nos importan a nosotros los deseos de las masas?”. A lo que su amigo respondía dándole un bofetón que zanjaba toda controversia. Pero la pregunta quedaba en el aire. Y es una pregunta que concierne a cualquier régimen político, a saber: la que se refiere a la representación política: quién hace qué en nombre de quién.

No hay política moderna sin representación. Delirios rousseanianos aparte, no podemos gobernarnos mediante la participación directa de todos, porque ni es técnicamente posible, ni podemos reducir la natural diversidad de nuestros deseos a único deseo común. Si la masa no sabe ser libre, forcémosla a serlo: tal es la pretensión de los revolucionarios y utopistas de todo tiempo. Por el contrario, en un orden democrático, los representantes elegidos por los ciudadanos están llamados a perseguir los intereses generales, sin perder de vista, ni asfixiar, la pluralidad de los representados: un ejercicio de malabarismo que necesariamente desatenderá un buen número de intereses legítimos y provocará las quejas correspondientes. Es molesto, pero inevitable.

Desde este punto de vista, conviene preguntarse si los representantes nos representan.

Solemos decir que no, pero entonces estaríamos afirmando que los partidos son las flores envenenadas de una sociedad pura como una rosa; algo poco verosímil. Porque bien puede ser que los usos de la clase política reflejen los que dominan en nuestro cuerpo social, de tal manera que, por ejemplo, la ausencia relativa de prácticas meritocráticas en el mercado de trabajo tuviese su correlato en la carrera política; con un efecto reforzado, faltaría más, por la famosa ley de hierro de la oligarquía que opera en toda organización colectiva. Es bien sabido, por ejemplo, que ni uno solo de nuestros presidentes ha sabido hablar inglés; exactamente igual que la mayoría de los españoles. Se me dirá que un presidente no es un español más, pero sucede que cualquier asomo de excepcionalidad o inteligencia es castigado por los ciudadanos como una muestra de soberbia elitista, incompatible con el secular igualitarismo hacia abajo que domina la sociedad española. ¡No digamos la andaluza!

Mucho se ha hablado estos días de las virtudes de la próxima presidenta del gobierno andaluz, toda vez que el titular, José Antonio Griñán, ha decidido que haber sido elegido hace menos de un año para el desempeño del cargo no es razón suficiente para continuar en él. Su sucesora, Susana Díaz, es una militante venida a más, una mujer sin atributos cuyo mayor mérito exhibido, hasta la fecha, es ser capaz de hablar sin decir absolutamente nada significativo. Esto, bien mirado, constituye una hazaña sorprendente, por cuanto desafía las cualidades denotativas inherentes al lenguaje. Pero no hay nada más.

¿Nos representa Susana Díaz? Siendo imposible que una sola persona represente literalmente a todas las demás, parece que la futura presidenta se parece razonablemente a la mayoría de los andaluces. Otra cosa es que nos guste o no la imagen que devuelve el espejo. Quizá, algún día, tengamos líderes políticos capaces de mejorarnos y no sólo de reflejarnos estáticamente. Mientras tanto, como quien espera la revolución, tendremos que mejorar nosotros, a fin de merecernos otra cosa. Y aceptar que el problema no es que los políticos no nos representen, sino que nos representan demasiado bien.

3.

Francesc de Carreras: La hora de la audacia. Enric González: Referéndum.

4.

Un artículo sobre Aurélie Filippetti, ministra de cultura en Francia.

5.

Amor visceral.

6.

Sherwood Anderson y William Faulkner dejan el trabajo.

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CON AFECTO

CON AFECTO

1.

Recuperar a la ciudadanía, de José Ignacio Torreblanca.

2.

Escribe Arcadi Espada:

En Poch, pues, no se ve al español que se duele de los males (presuntos) de su patria. En Poch no se ve, tampoco, la extranjería, porque ningún extranjero subsanaría de ese modo grotesco la vinculación sentimental que le separa del accidente. En Poch se ve a un hombre y una tribu que está en guerra y que quiere hacer daño. Interesa matizar, sin embargo, que guerra no implica simetría. No hay posibilidad alguna de que, dado un accidente similar a la entrada de la ciudad de Tarragona, apareciera en cualquier diario de España un cartel con su burro, la leyenda Catalunya, un país d’Europa y las vías muertas. Lo impediría el luto que no hay en Poch.

3.

Daniel Tercero sobre Orwell y el nacionalismo.

4.

Cuando escribo no soy chino ni polaco, no soy escritor emigrado ni no emigrado; soy simplemente Gombrowicz.

5.

Cómo conseguí este trabajo y me hice inmortal: un libro de Mariano Gistaín.

6.

The Economist sobre Cameron y el porno.

7.

Los problemas para traducir sadomasoquismo al chino.

8.

Luis Alegre se despide de Concha García Campoy.

9.

Canciones de verano y canciones contra el verano.

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CUANDO CAMBIAN LAS CIRCUNSTANCIAS

CUANDO CAMBIAN LAS CIRCUNSTANCIAS

1.

Andrés Oppenheimer sobre China y América Latina.

2.

Margaret Sullivan: Un golpe para la prensa y para la democracia.

3.

Sophie Jehel: ¿Es necesario un Consejo de la Prensa en Francia?

4.

La ayuda humanitaria a Siria, por Timothy Garton Ash.

5.

Una conversación con Walter Laqueur.

6.

Una reseña de las cartas de Isaiah Berlin.

Y: Algunas cartas (anteriores) de Berlin. Una entrevista con Michael Ignatieff. Hitchens contra Berlin. Y una página web.

7.

La violencia de los creyentes.

8.

Un ateo católico.

9.

Carlos Saura: 30 años de la muerte de Luis Buñuel.

10.

Actualización (autonómico-mística) del arquetipo.

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EL PELIGRO, LOS PERIÓDICOS Y EL CINE

EL PELIGRO, LOS PERIÓDICOS Y EL CINE

1.

El peligro de la proliferación de los derechos humanos.

2.

Atrapados entre Siria y Egipto, por Javier Solana. Diez años de guerra prometen diez años de caos, por Philip Stephens. Un intercambio.

3.

Economía e higiene menstrual en India.

4.

Roger Senserrich sobre el accidente en Santiago: De accidentes y errores humanos y Un (hipotético) viaje en Alvia (1 y 2).

5.

Un buen negocio, por Arcadi Espada. La canguro del maquinista, por Manuel Jabois. El velocímetro periodístico, por Irene Lozano. Deseo de ser otro, por Lorenzo Silva.

6.

Nate Silver fue contra la corriente en el New York Times, por Margaret Sulllivan.

7.

Una periodista sitiada.

8.

Martin Scorsese: Una visión persistente: Leer el lenguaje del cine.

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FORMAS DE HACER POLÍTICA

FORMAS DE HACER POLÍTICA

1.

El precio de la hipocresía, de Evgeny Morozov.

2.

Arcadi Espada: El matrimonio yermosexual (y una entrevista).

3.

José Ignacio Torreblanca: 7-25-50. Y Comisario traidor.

4.

Xavier Vidal-Folch: Un mayordomo para Montoro.

5.

Mary Beard sobre Calígula.

6.

John Gray: Lo que Maquiavelo sabía.

7.

Raphael Lemkin: Profeta sin honores.

8.

José, el faraón y una lección de economía.

9.

Una canción.

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LA REALIDAD SIEMPRE GANA

LA REALIDAD SIEMPRE GANA

1.

Ramin Jahanbegloo sobre su relación con los libros, la búsqueda de un ejemplar dedicado de Isaiah Berlin y leer a Hegel en una prisión de Teherán.

2.

Los viscerales, de Manuel Arias Maldonado, en la edición de Andalucía de El Mundo:

Relataba un veterano profesor de Ciencia Política que, habiendo sido invitado a la URSS a finales de los años setenta del pasado siglo, coincidió con un grupo de sindicalistas madrileños en el avión de las líneas aéreas soviéticas que los llevaba a Moscú. A mitad de camino, cuando fue servido el almuerzo, los pasajeros se encontraron con el habitual filete de pollo desvaído acompañado de verduras hervidas. Y hete aquí que los sindicalistas, en cuanto lo hubieron probado, exclamaron: «¡Pero qué bueno está el pato, qué maravilla!» Tal es la fuerza de la ideología, que llevaba a los sindicalistas a ver patos donde el socialismo había puesto un pollo.

Si bien se mira, es una fuerza análoga la que empujaba a Sancho Panza a creerse gobernador de la Ínsula Barataria o hacía que Scottie viese en otra mujer a la Madeleine perdida en el Vértigo de Hitchcock; con los matices que se quieran. Es un rasgo humanísimo, cuyas consecuencias son más trágicas cuanto menos se circunscriban a los individuos y más se relacionen con la organización social en su conjunto. Hasta cierto punto, da igual que Scottie o Sancho Panza se engañen, pero que lo hagan los sindicalistas ya es algo más serio. En todos estos casos, la distorsión de la realidad trae causa de un ‘querer’ que las cosas sean de un modo y no de otro, de tal forma que, si la realidad no se ajusta a ese deseo, es la realidad la que sale perdiendo. O al menos, eso es lo que parece, porque la realidad –como la banca en el casino– siempre gana.

Todo esto viene a cuento de un asunto del máximo interés para comprender cómo funcionan las democracias, en particular la española: la visceral reacción que en amplios sectores de la población ha producido el caso Bárcenas, por contraste con el silencio o la discreción que esas mismas personas han venido mostrando en relación al caso ERE, el caso Palau, é tutti quanti. Para muchos ciudadanos, la corrupción merece un juicio más o menos severo según de dónde venga. Y, en el caso de la corrupción del centro-derecha, pareciera que se aplica un plus de vehemencia por entendérsela conectada directamente con el franquismo; o porque se la esperaba con más fervor. Este sesgo es un efecto más de la dictadura, pero hace un flaco favor a la democracia porque distingue entre corrupciones allí donde no se puede hacer ninguna distinción. O sea, que convierte en un asunto emocional algo que debería ser elucidado racionalmente.

En Stories we tell, el gran documental de Sarah Polley sobre la historia de su familia, alguien dice que nuestro relato de los hechos depende a menudo de nuestras lealtades. No contamos la verdad, sino la verdad percibida en función de nuestros alineamientos.

Si hablamos de política, éste es partidista o ideológico; el pato socialista, por ejemplo. Y quizá aquí radique el problema español: la abundancia de ciudadanos alineados de partida con unos o contra otros desemboca en una guerra de trincheras visceral que no tiene por objetivo la verdad, sino la satisfacción emocional. Naturalmente, acaso desgraciadamente, la política no se puede desligar de las emociones. Pero ganaríamos mucho si aprendiéramos a modularlas, o, incluso, a desarrollar una emoción cívica desentendida de siglas y partidos. Decía Antonio Gramsci, el célebre marxista italiano muerto en una cárcel mussoliniana, que todos somos intelectuales.

Quería decir que todos somos capaces de tomar conciencia de las influencias y códigos que han dado forma a nuestra posición vital, lo que supone tomar conciencia de nosotros mismos. Sólo eso bastaría para producir buenos ciudadanos: sujetos capaces de entenderse con los demás, porque saben que la verdad es escurridiza, sin refugio posible en la simplificación ideológica. Y que responden igual a los abusos de poder sean cuales sean sus protagonistas.

3.

Papeles de lo de Bárcenas, por Florencio Domínguez.

4.

George Packer sobre el star system y la puerta giratoria en Estados Unidos.

5.

Nick Cohen: ¿Podemos permitir que el Estado censure la pornografía?

6.

Las cicatrices de Ruanda, de Alberto Rojas y Raquel Villaécija.

7.

Breve historia de una editorial. Y Nueva York: años 70.

8.

Escribe Mariano Gistaín en Heraldo:

El 85% de los rayos de España caen en Aragón. Es por la rabia callada, que produce rampas. Los miramientos de siglos. Anteayer Renfe puso un regional nuevo. ¡Oh! Los abuelos lloraban al paso del convoy, era un sueño, una postal. Pero solo fue un error. Lo retiraron enseguida, no fuera a montarse alguien. Lo de Renfe solo tiene una explicación: es una venganza por haber parado en Zaragoza el tren que llevaba los restos de Joaquín Costa a Madrid en 1911. La N-II y la N-232 quedan para cuando devuelvan los bienes, ya en otro siglo: cada día que pasa con esas afrentas, a fuerza de reconcomernos, atraemos millones de rayos. Lo único que sobra en Aragón son rayos. Nos llevamos el 85 % de los que caen. Eso prueba que no dependen del gobierno central (minúsculas adrede, único consuelo). Cataluña ya ha reclamado su cuota de rayos. Ahora que hay cien mil emprendedores forzosos, surgirán empresas que aprovechen la energía de tantos meteoros. Con recoger las garrampas de un 10% y embucharlas en acumuladores ya sobra para resucitar, como a Frankenstein, el tranvía. Y hasta para pagar a Renfe la electrificación en vivo del Canfranc. Los propios trenes si fueran espabilados y llevaran un pincho, podrían cargarse sobre la marcha. Claro que esa energía llovida del cielo, con la reforma eléctrica, va a ser una ruina. Estamos rodeados. Entre el cupo, los privilegios forales, la soberanía de “lapaolandia” y el desdén de Madrid, no es extraño que traigamos rayos a paros. Tendremos que salir con casco tipo káiser (con pincho pararrayos) y al menos cargaremos el móvil sin pasar por el Estado.

9.

Sobre la libertad económica.

En las antípodas todo es idéntico a lo autóctono.

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CRÍMENES, FRACTURAS Y HERIDAS

CRÍMENES, FRACTURAS Y HERIDAS

1.

30 millones de niñas están en riesgo de sufrir la mutilación genital. Un informe.

2.

Los crímenes de Gonzago, por Errol Morris.

3.

La fractura democrática en la Unión Europea, por Sonia Alonso.

3.

Análisis del desencanto, por Rosa M. Navarrete:

Frente a los datos, la izquierda es el grupo más crítico y su satisfacción con la democracia está afectada por la situación económica pero en menor medida que el centro y la derecha. En el pasado, cuestiones políticas, como por ejemplo el rechazo a la Guerra de Irak, podrían haber incidido de manera más contundente en los ciudadanos de izquierda que la situación económica. Así, en 2003, momento económico que es percibido como bueno entre los ciudadanos, el porcentaje de personas satisfechas con la democracia en la izquierda es equivalente al de la derecha en 2010, año en el que un 75,68% de los españoles indican que la situación es mala o muy mala.

4.

Arcadi Espada escribe:

El líder Rubalcaba ya ha conseguido incluir esta legislatura en la normal anomalía española que rige desde el «váyase señor González», pronunciado por José María Aznar a los nueve meses del triunfo electoral socialista; que tuvo su continuidad en la deslegitimación de su presidencia por la guerra de Irak y que desaguó suciamente en la primera legislatura del presidente Zapatero, al que acusaron de haber llegado al poder a lomos de la conspiración y las bombas. Ahora es Rajoy el que ha llegado mediante trampas y en consecuencia su victoria es ilegítima. 

La gran herida abierta de la guerra civil española no se ha cerrado. Es la legimitidad y no se ha cerrado.

5.

Enrique Krauze: La poca memoria.

6.

La escuela de Frankfurt en guerra.

7.

Mathias Strohn y Gary Sheffield sobre la Primera Guerra Mundial.

8.

Por qué los hombres necesitan a las mujeres.

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